InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Signos de esperanza

26.01.21

La Iglesia, inigualable y única

“No hay, ni ha habido nunca sobre la tierra, una obra humana que tanto merezca ser analizada como la Iglesia Católica. La historia de esa Iglesia une las dos grandes eras de la civilización humana. No hay otra institución que aún perviva y que lleve nuestro pensamiento a la época en que el humo de los sacrificios se elevaba desde el Panteón y las jirafas y los tigres saltaban en el Coliseo. Las más orgullosas dinastías reales apenas son cosa de ayer en comparación con la sucesión de sumos Pontífices. Esa sucesión retrocede de forma ininterrumpida desde el Papa que coronó a Napoleón en el siglo XIX al Papa que coronó a Pipino en el VIII, pero la augusta dinastía se extiende mucho más allá de la época de Pipino, hasta perderse en la penumbra de la leyenda. La república de Venecia la sigue en antigüedad, pero la república de Venecia era moderna en comparación con el Papado y, además, la república de Venecia ha desaparecido y el Papado permanece.

Leer más... »

21.12.20

Así hablan los reyes

Estos días, en El Español están haciendo una interesante serie de entrevistas a personalidades carlistas. Dado el carácter liberal a ultranza de El Español, no es sorprendente que las entrevistas sean, más bien, encerronas destinadas a burlarse del carlismo. A pesar de ello, sorprendentemente, la entrevista realizada a D. Sixto de Borbón, pretendiente al trono español, es magnífica, como un rosal que brota inesperadamente entre un abono poco agradable.

Al margen de la cuestión de las diferentes corrientes carlistas, de la vigencia que puedan o no puedan tener hoy los derechos dinásticos, de la posibilidad o imposibilidad de que el carlismo triunfe en España después de casi dos siglos, de la relación entre tradicionalismo y monarquía y tantas otras cuestiones interesantes pero poco apropiadas para este blog, en especial en tiempo de Navidad, creo que conviene señalar una impresión que brota espontáneamente al leer las respuestas de D. Sixto: así hablan los reyes católicos (cosa que, por desgracia, no podría decir con sinceridad de los dos reyes que han reinado de hecho en España durante toda mi vida).

Empecemos por lo más importante. Cuando le preguntan condescendientemente si es “muy religioso”, responde con claridad y elegancia, sin avergonzarse de su fe:

Leer más... »

9.12.20

¿Los últimos tiempos?

Hace unos días, hablando en un artículo sobre la forma de encarar la crisis de la Iglesia, un lector me “acusaba” de que en lo que había escrito se manifestaba una “visión cercana a que actualmente estamos en los últimos tiempos”, algo que claramente el lector consideraba por completo inadmisible. En cuanto al artículo en sí mismo, nada podría haber estado más lejos de la realidad, porque no trataba ese tema y ni siquiera se me había pasado por la cabeza al escribirlo. Sin embargo, la propia acusación me resultó extraña y me dejó mal sabor de boca sin saber en ese momento del todo por qué.

Al pensar más tarde sobre ello, me di cuenta de que la acusación me había inquietado porque no tenía sentido. Lo cierto es que estamos en los últimos tiempos. Por supuesto que estamos en los últimos tiempos. El católico lector, bienintencionadamente pero sin saber lo que decía, me reprochaba que quizá estuviera dando la impresión de creer algo que, de hecho, es parte sustancial de la fe católica desde sus orígenes.

Basta leer la Escritura para darse cuenta de que pocas cosas tenían más claras los Apóstoles y los primeros cristianos que esta. San Juan lo afirma expresamente y es Palabra de Dios: hijitos, estamos en los últimos tiempos. En el Apocalipsis, es el mismo Señor quien dice: vengo pronto. Si lo quieren aún más explicado, pueden leerlo en el Catecismo de la Iglesia Católica: “Desde la Ascensión, el designio de Dios ha entrado en su consumación. Estamos ya en la ‘última hora’” (CEC 670). O en el Concilio Vaticano II: “El final de la historia ha llegado ya a nosotros” (LG 48).

Leer más... »

7.12.20

Cuéntame un cuento de Navidad

Supongo que muchos de mis lectores conocerán a Natalia Sanmartín Fenollera y habrán leído su libro El despertar de la Señorita Prim. Y si no lo han leído, lo único que puedo decirles es: ¿a qué esperan? Se trata de una novela entretenida, deliciosa y profundamente cristiana, (aunque, de manera providencial, también resulta atractiva para los que no creen, como muestra el hecho de que haya sido editada por Planeta y traducida ya a cuatro o cinco idiomas, que yo sepa). Una novela, además, muy femenina y romántica (como dice mi esposa), pero que (como añado yo) resulta interesante y encantadora también para los varones. En suma, una novela de esas que uno disfruta leyendo y relee varias veces a lo largo de la vida por el mero placer de su lectura, pero que, por añadidura, elevan el alma y el corazón a Dios.

¡No nos desviemos del tema! No es mi intención hablar de la Srta. Prim y su pueblecillo adoptivo de San Ireneo de Arnois, sino de la alegría que he sentido al enterarme de que, después de siete años, la autora ha publicado un nuevo libro.

Generalmente, los que han disfrutado mucho del libro de un autor esperan que sus nuevas obras sean más o menos similares y dar gusto a esos lectores es una tentación grande para el escritor, porque en cierto modo asegura el éxito de la secuela. En ese sentido, lo primero que hay que decir del nuevo libro es que Natalia Sanmartín ha resistido la tentación y Un cuento de Navidad para Le Barroux no es “El Despertar de la Señorita Prim II” ni “La Señorita Prim contrataca” ni “El retorno de la Señorita Prim", sino algo muy distinto.

Leer más... »

27.11.20

Como murciélagos

En el último artículo, hubo un comentario interesantísimo, al que no contesté inmediatamente, porque preferí quedarme pensando sobre el tema. Feri del Carpio decía que estaba cansado de tantas cosas que hace la jerarquía, en particular el Papa, y que llevan a una Iglesia cada vez con menos fe y más indistinguible del mundo (“masonificación” de la Iglesia, era el término que empleaba). También señalaba que, salvo milagro, veía difícil que viniera un buen Papa y que, desgraciadamente, con un Papa que no fuera bueno previsiblemente los obispos tampoco lo serían.

El comentario me llamó la atención porque refleja muy bien el estado de ánimo de una gran cantidad de creyentes (y cuando digo creyentes, me refiero a los que creen de verdad, a los que mantienen la fe, porque los que no la mantienen viven, más bien, en la indiferencia). Es un estado de ánimo que se caracteriza sobre todo por el cansancio. Cualquier católico que tenga ojos en la cara sabe que las razones para indignarse en la Iglesia abundan hoy, pero la indignación es un sentimiento fuerte e intenso que no se puede mantener mucho tiempo y, cuando se prolonga, termina casi necesariamente por dar lugar al cansancio y al desinterés. Varias personas dedicadas a la información religiosa, por ejemplo, me han dicho también que estaban cansadas y que su trabajo de informar se había convertido en un sacrificio, porque la necesidad de estar al día de tantísimas malas noticias eclesiales les resultaba muy penosa.

Leer más... »