13.09.14

La Providencia ha actuado con la ley abortista del PP

Algunos pensarán que me he vuelto loco, pero estoy convencido de que la retirada de la reforma de la ley del aborto propuesta por el ministro Gallardón, si finalmente se confirma -está por ver- es una buena noticia.

Dicha reforma iba a dejar las cosas, como mínimo, prácticamente igual a como estaban antes de la aprobación de la ley vigente. Es decir, se volvía a una ley de supuestos entre los que estaba el colador de la salud psicológica de la madre. Con la ley del PSOE de Felipe González, que era a lo que nos encaminábamos, España alcanzó los cien mil abortos al año.

La diferencia ESENCIAL es que aquella ley de 1985 se aprobó con la oposición frontal de la derecha política de este país y de la Iglesia. Sin embargo, esa misma derecha y, desgraciadamente, esa misma Iglesia -salvo excepciones notables-, estaban dispuestos a presentar como un gran avance lo que siempre ha de ser considerado como una gran catástrofe, que es el caso de cualquier legislación permisiva con todo tipo de abortos.

Todo indica que Mariano Rajoy ha decidido abortar la reforma, incumpliendo una vez más su programa electoral -eso no es nuevo- y dejando a los pies de los caballos tanto a su ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, como al ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, católico de misa diaria que, desde ya mismo, es aún más cómplice del aborto de lo que era hace unas semanas. Allá él y su conciencia.

Esta decisión del PP va a servir igualmente para que dentro del movimiento provida todo el mundo se quite la careta y muestre su verdadera identidad. Por si alguno no lo tenía claro, es ya evidente que los populares son tan abortistas como los demás partidos de izquierda. Fuera engaños, fuera excusas. No caben benignidades ni facilitadores de lavados de cara del peperismo. Si se está a favor de la vida, se está radicalmente contra el PP -y contra el PSOE, IU, UPyD, Ciutadans, PNV, CiU, Podemos, etc-. La excusa del mal menor ya no sirve. Si el PP les ha dejado tirados, lo decente, lo lógico sería que ellos abandonaran el PP. Pero dudo que lo hagan.

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¿Ha quedado abolido el magisterio sobre el reconocimiento legal de las uniones homosexuales?

El 3 de junio del año 2003, San Juan Pablo II, Papa, aprobó la publicación del documento “Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales” por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe, por entonces presidida por el cardenal Ratzinger, posteriormente Papa bajo el nombre de Benedicto XVI.

En la introducción del texto, leemos lo siguiente:

Las presentes Consideraciones no contienen nuevos elementos doctrinales, sino que pretenden recordar los puntos esenciales inherentes al problema y presentar algunas argumentaciones de carácter racional, útiles para la elaboración de pronunciamientos más específicos por parte de los Obispos, según las situaciones particulares en las diferentes regiones del mundo, para proteger y promover la dignidad del matrimonio, fundamento de la familia, y la solidez de la sociedad, de la cual esta institución es parte constitutiva.

Es evidente que se pretendía dar una herramienta a los obispos de todo el mundo para que se pronunciaran conforme a la fe católica en esa cuestión tan espinosa. El texto también debía ser una guía para los políticos católicos, pero en este post me interesa apuntar precisamente al hecho de que los obispos eran claros destinatarios del documento magisterial.

La conclusión final no deja lugar a dudas:

La Iglesia enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales. El bien común exige que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión matrimonial como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender tales valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad.

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11.09.14

Mártires y confesores, gracia del cielo para la Iglesia en la tierra

El testimonio que acabamos de publicar de Khiria Al-Kas Isaac, cristiana iraquí que prefería ser decapitada antes que traicionar a Cristo, tiene mucho en común con el de los mártires protagonistas del blog de Santiago Mata en InfoCatólica. Tanto Khiria como el resto de cuarenta y seis mujeres que se mantuvieron firmes en su fe, lo cual les valió ser torturadas, entran dentro de la categoría de “confesores". Es decir, no han llegado a sufrir la muerte por su fidelidad, pero se podría decir que son mártires en vida.

Vaya por delante que es humanamente imposible ser mártir o confesor. Solo la gracia de Dios capacita a los elegidos para tal obra de testimonio de la fe. Pero la gracia no anula la voluntad del hombre, sino que la perfecciona y la hacer verdaderamente libre para optar por el bien. Y no hay mayor bien que dar la vida por Cristo.

Mientras la Iglesia está dispuesta a tratar algo tan fundamental como la pastoral familiar, asunto ciertamente complicado dado el acoso que la familia sufre en sociedades paganizadas y apóstatas, el testimonio de fidelidad de estos nuevos mártires y confesores es, sin la menor duda, un derroche de gracia. Si ellos están dispuestos a ser decapitados por no traicionar a Cristo, mucho menos se puede estar dispuesto a negar su Palabra y sus enseñanzas para acomodarlos al mundo. Si la misericordia de Dios llega hasta el extremo de conceder la gracia del martirio a muchos, tanto más llegará para conceder a todo cristiano el vivir en santidad, aun en medio de situaciones familiares y personales complicadísimas.

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10.09.14

El clérigo borracho, el joven y la Custodia

Se las prometían muy felices. Salían a la mar con alegría y mucho viento a favor. Estaban convencidos de que surcarían las aguas con prestancia y ligereza. Nada de calmas chichas que dejan los barcos cual si hubieran echado el ancla. Pronto estarían llenando las bodegas de pescado robado al líquido elemento.

La tripulación estaba entusiasmada. Se creían los mejores marinos del mundo mundial. Sí, había algunos que advertían que tanta confianza en las capacidades propias podían quedar en nada si la naturaleza hacía de las suyas y recomendaron no alejarse demasiado de la costa, pero fueron acusados de agoreros y cobardes.

Una vez en alta mar, cuando ya no había tiempo de dar marcha atrás, las cosas se complicaron. El viento aumentó su intensidad, las olas empezaron a zarandear el barco cual si fuera una cáscara de nuez y, para colmo, parecía que el capitán estaba empeñado en tomar las decisiones equivocadas.

Los prudentes levantaron entonces la voz. Dijeron: “¿no os lo advertimos? Solo vosotros, necios, erais incapaces de ver que se acercaba una galerna“. Pero la reacción del resto fue echarles la culpa de la calamidad que amenazaba con hundir el barco y a todos los que en él estaban. En vez de trabajar unidos para mantenerlo a flote, acabaron enzarzándose en una pelea.

Entonces un joven, recién salido de la adolescencia, encargado de asistir al clérigo anciano obeso y borrachín que “atendía” espiritualmente a los marineros, apareció en cubierta con un custodia de hierro, oxidada y llena de mugre, pero con el mejor tesoro en ella. Y dijo: “o clamamos a Cristo o nos hundimos“.

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8.09.14

Al sacerdote Juan Rubio le parece fabuloso que Hans Küng se quiera suicidar

Hace unas semanas que se hizo público que la editorial PPC, del grupo SM (marianistas), había decidido cesar al sacerdote jienense Juan Rubio como director de la revista Vida Nueva. Desde entonces, es probable que el P. Rubio haya escrito cosas interesantes o esté embarcado en alguno de los proyectos mencionados en la nota de prensa de PPC, pero ha sido hoy cuando he leído algo de su autoría.

Resulta que el teólogo Hans Küng, enfermo de Parkinson, ha publicado el que seguramente sea el último libro de su vida. Y no digo que sea el último por decir. Es que en el mismo asegura que tiene la intención de morir cuando a él le dé la real gana. Afirma:

“Yo, teólogo católico, quiero decidir cuándo y cómo de he morir".

Esa frase es un resumen de lo que ese pobre hombre entiende por ser católico. Consiste en decir y hacer lo que se quiera y cuando se quiera. Y si uno se ha hartado de la vida porque está enfermo o por cualquier otra razón -¿acaso sufre más el que tiene impedimentos físicos que el que vive en una depresión sin fin?-, pues se mata y santas pascuas.

Dado que en Suiza el suicidio asistido es legal y está a la orden del día, es harto probable que un día nos desayunemos con titulares de prensa dando la noticia de que Küng se ha suicidado.

Ahora bien, que Küng piense eso no debe extrañarnos a nadie. Hace muchas décadas que decidió vivir de la apasionante profesión de “pisoteador público de la fe católica” que había dejado de profesar. Que alguien así simplemente fuera apartado de la docencia católica y no suspendido a divinis y excomulgado, es uno de lo síntomas de la crisis del catolicismo postconciliar, pero ese es otro tema.

El caso es que al sacerdote Juan Rubio no se le ha ocurrido otra cosa mejor que afirmar que las tesis de Küng son la prueba del algodón para el papa Francisco. Cito:

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