25-V: Conmemoración del Primer Ángelus
A los católicos que defendemos la vida humana sin excepciones, nos alegra juntar a la gran fiesta del Nacimiento o Navidad del Hijo de Dios, la fiesta de su concepción en el seno de María: el inicio de los 9 meses de vida del Hijo de Dios en el seno de su madre. Es la fiesta de la Encarnación, del primer Ángelus en que "El Verbo se hizo carne y empezó a habitar entre nosotros".
Perdóneseme la coma elidida detrás de "católicos", porque sabido, público, notorio y estridente es que no somos todos los católicos, los que defendemos la vida desde la concepción, y mucho menos los que estamos dispuestos a solemnizar el 25 de marzo como la gran fiesta del inicio de la vida. Es tan cómodo, comprensivo y socialmente aceptado deshacerse del ser humano recién concebido y cuanto antes mejor, que la conciencia de muchísimos católicos de todo rango, dejándose arrastrar por el ambiente, acepta que lo esencial para que el aborto sea comprensible y aceptable son los plazos: que mientras se aborte "a tiempo", todo está bien. Eso es, la cuestión no es si se aborta, sino cuándo se aborta: que si es antes de que la criaturita tenga forma, no hay por qué torcer el ceño ni ir de antiabortista.