21.03.11

Artículo herético de Manuel de Unciti

No deja de ser sorprendente que, una y otra vez, podamos leer en los periódicos artículos de sacerdotes y religiosos en los que se defienden de forma clara y directa herejías frontalmente opuestas a la doctrina de la Iglesia. Hoy parece ser el turno de D. Manuel de Unciti, sacerdote donostiarra, que ha escrito un artículo en El Correo, en el que defiende la eliminación del orden sacerdotal.

¿Qué idea de su propio sacerdocio tendrá alguien que piensa así? Y, lo que es más grave, ¿qué habrá enseñado durante años desde ese púlpito mediático que sus obispos le han permitido ocupar al escribir en los periódicos? ¿Cómo es posible que a alguien que lleva años y años diciendo cosas así le premie la propia Conferencia Episcopal con el Premio Bravo? Mis comentarios, como siempre en color rojo.

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(Manuel de Unciti, El Correo) Hasta un ’sabio distraído’ como Rafael Sánchez Ferlosio lo ha advertido y lo ha proclamado, con total desparpajo según su costumbre, a los cuatro vientos: «Su problema más grave es la desesperación porque no tiene vocaciones». Se refería -fácil es de entender- a la Iglesia. Y hay que añadir que son muchos los católicos que, con mayor o menor acierto, comparten este juicio o esta aprensión. «La Iglesia, dicen, se queda sin curas, sin sacerdotes». [Parte todo el artículo de este juicio, incorrecto por dos razones principales. En primer lugar, no es cierto que no haya vocaciones, sino que en algunas zonas de la Iglesia, en general en Europa y Norteamérica, el número de nuevos sacerdotes y religiosos ha bajado mucho, mientras que en otras zonas de la Iglesia la tendencia es la contraria. Y dentro de cada zona, varían mucho también unas diócesis de otras, por razones que cada vez se hacen más evidentes. En segundo lugar, la falta de vocaciones no es ni puede ser el “problema más grave” de la Iglesia, sino más bien una consecuencia del verdadero problema: la pérdida de la fe o su sustitución por ideologías en muchos o muchísimos católicos y, por desgracia, también sacerdotes, como muestra este artículo].

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19.03.11

Imágenes de Japón

Llevo varios días trabajando en la traducción simultánea de las noticias que vienen de Japón para un canal de televisión. Una semana contemplando las imágenes terribles de la devastación producida por el terremoto y el tsunami y del riesgo posterior de contaminación radioactiva en la central de Fukushima.

Una de las imágenes más duras era de las olas enormes del tsunami que arrasaban una población, mientras se podía ver a unas figuras minúsculas corriendo para salvarse de ellas. Las voces japonesas de los que estaban junto a la cámara (que yo escuchaba traducidas al inglés) gritaban con angustia “corred, corred, sólo un poco más", mientras se oían de fondo los gritos de varias mujeres. Las imágenes se interrumpían y no se llegaba a saber que había pasado con aquellas personas. Igual que nadie conocerá los últimos momentos de miles y miles de personas que murieron ahogadas o aplastadas.

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17.03.11

¿Cuándo fue la última vez que te confesaste de tentar a Dios?

Algunas personas apenas escuchan las lecturas en la Misa. Ésos son los buenos y piadosos. Los demás generalmente no las escuchan en absoluto. Supongo que no es necesario probar esto que digo, ya que resulta evidente, pero, para darse cuenta de ello, basta compararlo con un ejemplo de la vida “civil”.

Es cosa sabida que los maridos (todos menos yo, por supuesto, cariño) desarrollan la habilidad de poner cara de atención a las interesantes historias de sus esposas sobre la vecina del tercero mientras piensan en fútbol, trabajo o Teología. Asienten con la cabeza, emiten periódicamente sonidos difusos y poco comprometedores y dicen cosas como “ya”, “claro” o “vaya”. Sin embargo, la ley de hierro de la supervivencia de los más aptos hace que, al cabo de algunos años, los maridos descubran que eso no basta: es esencial tener un piloto automático inconsciente que detecte frases peligrosas o extrañas en la conversación, para pasar inmediatamente de modo Auto a modo Consciente. Me refiero a cosas como “es baratísimo”, “me han dicho que la obra sólo tardaría un mes” o “dice mi madre que estaría encantada de pasar tres meses con nosotros”. Un marido que ignora esas señales está corriendo graves riesgos.

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14.03.11

Una monja adopta un hijo

Hablábamos ayer del proyecto de un blog norteamericano de adoptar virtualmente a “sacerdotisas” para rezar por ellas. Algún lector comentó la posibilidad de adoptar a las energúmenas que irrumpieron hace poco en una Misa y se desnudaron como “acto de protesta”. Otros pensaron en adoptar a los japoneses que están sufriendo lo del tsunami y rezar por ellos. Hasta hubo (horresco referens) quien sugirió adoptar a Luis.

Todo esto me ha animado a traer al blog un relato estupendo que hace Santa Teresa de Lisieux sobre algo que sucedió cuando aún era una niña. Es una de esas historias que deberíamos contar a nuestros hijos, porque se graban en la imaginación para toda la vida. En ella, Santa Teresita cuenta con gran sencillez la historia de su “primer hijo". Quien la conozca, disfrutará releyéndola y quien no la conozca creo que se alegrará de haber pasado hoy por este blog.

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10.03.11

De perdices mareadas, cismas y lefebvrianos

En España, existe la expresión “marear la perdiz”. No sé si en Hispanoamérica la habrán conservado o, visto que por allá no hay perdices, se habrá transformado en marear el cóndor, el colibrí o el guacamayo, según la fauna de los diversos países. En cualquier caso, su significado es algo universal: dar vueltas a una cuestión sin ir a lo esencial y meterse en mil temas accesorios que, en lugar de contribuir a solucionar el problema, lo enredan cada vez más.

Esta introducción viene a cuento de las diversas réplicas al artículo del P. Iraburu en InfoCatólica “Filo-lefebvrianos I”, varios de cuyos autores tienen evidentes habilidades dialécticas y amplios conocimientos en algunos campos, como el Derecho Canónico. He leído con interés varias de esas respuestas, en comentarios al propio post o en artículos en otros lugares de Internet. He estado tentado de ponerme a discutir sobre la multitud de temas concretos que plantean esas réplicas, pero creo que es más apropiado señalar su fallo fundamental: Marean la perdiz.

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