¿Son muchos o pocos los que se salvan?
Hace unos días, en los comentarios de este blog se hablaba de la importancia de que los sacerdotes sean buenos predicadores y yo puse como ejemplo de buen predicador actual al P. Raniero Cantalamessa.
El P. Cantalamessa es un capuchino italiano, perteneciente a la Renovación Carismática Católica, que fue nombrado predicador papal por Juan Pablo II y ha sido mantenido como tal por Benedicto XVI. Como predicador de la Casa Pontificia, ha predicado muchas veces ante el Papa, obispos y cardenales.

Como dijo Benedicto XVI, la gran herencia del Concilio Vaticano II, no es un “espíritu” reconstruido detrás de los textos, sino precisamente los grandes textos conciliares. Por desgracia, resulta muy común que se apele a un etéreo “espíritu del Concilio” para defender posturas contrarias a lo que el propio Concilio verdaderamente dijo y defendió.
Ayer me hicieron notar que algunos de mis artículos en este blog se habían comentado en un . Como siempre es interesante ver no sólo las reacciones que tienen los comentaristas que escriben aquí, sino también los que pueden hacer referencias en otras páginas, me decidí a echar un vistazo a los comentarios.
Como ya habrán supuesto los lectores, el título de este artículo hace referencia a la conocida novela de José María Gironella, “Un millón de muertos”. En ella, Gironella escribe sobre la última guerra civil española y da la mencionada cifra de víctimas mortales del conflicto, que se ha convertido en un número mítico. Esta cifra, según creen los historiadores, es muy exagerada y el número real de caídos en la guerra, de ambos bandos y tanto civiles como militares, debió acercarse más a los doscientos cincuenta mil.
Hoy que es San Bernardo, me he acordado del magnífico himno Iesu, dulcis memoria, que se le atribuye. Es, sin duda, una obra maestra de la Iglesia medieval, que todo cristiano debería conocer.



