Dos factores de un buen blog
Como ya sabrán los lectores, he estado unos días en Ucrania. Al volver, he podido leer las aportaciones de los comentaristas al último post que escribí antes de irme ¿Por qué amas a la Iglesia?. Tengo que decir que he disfrutado mucho leyéndolas y, en algunos casos, me han emocionado. Me han parecido preciosas las aportaciones de los lectores y creo que me han ayudado a amar más a la Esposa de Cristo.
Salvando las distancias, esta especie de conversación virtual con los lectores sobre Dios y sus maravillas me recuerda a la historia que cuenta San Agustín sobre su madre y él. Poco antes de que muriera Santa Mónica, cuando por fin Agustín se había convertido tras muchos años de sus oraciones maternas, estaban los dos en Ostia. San Agustín cuenta lo felices que estuvieron allí, conversando sobre lo que sería el cielo, sin cansarse de hacerlo y llenos del deseo de disfrutar de Dios. Creo que conversaciones así, ya sean sobre el cielo, sobre la Iglesia o sobre otros temas relacionados con Dios, nos permiten gustar un poco lo que será la vida eterna de los bienaventurados, disfrutando sin cansarnos nunca de las maravillas siempre nuevas de Dios y compartiendo con los demás lo último que hayamos descubierto de su Belleza insondable. Es algo que los conversos, llenos de entusiasmo por la fe, comprenden especialmente bien aunque, como muestra el ejemplo de Santa Mónica, todos podemos experimentarlo.
Al leer los comentarios, también me he acordado de un pequeño párrafo del P. MacNabb que leí hace tiempo y que creo que viene como anillo al dedo para esta ocasión (sustituyendo “sermón” por “blog", claro):