Purificar nuestro deseo
Queridos hermanos y hermanas:
Hemos reflexionado hoy sobre un aspecto fascinante de la experiencia humana y cristiana: el misterioso deseo de Dios que, como dice el Catecismo de la Iglesia, «está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios». Las experiencias humanas fundamentales, como el amor y la amistad, muestran que en todo deseo humano está el eco de un deseo más grande, que nunca se satisface plenamente. Y esta dinámica del deseo testimonia que el hombre es un ser religioso. También en nuestra época, aparentemente cerrada a lo trascendente, se puede abrir un camino hacia el auténtico sentido religioso de la vida, que muestre cómo la fe no es absurda o irracional. Es necesario promover una especie de pedagogía del deseo que, enseñando el gusto por las satisfacciones más auténticas de la vida, y la búsqueda continua de los bienes más altos, vaya dirigida, no a sofocar el deseo, sino a purificarlo y liberarlo, para que pueda alcanzar su verdadera profundidad. Cuando en el deseo se abre la ventana hacia Dios, esto es ya un signo de la presencia de la fe en el alma, que es un don de Dios.
Benedicto XVI
El Año de la fe. El deseo de Dios
Audiencia General, Miércoles 07 noviembre del 2012

Muchos se habrán enterado pero como hasta hoy me entero, les traigo lo que leyendo a Sandro Magister en su
La crisis financiera mundial nos ha golpeado a todos en todas partes.
No creo que sea para alardear más bien para que conmigo se alegren: he regresado a mi parroquia.
Yo, bien lo sé, de sencilla me paso. Por ello, muchos se sienten ofendidos y me lo reclaman como si ser persona sencilla fuera pecado. Lo cual me da mucha risa, dicho sea de paso.