¡Bien por la prudencia del Papa!

Ayer, el Papa León XIV, hizo una declaración de las de quitarse el sombrero. De las de ponerse a cantar y a bailar cuando uno las escucha.
Fue una declaración cortísima, pero ya saben: lo bueno, si breve, dos veces bueno. A una periodista metomentodo que le preguntó sobre Trump y el envío de tropas a Chicago, el Pontífice respondió con sencillez: “prefiero no comentar las decisiones políticas que se han tomado en los Estados Unidos. Muchas gracias”.
¿Cómo? ¿Qué no es para tanto? Claro que lo es. La prudencia en un obispo, y más aún en un Papa, implica saber cuándo debe hablar y cuándo debe callar. El Papa anterior, por ejemplo, no sabía callarse el pobre y, de forma inevitable, metía la pata en sus declaraciones a los periodistas. En particular, la prudencia necesaria para un Vicario de Cristo incluye ser muy consciente de que hay temas sobre los que el Papa no tiene autoridad, ni competencia, ni generalmente conocimientos y, por lo tanto, que debe dejar a los laicos.













