19.02.20

El hoyo bajo la Iglesia

Es curioso que las frases más duras de la Escritura fueran pronunciadas casi siempre por nuestro Señor. Qué diferente es el verdadero Cristo de ese Jesús empalagoso, buenista y sesentero que algunos se empeñan en imaginarse.

Desde pequeño, me ha parecido que una de las más terribles de esas frases terribles de la Biblia es la que aparece en la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. Cuando ambos mueren, Epulón, que está en el infierno, pide que Lázaro moje el dedo en agua y vaya al infierno a refrescar su lengua. La respuesta es que eso es imposible, porque entre los salvados y los condenados hay un abismo que no se puede franquear. Si eso ya es terrible, aún más dura es la respuesta a la siguiente petición. Cuando Epulón pide que Lázaro sea enviado a avisar a sus hermanos, para que se conviertan y eviten ir al infierno, se le responde que, si no hacen caso a Moisés y los profetas, tampoco harían caso aunque resucitara un muerto. Uno difícilmente puede evitar estremecerse al pensar que, al ir a Misa, a menudo escucha, sin prestar mucha atención, a “Moisés y a los profetas” y al propio Resucitado.

El domingo me acordé de esto, porque las lecturas parecían estar hablando a los que proclaman de forma pública que no quieren escuchar. El Evangelio habló de que quien se casa con una divorciada o un divorciado comete adulterio. Sí, adulterio. Con todas las letras. Cumpliendo sus propios mandatos, Jesús habló con claridad: que vuestro sí sea sí y vuestro no sea no. Sin excusas, sin eufemismos y sin truquitos para seguir pecando con la conciencia tranquila. Con misericordia y con verdad, sabiendo que, sin la segunda, la primera es falsa misericordia.

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10.02.20

Si el sábado 15 pasan por Segovia…

Visiten la Dama de las Catedrales, admiren el acueducto (sin olvidar un avemaría a la Virgen del Carmen que lo preside) y disfruten del magnífico Alcázar de Alfonso X el Sabio y los Reyes Católicos, con su sobrecogedora leyenda de la pobre aya que dejó caer al infantito al vacío y, desesperada, se lanzó tras él.

No, no he cambiado el tema del blog al turismo. Lo digo porque la belleza, cualquier belleza, ya sea de una catedral, de un acueducto bimilenario o de una brizna de hierba, tiende de por sí a llevarnos hacia Dios. Esto sucede por dos razones. La primera es que la contemplación de algo hermoso suscita en nosotros la humildad y el agradecimiento, por encontrarnos ante una hermosura que nosotros no hemos creado, sino que recibimos como un don. Esta actitud natural es análoga a la actitud sobrenatural de la fe y, por ello, la contemplación de lo bello es una de las mejores formas de praeparatio fidei, de preparación para la fe. Todo lo bello es nuestro aliado.

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31.01.20

¡Viva la santa ironía!

A veces pienso que la existencia, en este mundo creado, de algo tan maravilloso como la ironía es una muestra del sentido del humor de Dios. Y quizá, ¿por qué no?, también sea un intento in extremis de hacernos ver lo ridículo que es el pecado. Si no escuchamos a la Palabra de Dios que nos llama a conversión, quizá el dardo de su santa ironía pueda llegarnos al corazón.

¿Un ejemplo? Hoy, 31 de enero de 2020, el Papa ha hablado en su homilía de Santa Marta sobre los que van a Misa los domingos y se llaman a sí mismos cristianos, pero han “perdido la conciencia del pecado”. Asimismo, señaló que esos cristianos necesitaban tener a alguien que les dijera la verdad y deseó que el Señor les enviara “un profeta” que los “abofetee un poco” cuando se deslizan “en esta atmósfera donde todo parece ser legítimo".

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30.01.20

El problema no es que el sínodo alemán sea vinculante o no

En referencia a la llamada “asamblea sinodal” alemana, que ha comenzado hoy, el cardenal Woelki ha afirmado recientemente, con muy buena intención, que “las decisiones de la asamblea sinodal no tienen efectos legales por sí mismas” y, por lo tanto, cada obispo alemán será libre de asumir o no esas decisiones. Es curioso que se pueda decir algo que es evidentemente cierto y, a la vez, errar el tiro de forma tan rotunda.

Por supuesto, tiene razón en que ese extraño engendro sinodal que han inventado algunos obispos alemanes y que acaba de comenzar no es vinculante, ni para los obispos ni para nadie. Las conferencias episcopales no tienen ningún poder doctrinal y mucho menos lo tienen los inventos no canónicos claramente utilizados para dar la apariencia de legalidad cuando se va más allá de ella.

El problema, sin embargo, no está en la canonicidad o falta de ella. Es un problema de fe. Los obispos alemanes están celebrando una “asamblea sinodal” para negar la fe católica y cambiarla, como varios de ellos ya han reconocido. Cuando eso sucede, los demás obispos no pueden limitarse a decir que esos cambios de la fe no son “obligatorios” para ellos y que, en su diócesis, pueden seguir manteniendo la fe católica. La Iglesia no funciona así. No puede haber una fe en estas diócesis y otra fe diferente en aquellas diócesis de más allá. La unidad de la Iglesia que recordamos en el credo supone, como enseña San Pablo, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios Padre.

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14.01.20

Gracias, cardenal Kasper

Ahora que ha pasado el tiempo navideño, creo que conviene retomar un tema poco apropiado para las festividades, pero que no debe caer en el olvido, porque se trata de uno de esos sucesos que pueden abrir los ojos sobre lo que está pasando. Además, confieso que hace que me sienta agradecido al cardenal Kasper, algo que no ocurre todos los días.

Mi agradecimiento al cardenal Kasper viene de que se ha molestado en conceder una entrevista a José Manuel Vidal (algo que tiene su mérito y que debería descontarle al menos un par de siglos de purgatorio) con el único y exclusivo fin de demostrar que en InfoCatólica teníamos razón en todo lo que dijimos sobre el Sínodo de la Familia. Bueno, no sé si era su fin único y exclusivo, pero sin duda eso es lo que ha conseguido y yo se lo agradezco de todo corazón.

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