Pobre elogio de la tolerancia
José María Castillo escribe en Religión Digital un “Elogio de la tolerancia”. Este ex-jesuita siempre consigue despertar al profesor dormido que reside en mi interior, porque, cuando leo algo escrito por él, se me van las manos solas a coger un lápiz rojo para corregirle.
Además, el tema de la tolerancia se presta especialmente a hablar mucho y no decir nada, que es algo que me molesta especialmente. Hoy he dado rienda suelta a mis instintos y me he dado el gusto de comentar su artículo. Por supuesto, mis comentarios van en rojo. Y no pongo una nota al final, porque, aparentemente, eso sería muy intolerante por mi parte.

Es bien sabido que los estados confesionales no están de moda. Desde que el Concilio Vaticano II habló de libertad religiosa, parece que los Estados explícitamente cristianos son algo del pasado… ¿O no es así?
Durante los últimos días se ha estado hablando, en el blog
Hoy quiero invitar a los lectores a pensar un poco. Pero no como respuesta a razonamientos rigurosos y profundos, porque eso, por desgracia, se lleva muy poco actualmente (con honrosas excepciones, claro, como los lectores de este blog). Pasaron ya los tiempos, más sabios que los nuestros, en los que una disputa entre Arrio y Atanasio, San Bernardo y Abelardo, Newman y Kingsley o Chesterton y Shaw electrizaba a la opinión pública y era seguida con tanto o más interés que una guerra o una crisis económica.



