11.01.19

El cisma intraortodoxo según Soloviev

Por si a algún lector le interesa, traduzco para el blog la explicación que, hace algo más de cien años, dio proféticamente Vladimir Soloviev sobre el cisma que se ha producido este año entre la facción rusa de los ortodoxos y la facción constantinopolitana. Son solo un par de párrafos del interesantísimo libro Rusia y la Iglesia Universal, escrito como una potente defensa de la autoridad del Papa y de la necesidad de unión entre los ortodoxos y la Iglesia Católica.

Como ruso ortodoxo que amaba intensamente su país y su tradición religiosa, Soloviev conocía muy bien los puntos fuertes y también las debilidades de la Ortodoxia. Precisamente por ese amor, no dudó en describir con una durísima claridad el gran problema endémico de las iglesias surgidas del cisma de Oriente: una unidad solo aparente, por la falta de una verdadera autoridad común.

Si el sueño de Soloviev se hubiera realizado y los ortodoxos hubieran vuelto a la comunión con la Iglesia Católica, trayendo consigo su gran amor por la Tradición y la liturgia y su empeño en conservar la fe frente a las modas del mundo, quién sabe si la gran crisis que, por distintas razones, ambos sufrimos ahora se habría evitado. El diablo aprovecha los pecados y disensiones de los hombres para sus propios fines, pero no olvidemos que Cristo es y será siempre el Señor de la Historia.

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8.01.19

Histerectomía: la Congregación para la Doctrina de la Fe se contradice

La Congregación de la Doctrina de la Fe, respondiendo un dubium, decidió el mes pasado que es lícito extirpar el útero cuando hay certeza de que un embarazo acabaría en aborto (10 de diciembre de 2018). En concreto, según la duda presentada, la cuestión concierne la  licitud de la histerectomía, es decir de la extirpación del útero, si «el útero se halla de forma irreversible en un estado tal que ya no puede ser idóneo para la procreación, y médicos expertos han alcanzado la certeza de que un posible embarazo conducirá a un aborto espontáneo, antes de que el feto pueda alcanzar el estado de viabilidad».

La Congregación de la Fe ha respondido que es lícito realizar la histerectomía en esos casos, «porque no se trata de esterilización». Y explica que «el elemento que hace esencialmente diferente la pregunta actual es la certeza alcanzada por médicos expertos de que, en caso de embarazo, el mismo se detendría espontáneamente antes de que el feto alcance el estado de viabilidad. Aquí no se trata de dificultades o riesgos de mayor o menor importancia, sino de una pareja para la cual no es posible procrear».

La respuesta es sorprendente, porque basa su argumentación en la idea de que si el feto no llega a nacer, no hay procreación. Esa afirmación, sin embargo, es obviamente falsa. La Iglesia siempre ha creído y enseñado que el feto es una persona humana y que, por lo tanto, desde el mismo momento de la concepción ya hay procreación. Baste recordar el Catecismo de la Iglesia Católica:

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3.01.19

La iglesia Costadoatiana, cada día más mundana

Tengo un gran cariño por Chile, donde viví un tiempo. Por eso me ha entristecido especialmente leer un nuevo artículo de un jesuita chileno, el P. Jorge Costadoat, SJ, lleno de afirmaciones absurdas y tonterías varias sobre los anticonceptivos, la moral sexual y, en general, la naturaleza del cristianismo y de la Iglesia. Este jesuita es tristemente célebre porque, después de no sé cuántos años de enseñanza en la Pontificia Universidad Católica de Chile, el cardenal Ezzati se hartó y no le renovó la misión canónica necesaria para dar clase. Por supuesto, con grandes protestas de multitud de sacerdotes y “teólogos” tan desorientados como el propio jesuita.

Lo más triste, claro está, es que alguien que (como se puede ver más abajo) no cree en nada ni siquiera ligeramente católico haya deformado durante años las mentes de los estudiantes de la Universidad Católica y siga siendo jesuita con el beneplácito de sus superiores. Como otras veces, el artículo del P. Costadoat va en negro y mis comentarios en rojo.

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1.01.19

Año del Señor de 2019

Poco a poco hemos ido perdiendo muchas cosas sin darnos cuenta. Una a una, quizá parezca que no tenían importancia, pero lo cierto es que, en conjunto, ayudaban a vivir cristianamente y su ausencia dificulta la vida según la fe.

Estos días, por ejemplo, escuchamos (y decimos) por todas partes “feliz año nuevo”, “feliz año 2019”. Antiguamente, sin embargo, nunca se habría hablado del año 2019. Se habría dicho “año del Señor de 2019”, anno Domini, año del Nacimiento del Señor o algo similar.

¿Un simple detalle? Puede ser, pero era un detalle que volvía el tiempo de cara a Dios, que nos recordaba que los años, los siglos y los milenios no pasan porque sí, de forma impersonal y sin rumbo, sino que la historia del hombre y del universo tiene un principio, un final y, sobre todo, un centro: un niño pequeño nació pobremente en un pueblecillo desconocido, Dios se hizo carne, y ya nada será nunca igual.

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21.12.18

El Niño perdido

Como ya es tradicional, me gustaría felicitar las inminentes Navidades a los lectores del blog con un villancico. Los lectores veteranos ya sabrán que, en mi familia, acostumbramos a componer un villancico nuevo cada año y a cantarlo juntos, con gran diversión, entusiasmo y algarabía, aunque la afinación sea mejorable, la coordinación cuasi-inexistente, la grabación aficionada y las voces las que tenemos.

Este año, el villancico contempla el misterio gozoso del Niño perdido y hallado en el templo. Es un misterio especialmente apropiado hoy, porque nuestro mundo hace tiempo que ha perdido al Niño. Conserva por inercia la fiesta de su nacimiento, pero se ha olvidado de lo que celebra y por eso su celebración tiene un aire fatigado y de desesperanza que no puede ocultar. Le falta el Niño y, sin Él, nada tiene sentido. Como dice el villancico: “mira que el mundo se muere porque no lo tiene, porque lo perdió".

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