7.06.17

Profesores monstruosos

Supongo que podríamos hablar de profesores monstruosos desde el punto de vista académico. He tenido bastantes, la verdad, y podría ser divertido contar algunas anécdotas. Sin embargo, lo vamos a dejar para otra ocasión, porque hoy quiero hablar de profesores monstruosos en el sentido literal del término.

Sí, así es. Por fin está aquí el segundo libro de la colección Aventuras del Comando Relámpago de la Editorial Vita Brevis: El día de los profesores monstruosos, de Gonzalo del Castillo. Se trata de una colección para niños de 8 a 13 años (más o menos) sobre las peripecias de cuatro niños que, aburridos al final del verano, deciden dedicarse a cazar monstruos (a fin de cuentas, alguien tiene que hacerlo).

Estamos seguros de que El día de los profesores monstruosos tendrá éxito, porque el primer libro de la colección, Momias radioactivas, recibió una calurosa acogida entre los lectores y muchos niños estaban deseando que se publicara el segundo episodio de la saga. Algunas reseñas para dar una idea:

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5.06.17

Mejores que Jesucristo

Después de mucho tiempo pensando sobre esta cuestión, he ido llegando a la conclusión de que las diversas heterodoxias actuales pueden atribuirse, en su gran mayoría, al asombroso convencimiento de sus autores de que son mejores que Jesucristo. Ya sé que desafía a la imaginación que alguien se defina como cristiano y crea ser mejor que Cristo, pero, desgraciadamente en este caso, la realidad supera con creces nuestra imaginación.

La soberbia desorbitada del pensamiento actual, con raíces en el evolucionismo filosófico, ha hecho que el hombre moderno mire por encima del hombro a todos los hombres de épocas anteriores por el mero hecho de haber vivido en el pasado. En ese sentido, se da por supuesto que el presente siempre y por definición es superior al pasado. Esta tendencia, que es casi universal en el pensamiento moderno, tiene su expresión dentro de la Iglesia en los variados heterodoxos actuales que, como lo más natural del mundo, miran por encima del hombro al propio Cristo.

El caso más claro, sin duda, es el de la plaga de eclesiásticos empeñados en admitir el divorcio en la Iglesia so capa de misericordia. Lo planteen como lo planteen, subyace a todos sus razonamientos el convencimiento de ser más misericordiosos que Jesucristo, que prohibió explícitamente y con absoluta claridad el divorcio. A este carro se suben todos los deseosos de aprobar las parejas del mismo sexo, las relaciones prematrimoniales, los anticonceptivos y un largo etcétera, considerando que Jesús, en realidad, vino a la tierra para decirles lo que ellos ya sabían y para darles unas cariñosas palmaditas en la espalda por lo listos que son.

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4.06.17

Los colores de Pentecostés

Pentecostés color rojo

La Iglesia es una realidad sacramental, que nos regala a manos llenas la gracia invisible de Dios por medio de signos materiales que se pueden ver y tocar. No es extraño, pues, que las fiestas, para un católico, tengan asignados colores propios, como parte de esa sacramentalidad que hace visible lo invisible.

Los días de cuaresma y de adviento están asociados al color morado, como días de espera y de penitencia. Durante el tiempo ordinario, las vestiduras litúrgicas son de color verde, el color de la vitalidad y la esperanza que son propias de la extraordinaria vida ordinaria de un cristiano. En Pascua, el color litúrgico es el blanco, el color de la resurrección, de la vida eterna en la Jerusalén celeste. ¿Cuál es el color de Pentecostés? Quizá la pregunta adecuada sería, más bien, cuáles son los colores de Pentecostés.

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30.05.17

Santo Tomás Becket. A Dios lo que es de Dios

En esta época en la que la Iglesia parece sucumbir a un ritmo acelerado ante las presiones del Estado en todo el mundo, no se me ocurre ninguna lectura mejor que aconsejar a los lectores que el último libro que ha publicado la Editorial Vita Brevis. Se trata de Santo Tomás Becket. A Dios lo que es de Dios, un libro de Robert Hugh Benson.

A mi juicio, leer esta vida de Santo Tomás de Canterbury, o Tomás Becket, resulta especialmente interesante y esperanzador para los católicos de nuestro tiempo. Quizá la mayoría de los obispos de hoy no se caractericen precisamente por su gran valentía, pero en la historia de la Iglesia tenemos grandes ejemplos de obispos sin miedo, como Santo Tomás, que supieron plantar cara a los tiranos de su época. Leyendo sus historias, se alimentará nuestra esperanza de que también hoy la gracia de Dios haga milagros entre nosotros.

Conviene tener en cuenta que el enfrentamiento entre Enrique II Plantagenet de Inglaterra y Santo Tomás Becket no fue simplemente un desencuentro personal entre dos personajes, sino algo más profundo. Se trató de una de las primeras manifestaciones de la gran disputa entre la Iglesia y el Estado, ocasionada por las pretensiones de este último de obtener el control absoluto de la sociedad. De hecho, a grandes rasgos se podría contar la historia de los siglos posteriores a la Edad Media como la victoria progresiva del Estado en su lucha por suplantar a Dios y hacerse omnipotente en la vida de los hombres.

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25.05.17

La abuela de Santa Maravillas

Santa Maravillas de jovenReleyendo la más que recomendable vida de Santa Maravillas de Jesús escrita por el P. Iraburu y publicada por la Editorial Gratis Date, me he fijado en una frase que, en anteriores lecturas, no había llamado mi atención:

Doña Patricia Muñoz, viuda, vive con ellos, ha hecho voto de pobreza, e influye mucho en la formación espiritual de su nieta Maravillas, le lee vidas de santos, le enseña a orar y a amar la pobreza y a los pobres”.

Supongo que es comprensible que no me fijara en estas líneas, porque la abuela no es uno de los “protagonistas” del libro y, si no recuerdo mal, no vuelve a mencionarse más en él después de esta breve aparición.

Creo que la referencia a la abuela de la santa, sin embargo, es más importante de lo que parece. Seguro que muchos pensarían que estaba loca. ¿Qué sentido tenía que una anciana viuda hiciera voto de pobreza y se consagrara a Dios? Además, ni siquiera había ganado la compañía y el apoyo de otras religiosas en un convento, sino que era un voto privado. ¿A quién beneficiaba eso? ¿Para qué podía servir? ¿No había hecho ya suficiente? ¿No era mejor que se dedicara a otras cosas, en lugar de tanto rezar, y que viviera lo más a gusto posible los pocos años que le quedaban de vida?

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