InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en el mundo

6.12.16

La situación de la Iglesia es muy grave

Después de más de dos años de escribir en mi blog la serie “Polémicas matrimoniales” en torno a los dos Sínodos de la Familia, en los que hemos visto a multitud de obispos pronunciarse como favorables al “divorcio católico”, a los anticonceptivos o a las parejas del mismo sexo, lo que más me sorprende es que constantemente aparece gente que me dice que “no pasa nada”, que las cosas “siguen igual”, que todo es un malentendido y que no hay que preocuparse.

Por un lado, creo que la estrategia del avestruz de hundir la cabeza en tierra y negar la crisis en la que estamos inmersos es ridícula. Por otro lado, sin embargo, entiendo que hay gente que sólo ha seguido de lejos la cuestión o no tiene la preparación necesaria para entender la gravedad de la situación, no sólo por la magnitud de la confusión creada, sino ante todo por la importancia de la materia a la que afecta esa confusión. Voy a intentar, pues, dar una idea resumida de la importancia de lo que la Iglesia se está jugando en este tema.

Sería imposible tratar en un artículo todos los casos, declaraciones, textos y sucesos concretos que han ido llevando a esta situación (muchos de los cuales ya traté en la serie Polémicas matrimoniales), así que me voy a limitar a analizar el hecho más importante y decisivo: la carta de los obispos de la Región Pastoral Buenos Aires sobre la interpretación de Amoris Laetitia, fechada el 5 de septiembre de este mismo año, y la carta del Papa Francisco, que aprueba esa interpretación. Esas dos cartas supusieron, a mi juicio, un punto de inflexión de toda esta crisis por la que está pasando la Iglesia. No parece que sea una casualidad que los dubia de los cuatro cardenales se presentaran unos días después de la fecha de dichas cartas. Como veremos, tras ambas cartas la confusión se hizo tan grande que la situación se tornó insostenible.

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29.11.16

Protestantes sin saberlo

A veces, la parte humana de la Iglesia me desespera y necesito una buena inyección de oración ante el Santísimo para avivar la esperanza teologal. Ya sabemos que la Iglesia está formada por hombres débiles, falibles y pecadores, pero a veces las barbaridades son tan grandes… Desgraciadamente, es frecuente que incluso altos personajes de la Iglesia hablen como protestantes, supongo que sin darse cuenta.

Veamos un ejemplo de esta semana. A Mons. Pío Vito Pinto, Decano de la Rota Romana, máxima autoridad de la Iglesia católica en procesos de nulidad, le han preguntado en la Universidad San Dámaso si la Iglesia podría estar abrazando la reforma protestante. Y Mons. Pinto responde:

“Lutero destruyó la fe católica de los apóstoles. La Iglesia católica cree que en la Eucaristía está presente Jesucristo, y el protestantismo no cree en la presencia real de Cristo en la comunión. Esta es la gran diferencia".

A la primera frase, nada que objetar. Lutero rechazó una gran parte de la fe católica. Hay decenas y decenas de dogmas, sólo en el Concilio de Trento, que condenan sus herejías.

La segunda frase, sin embargo, es increíble. ¿Cuál es la “gran diferencia” entre el protestantismo y el catolicismo para Mons. Pinto? Que “la Iglesia católica cree que en la Eucaristía está presente Jesucristo, y el protestantismo no cree en la presencia real de Cristo en la comunión". ¡Increíble! Eso apenas tiene nada que ver con la realidad. Lo que Mons. Pinto ha calificado de fe católica es, de hecho, la postura protestante.

Todos los protestantes creen que Cristo está presente en la comunión. Unos piensan que está espiritualmente presente, otros que simbólicamente y otros que realmente (es decir, sustancialmente). Precisamente los luteranos (siguiendo a Lutero) piensan que Cristo está realmente presente en la Comunión, en el pan y el vino (es lo que se llama técnicamente consustanciación, porque la sustancia de Cristo está presente junto con la sustancia del pan y el vino).

La diferencia está en que los católicos creemos en la transustanciación. La sustancia, el mismo ser, del pan y vino se transforman en el Cuerpo y la Carne de Cristo, de manera que del pan y el vino sólo queda la apariencia, los accidentes. Es decir, los católicos somos los únicos que creemos a Cristo cuando dice: “Esto es mi Cuerpo". No “simboliza” mi Cuerpo, ni “recuerda a mi Cuerpo", ni “ahí dentro está mi Cuerpo", ni “es pan y también durante un rato mi Cuerpo", sino real y propiamente “Esto es mi Cuerpo".

Por supuesto, las diferencias esenciales con respecto simplemente a la Eucaristía son mucho más numerosas. Para los protestantes la Misa no es un Sacrificio, ni se puede ofrecer por los difuntos, ni tiene que ser celebrada por un sacerdote (ni existe el sacramento del orden sacerdotal), muchas de las lecturas bíblicas que se leen en ella (deuterocanónicos) ni siquiera son Sagrada Escritura, el credo que se proclama no es más que una orientación, el sagrario no es más que un armario para guardar pan, la adoración del Santísimo es una idolatría, el Corpus es una reliquia escolástico-medieval, se puede comulgar después de cometer cualquier pecado por grave que sea, dar la comunión bajo una sola especie es antievangélico y un largo etcétera. Pensar que la gran diferencia con los protestantes consiste en creer en la Presencia real es no conocer la postura protestante y, a la vez, dejar de lado una enorme parte de la fe de la Iglesia.

Curiosamente, como señalamos en el último artículo de este blog, el otro día Mons. Agrelo dijo que había que dejar de hablar de transustanciación. Y algún que otro comentarista estuvo de acuerdo con él. Pues bien, aquí tenemos el resultado: augustos personajes eclesiales hablan como si fueran protestantes, presentando la postura protestante como si fuera la católica. O no conocen las diferencias entre la fe católica y el protestantismo o son incapaces de expresarlas. ¡Y eso cuando lo que quieren es despejar cualquier duda sobre una posible protestantización de la Iglesia!

Quizá no es extraño que el mismo Mons. Pinto eche pestes de los cuatro cardenales que, lo único que han hecho, es pedir claridad y defender la fe y la moral de la Iglesia sobre el matrimonio y la Eucaristía. No deja de ser irónico, sin embargo, que después de cuestionar implícitamente lo que dice el Concilio de Trento sobre la Eucaristía, se rasgue las vestiduras porque los cuatro cardenales cuestionen “dos sínodos de obispos sobre el matrimonio y la familia ¡no un sínodo sino dos! Un ordinario y otro extraordinario. No se puede dudar la acción del Espíritu Santo". ¿Será que los sínodos consultivos los dirige infaliblemente el Espíritu Santo (una novedad que, hasta donde yo sé, nadie había enseñado anteriormente y que se basa en… nada en absoluto), a diferencia de los Concilios Ecuménicos infalibles, que pueden dejarse de lado tranquilamente?

En fin, volvamos la mirada a Cristo, que para eso estamos en Adviento. Ven, Señor Jesús.

26.11.16

La triste situación de la Iglesia en el Norte de África

Un lector que ha pasado algunos años en Marruecos me ha enviado un correo sobre su experiencia allí, con relato de un ¿pequeño? milagro incluido. Me ha parecido tan interesante, que lo he convertido en un artículo independiente.

Por desgracia, lo que dice concuerda con lo que me han contado otros y con mi propia experiencia. La Iglesia, que siempre ha hecho una magnífica labor en tierras norteafricanas, poco a poco se fue limitando a actividades caritativas y asistenciales y a la atención espiritual de los católicos extranjeros, abandonando la evangelización. No es algo muy edificante, pero sería comprensible, porque la persecución es algo muy duro y no tiene sentido criticar desde un lugar seguro al que la sufre. Sin embargo, lo más triste es que, en las últimas décadas, los eclesiásticos norteafricanos han justificado su propia forma de actuar llegando a la conclusión de que no hay que evangelizar expresamente a los musulmanes y echando pestes de los protestantes que sí lo hacen, enfrentándose a la cárcel o algo peor. Eso es algo completamente distinto de la mera debilidad humana que todos compartimos.

¿Qué pensarían de esto los mártires franciscanos del norte de África de los que hablábamos el otro día? ¿Qué pensaría San Pablo, que algo de persecuciones sabía y, aun así, predicaba a tiempo y a destiempo y se hacía todo a todos para ganar, fuera como fuese, a algunos?  ¿Es verdaderamente Iglesia una Iglesia que, por sistema, decide no evangelizar? Si los musulmanes no se convierten, ¿no será porque no se les evangeliza? ¿Cómo creerán, si no se les predica?

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22.11.16

Mons. Papamanolis contra los cuatro cardenales

Polémicas matrimoniales XLII. Parece ser que el obispo emérito de Syros, Santorini y Creta ha escrito una carta con acusaciones terribles a los cuatro cardenales que presentaron sus dubia al Papa sobre la Amoris Laetitia. Este obispo emérito de una diócesis griega con un número de católicos similar al de una parroquia pequeñita en España ha hecho públicas sus acusaciones con un lenguaje durísimo y altisonante contra los cardenales Caffarra, Meisner, Burke y Brandmüller, por el terrible delito de haber pedido aclaraciones sobre una serie de puntos oscuros de la exhortación Amoris Laetitia.

¿Tendrá razón en lo que dice este obispo capuchino de nombre tan peculiar? Veamos brevemente sus acusaciones una a una.

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3.11.16

La “realidad indiscutible” de que los protestantes conocen mejor la Escritura

En el último artículo, un lector, Feri del Carpio, escribió un comentario que me resultó muy interesante y que me gustaría analizar hoy:

“la realidad indiscutible, al menos en América Latina, es que un protestante promedio tiene mucho más conocimiento, amor y reverencia por la Sagrada Escritura que un católico promedio

Creo que entiendo lo que dice Feri y, en buena parte, lo comparto, pero no puedo evitarlo: cuando oigo que algo es indiscutible empiezan a sonarme las alarmas, porque a menudo los errores de cada época se disfrazan de algo que no se puede discutir. Por eso nadie los corrige.

En este caso, a mi entender, esa “realidad indiscutible” es bastante discutible.

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