InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en el mundo

3.01.23

De Canterbury a Roma y de Roma a Canterbury

He tenido que reírme al leer que el “obispo” anglicano de Worcester, John Inge, decía esto en Twitter:

“Parece haber en general una preocupación por los anglicanos que se convierten al catolicismo. Recibe menos publicidad el considerable movimiento que hay en la otra dirección y que se debe a diversas razones”.

La afirmación del honorable Mr. Inge es, sin duda, un cómico ejercicio de la sutileza tan típica de los ingleses, porque las razones principales del (escaso) movimiento de católicos que se hacen anglicanos son muy conocidas y resulta muy comprensible que los propios anglicanos no les den publicidad, ya que generalmente no resultan muy ejemplares. En esencia y siendo claros, suelen reducirse al deseo de saltarse el celibato, el voto de castidad o la indisolubilidad del matrimonio, la búsqueda de aprobación de conductas inmorales o el intento de hacerse una religión a la medida, más en consonancia con los siempre cambiantes criterios del mundo.

No crean que esta observación es puramente de mi cosecha. De hecho, es un lugar común tanto para los católicos como (a regañadientes) para los anglicanos desde hace mucho tiempo. A fin de cuentas, el propio anglicanismo comenzó precisamente por esas razones. En cualquier caso, si quieren voces más autorizadas que la mía, escuchemos a dos antiguos pastores anglicanos que se convirtieron al catolicismo y que responden al “obispo” en Twitter.

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29.12.22

El jesuita que “perdona” a Benedicto XVI

Un conocido jesuita heterodoxo norteamericano, el P. Thomas Reese, ha aprovechado que Benedicto XVI está gravemente enfermo para publicar un artículo en que el que “perdona” al Papa emérito por haber corregido sus barbaridades y heterodoxias. Como el artículo en realidad es un ataque a Benedicto XVI que debe ser respondido y además muestra con claridad varias de las dolencias que han aquejado a la Iglesia durante medio siglo, me ha parecido oportuno traducirlo casi en su totalidad y traerlo al blog.

Mis comentarios, como siempre, están en rojo.

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Conocí al cardenal Joseph Ratzinger en 1994, cuando estaba investigando para mi libro “Dentro del Vaticano: la política y la organización de la Iglesia Católica” [Ya esto nos da un indicio de cuál es la visión de la Iglesia del P. Reese: una visión política en el peor sentido de la palabra]. Me estaba preparando para irme de Roma y él fue una de las últimas y más importantes entrevistas para el libro. Debido a una enfermedad, tuvo que cancelar nuestra primera cita y luego amablemente la reprogramó para un horario en el que la mayoría de los funcionarios del Vaticano estaban durmiendo la siesta.

Al final de la entrevista, le pedí su bendición, algo que solo hice con otros dos funcionarios del Vaticano, porque sentí que estaba en presencia de un hombre santo. [Es triste que un sacerdote que pretende ser teólogo no sepa que la bendición que imparte cualquier sacerdote es de Dios y no propia, así que resulta ridículo afirmar que solo se pide a los que uno considera santos, pero agrada (y sorprende) que llame “hombre santo” a Benedicto XVI] Pero también sabía que estaba en presencia de un hombre que, como jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, había causado un daño irreparable a la discusión teológica en la iglesia [Ah, ahora se entiende. Lo que quería decir es que el Papa Benedicto es un “santito”, un hombre piadosillo pero tontorrón e ignorante, porque, el pobre, no está a la altura de teólogos como el P. Reese y, con su falta de capacidad intelectual, ha hecho un daño irreparable a la Iglesia. En fin, para mirar con esa suficiencia a Benedicto XVI hay que tener no solo una idea exageradísima de la propia valía, sino también ignorancia monumental].

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22.12.22

«Si bastara con deshacerse de los obispos…»

En una tribuna publicada en Le Figaro, el obispo de Nanterre, Monseñor Matthieu Rougé, comenta otros dos artículos de opinión escritos recientemente por pensadores franceses, Jean de Saint-Cheron y Guillaume Cuchet, en los que “se llama a la carga contra los obispos […] con tonos casi dignos de Lutero y Calvino”. En efecto, en ellos se reprocha que el discurso episcopal ya no tiene el menor peso en la esfera pública, que prácticamente nadie sabe siquiera el nombre del arzobispo de París y se constata la gran decadencia del catolicismo y de la Iglesia desde la Ilustración.

Ese tipo de artículos de denuncia no suelen ser muy del gusto episcopal, pero, sorprendentemente, Mons. Rougé los considera “severos, pero en realidad posiblemente saludables”. Más aún, reconoce que es imposible “no entender que los escándalos repetitivos, que afectan incluso a obispos y cardenales, susciten la incomprensión o la estupefacción, la tristeza, la cólera, el desaliento y la tentación de desentenderse”. Asimismo, confiesa que, “siendo obispo, también ve cómo se apoderan de él, a veces violentamente, los mismos sentimientos”.

En ese sentido, se atreve a decir que “si bastara con deshacerse de los obispos para que la Iglesia recobrara su vigor y esplendor, no habría que vacilar ni un momento”. Sin embargo, si bien “una purificación de la Iglesia es necesaria y urgente a todos los niveles de responsabilidad”, “hay que afinar el diagnóstico y no equivocarse de remedio”.

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5.11.22

¿Qué podemos hacer para solucionar la crisis de la Iglesia?

Quizá la pregunta más frecuente que plantean los lectores desde hace unos años sea esta: ¿qué podemos hacer para resolver esta crisis que sufre la Iglesia? No podemos seguir así, tenemos que hacer algo. Rezar y todo eso está muy bien, pero ¿qué podemos hacer nosotros?

Teniendo en cuenta que son tiempos recios, como decía Santa Teresa, la pregunta es muy comprensible y yo me he preguntado lo mismo muchas veces. Es cierto que la situación de la Iglesia, en varios aspectos, es desoladora y angustiosa. Nada hay más normal que el hecho de que un hijo de la Iglesia ame a su madre y quiera encontrar una forma de ayudarla en ese trance. Veamos, pues, qué se puede responder a una pregunta tan natural en nuestros tiempos.

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28.10.22