El mapa del tesoro
Desde pequeño, me han fascinado los mapas. Si uno lo piensa un poco o, mejor, lo mira con los ojos llenos de admiración de un niño, resulta emocionante que montañas altísimas, profundos ríos y ciudades y aldeas llenas de gente se introduzcan, como por arte de magia, en un pequeño mapa que se puede doblar y meter en el bolsillo. Por no hablar de que todo mapa está pidiendo una buena X que marque la situación de un tesoro escondido y unos cuantos monstruos en las zonas desconocidas e inexploradas.
Traigo hoy al blog un mapa lleno de X. Es el mapa de los grupos de anglicanos que ya han manifestado su deseo de pertenecer a la Iglesia Católica en los nuevos ordinariatos anglocatólicos de Estados Unidos y Canadá. Cada uno de ellos es un tesoro para la Iglesia. Y un tesoro desconocido hasta ahora para nosotros, que el Papa Benedicto XVI se ha molestado en buscar y en excavar.

El lector perspicaz habrá observado que, desde ayer, aparecen un par de anuncios aquí en el blog, a mano derecha. Son anuncios de una nueva editorial en cuya creación he participado. Supongo que, de vez en cuando, iré contando cosillas en el blog.
Me encantan las vidas de los santos. Creo que, fuera de los sacramentos y la oración, pocas cosas hay que despierten más el deseo de vivir cristianamente, de entregar la vida a Dios, de ir al cielo y amar a los enemigos. En la vida de los santos se puede ver, de forma concreta y real, en personas concretas y reales, que el seguimiento de Cristo es posible y merece la pena, que no hace falta conformarse con medianías y que Dios está deseando hacer maravillas con nosotros.
He leído un estupendo articulito del P.
1. El Adviento lo inventamos los españoles. Para que luego digan que no inventamos nada. El primer dato histórico relativo a un periodo de preparación para la Navidad se puede encontrar en las actas del Concilio de Zaragoza, en el año 380. Durante los días 17 a 25 de diciembre, los cristianos debían asistir a la iglesia todos los días, preparándose para la celebración del Nacimiento del Señor. No es una mala costumbre, podríamos aprovecharla nosotros.



