Evolucionismo y fe cristiana
Hace tiempo que no hablamos en el blog sobre la teoría biológica de la evolución y el evolucionismo filosófico, dos cosas muy diferentes y a las que corresponden juicios y herramientas intelectuales también muy diferentes. Aparte del interés puramente científico que pueda tener, el tema toca de cerca a una de las grandes corrientes de pensamiento de los últimos dos siglos: el materialismo ateo.
El materialismo ateo es una corriente singularmente estéril, porque resulta inmediatamente contradictoria consigo misma. En efecto, se trata de una ideología metafísica, que, según sus propios presupuestos, no puede existir o, en el mejor de los casos, no tiene sentido. Esta contradicción interna evidente solo ha podido subsistir intentando colocarse un disfraz científico que la disimulase. La estrategia, hay que reconocerlo, ha funcionado muy bien: el gran prestigio de la ciencia desde el siglo XVIII cubre la multitud de los pecados y el ateísmo materialista lo ha aprovechado para decir algo así como: “sí, racionalmente no tengo el más mínimo sentido, pero soy científico”. Eso era literalmente lo que decía Marx y, sin el menor atisbo de vergüenza, siguen diciéndolo siglo y medio después multitud de ateos.