De Canterbury a Roma y de Roma a Canterbury
He tenido que reírme al leer que el “obispo” anglicano de Worcester, John Inge, decía esto en Twitter:
“Parece haber en general una preocupación por los anglicanos que se convierten al catolicismo. Recibe menos publicidad el considerable movimiento que hay en la otra dirección y que se debe a diversas razones”.
La afirmación del honorable Mr. Inge es, sin duda, un cómico ejercicio de la sutileza tan típica de los ingleses, porque las razones principales del (escaso) movimiento de católicos que se hacen anglicanos son muy conocidas y resulta muy comprensible que los propios anglicanos no les den publicidad, ya que generalmente no resultan muy ejemplares. En esencia y siendo claros, suelen reducirse al deseo de saltarse el celibato, el voto de castidad o la indisolubilidad del matrimonio, la búsqueda de aprobación de conductas inmorales o el intento de hacerse una religión a la medida, más en consonancia con los siempre cambiantes criterios del mundo.
No crean que esta observación es puramente de mi cosecha. De hecho, es un lugar común tanto para los católicos como (a regañadientes) para los anglicanos desde hace mucho tiempo. A fin de cuentas, el propio anglicanismo comenzó precisamente por esas razones. En cualquier caso, si quieren voces más autorizadas que la mía, escuchemos a dos antiguos pastores anglicanos que se convirtieron al catolicismo y que responden al “obispo” en Twitter.