InfoCatólica / Deo Omnis Gloria / Categoría: Celebrando la vida

19.12.24

"Hablemos de rosquetes"

                                                           A mi amada y adorable familia, dada por Dios.

En esta época del año, quienes hemos tenido el don de una familia, nos hace bien evocar recuerdos que le confirme al alma que Dios no nos ha dejado ni dejará de su mano: confirmar al alma en la Esperanza.

En mi familia, por ejemplo, de siempre disfrutamos recordar nuestras cosas graciosas, las que no llevan cuentan del tiempo que nos han hecho reír.

Creo que se lo debemos a papá quien era hábil con las palabras y tenía un sentido del humor inteligente y delicado.

A mi hermano, por ejemplo, le decíamos “Don Camiseto”, por lo distinguido que se veía con esa vestimenta y, conocido además, como el calzador de la “Tosa Tusa” (la “otra pantufla”, como el propio niño de muy pequeño la llamaba y por la que lloraba al no encontrarla)

Mi hermanita menor, muy dueña de ella misma desde siempre, no dejaba que nadie le ayudara en nada, ni siquiera a ponerle nombre al jabón para bañarse, al que llamó “piticón". No hubo forma de hacerle cambiar de parecer. 

Por ejemplo, a mamá le decíamos “Tita Tirita”, por llamarla de forma divertida con sus nietos. El abuelo era “Tura Turuta”, cara de mondongo, también.

El sobrino mayor, Daniel, que en dulzura compite con Juancito, cuando ya era tiempo de dormir le decía a su mamita que le insistía en seguir jugando: “Mejor mañana, mamita, porque estoy un poquito mucho cansadito”

Por otro lado, el benjamín, el mentado Juancito, tuvo su propio diccionario del que sacó los nombres de las cosas, algunas son: pamparalalala (por lámpara), mi subichi, tu subichi, su subichi (por Mitsubishi) y además “pi pio auch”, su peluche preferido.

El hermano mayor de Juan, llamado Víctor, Victorino, Victorio, Victorioso, Victoriano, conocido también como “Manuelo”, por Víctor Manuel, resultó el más hábil de los sobrinos con las palabras.

Cuando, con ganas de socializar buscaba a la abuelita, se sentaba en el sofá invitándola a conversar: “Venga, Tita. Vine a estar con usted. Hablemos”, le decía. “De qué quieres hablar?”, preguntaba curiosa la abuela. “Hablemos de rosquetes”, le respondía ceremoniosamente el pequeño Vic.

Así se les iba tiempo, hablando y disfrutando de las palabras que, muchas veces, según el amor  con que se digan, parecen mimos.

La familia mía, aun cuando papá y mamá ya no están, seguimos siendo de ese modo y, aunque resulte singular, trasladamos ese cariñoso trato a las personas en otros ámbitos, incluso, al ámbito de la oración y, más por Navidad, cuando –por gracia- todo se reviste de familia.

Ya que la Liturgia de Adviento y Navidad nos enriquecen con altísimos y dichosos pensamientos, ya que tenemos puesto el portal así como multitud de signos que evocan nuestro parentesco con el Niño Dios, celebremos la familia con la mirada fija en la suya para que, cuando el Niño Jesús nos invite, nos sentemos a hablar con el de rosquetes.

El buen Dios nos conserve en su Gracia. Amen 

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Muy a propósito subí esta imagen del Niño porque cuando lo miro, quien pide hablar de rosquetes, soy yo.

 

 

5.12.24

Adorar

Un cuento oriental tiene como idea central la adoración.

La mujer es el personaje principal quien, de forma imperativa, invita al hombre que la adore. “Adórame!”, le exige.

Como aquél hombre, cualquiera se quedaría estupefacto; pero, si, por lo menos se ha enterado un poco de qué material está hecho, daría tiempo a madurar la idea en su cabeza, analizando ventajas y desventajas, para –finalmente- tomar la decisión, la única conveniente: “Adorarla!”

Para comprender el mensaje hace falta deshacerse de prejuicios ya que, con aquella demanda, la mujer consigue servir como redentor de aquél hombre, cuyo destino dejó de ser incierto, gracias a que libremente aceptó satisfacer a la mujer.

Adorarla implicaba dejar de pensar en sí mismo para pensar en ella antes que en cualquier cosa. Para ella eligió convertirse en siervo: amarla y servirla con todo su ser y con sincero corazón.

El primer domingo de Adviento, durante la homilía, el sacerdote nos hizo ver que –para cada uno- el fin del mundo es el día en que morimos. Visto así, tendríamos que ir madurando la idea de la muerte para que no sea imprevista, aunque pueda ser súbita.

Con madurar la idea, me refiero a enfrentar nuestro personal fin del mundo; por lo que practicaremos morir.

“Cómo practicarlo?, preguntó el sacerdote. “Muriendo cada día a este mundo”, enfatizó.

No es una idea nueva, por supuesto, aunque –dentro del contexto de las lecturas del domingo- la reflexión del sacerdote nos presentó una nueva perspectiva.

Muy bien veo que se relaciona este tema con el de la adoración.

Muy cercana encuentro la idea de adorar a Dios, no solo por ser Dios, sino adorarlo en sus criaturas. La adoración llevó al niño Jesús a preparar el momento de su muerte durante toda su vida. Adorando por amor cada día, hasta su personal fin del mundo.

Aquél hombre del cuento oriental libremente aceptó una idea que el mundo considera “irracional”, es decir, someter la voluntad a cualquiera; con esa acción suya, se puede decir que eligió “morir a los conceptos del mundo”, para adherirse por completo a los de aquella mujer.

Esa fue su salvación.

La nuestra, ya sabemos cuál es.

Bendita sea Dios!

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NOTA: Lo anterior no debe tomarse más que como tema literario. Si habláramos en términos teológicos-doctrinales no se trataría el material de esta manera. 

6.11.24

En cuanto lo vi, me pareció un arcángel.

En cuanto lo vi, me pareció un arcángel.

Entonces, mi imaginación siguió su curso: “Qué tal si a Dios se le haya ocurrido mandarnos arcángeles que fungieran como sacerdotes para que, sin defecto alguno, nos evangelizaran?”

Me refiero a que Dios, bien podría recurrir a un instrumento de este tipo para asegurarse que no lo echáramos todo a perder.

Por supuesto, ni los arcángeles sabrían que lo son. Ellos nacerían de mujer y crecerían como niños aunque, probablemente, lo harían en familias elegidas, como para reducir el riesgo.

Me doy cuenta que estaba en misa mientras pensaba en todo esto pero, es que… esto de los “arca-sacerdotes” sería una buena ayuda al desastre que, sin ayuda de nadie, logramos producir.  

En fin… el padre Juan (ahora sí, me refiero al sacerdote que presidía la celebración) no me decepcionó.

Si fuera un arcángel, se podría afirmar que su enseñanza es completa y veraz.  En la comunicación de la Palabra de Dios nos hace llegar la gracia, y no solo con la Palabra, con las homilías, las confesiones, y hasta con su rostro hace referencia al eterno y sumo sacerdote: “santo, inocente, inmaculado, separado de los pecadores y elevado por encima de los cielos”; tal como dice Pablo a los Hebreos el pasado domingo XXI TO

Aparte de su estatura, que me imagino yo, solo un arcángel podría tener un cuerpo, brazos y piernas tan largos como para que dieran sustento a las grandiosas alas con las que son creados.

Mi considero dichosa por conocer al padre Juan y demás sacerdotes de su congregación. Recién llegaron a mi parroquia y los considero una gracia. Como tantas que recibo sin merecer.

De toda la vida me ha llamado la atención sobre qué será esta forma creativa que tengo para reflexionar y decirme ciertas cosas. Desde que tengo memoria, me lo vengo preguntando. Qué será lo que Dios me ha dado que salgo con estas ideas en cualquier momento y sin razón?

He leído recientemente de nuevas hipótesis y pruebas de laboratorio que pretenden demostrar que existe un proceso de pensamiento llamado “divergente” que resulta ser “el que abre las antenas y trae de fuera (estímulos, imágenes, sensaciones, etcétera) para crear algo nuevo. Es un pensamiento de búsqueda, como de rastreo que se mueve en varias direcciones”. La persona que lo posee, además de ser creativa, tiene sentido del humor, es alegre y optimista desde la niñez. Le molestan los ruidos fuertes y los tumultos.  

Precisamente, ¡mi vivo retrato!

Pero, de qué sirve darse cuenta? Sirve de mucho. Primero, para agradecer a Dios, segundo, para comprender las razones por las que a veces nos fue bien pero, también mal, tratándose de relaciones en el estudio y trabajo.

Es muy útil también para aquellos que sean tutores de niños con estas características ya que, de esta manera, los podrán cuidar mejor.

Mi abuela Merce, la materna, nos contaba la historia de la vez que, habiendo enviudado, estaba en el puerto para tomar el barco hacia Estados Unidos con los hijos más pequeños, cuando se le presentó un caballero que tuvo la gentileza de orientarla durante el proceso previo al embarque.

Abuela nos contaba que le había llamado la atención su solicitud y más aún cuando, después de despedirse, alejándose vio que llevaba sandalias doradas en lugar de zapatos. Abuela estaba convencida de que Dios le había mandado un ángel y así nos lo contaba a los nietos.

De abuela y su mamá, abuela Merce, me llegó la fe y quizá también el “pensamiento divergente” que me resulta tan efectivo y agradable para continuar amando y pensando en Dios. Sea bendito.

 

 

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NOTA: Soy la primera en pensar acerca de cuál fue la intención de Dios dándome un blog en Infocatólica. Todavía no doy con la razón, por mientras, mejor escribo no sea que nada más que para eso me lo dió. Sea bendito. 

 

 

 

 

 

29.09.23

"Solo Dios", diría Gracia

Tardo y tardo en decidirme a escribir sobre asuntos “sinodales” pero, pensándolo bien, antes que dejarme llevar por el ambiente, lo mejor es dedicar tiempo a gozar, reflexionar y agradecer las circunstancias.

-O-

Tengo mi peluquera de hace más de diez años. La llamo de ese modo porque solo pido sus servicios para cortarme el pelo. No hago uso de sus otros conocimientos, a eso me refiero.
La explicación va porque, en realidad, no paso mucho tiempo con ella tanto como si recurriera a otros servicios. Y nada más que una vez por mes, a lo sumo. De tal forma que, siendo que la veo poco podría pensarse que poco la conozco pero no tanto ya que también es la peluquera de mi hermana y parte del grupo de sus amigos de juventud. Además, vive con su familia cerca de mi casa y fuimos condiscipulos en la universidad. No está de más mencionar que empezó trabajando al lado de su mamá a quien también logro saludar una vez por mes. Su mamá, así como ella es, se alegra tanto de verme y yo, así como soy, se lo agradezco.

A qué voy con todo esto? Con esto quiero llegar a que, como puede verse, la descripción de algo tan simple como el asunto de la peluquera, requirió de observación pero también de profundidad y reflexión, como ya verán.

El otro día, con mi cabeza en sus manos, al preguntarle sobre sus hijos –como cada mes- me di cuenta que todos están casados, “Solo falta el chiquitillo”, ella dijo. Fue cuando se me llenó de luz el alma así como el entendimiento y el corazón de gratitud a Dios por Gracia y su esposo, así como por sus preciosos hijos ya casados a los que conocí desde chiquititos.

Emocionada le dije: -“Te parecerá un poco una de mis chifladuras lo que te voy a decir, pero… qué cosa tan grande ha sido lo que Dios te ha dado en tu matrimonio y las cosas buenas que te ha permitido dejar en esta vida! Sin contar con que te puso en el Camino a crecer en la fe con tu esposo junto a tantas otras personas. Qué obra grande es la obra de Dios en cada uno. Te das cuenta?”.

- “Solo Dios”, dijo ella. 

El padre Olivera Ravassi, recién escribió en el articulito titulado “Nuestra superficialidad” .A qué se refiere? Se refiere “a ese vicio contrario a la humildad que, en vez de poner sus raíces en el humus del espíritu, se vuelve hacia lo insignificante de la planicie”

Menciona que la persona superficial se queda en la apariencia, es incapaz de aprender de las lecciones y es inconstante. Dice que la superficialidad tiene raíz en una vida demasiado fácil, en el miedo al compromiso y en el temor al qué dirán y/o vanidad. Ofrece tres remedios: conservar memoria del pasado, la docilidad y la circunspección, es decir, estar atento a las circunstancias.

Hay cosas que “solo Dios” da, como haber sido agraciado con la suficiente humildad como para hacer frente a las dificultades, haber perdido el miedo al compromiso y al qué dirán.

Hay cosas que solo Dios da y, aunque muchos lo reciben, apenas si se dan cuenta y lo bonito es que viven de su Gracia dando al mundo tanto de lo que reciben. Doy el ejemplo de Gracia, pero también de Alfredo y Samuel; por mencionar algunos que tengo en mente.

Solo Dios y solo El, da a los hombres la fuerte convicción de hacer frente a la guerra que el mundo ha declarado hacia la virilidad, la paternidad y la familia; por eso es de agradecer la existencia de padres como Samuel, y esposos como Alfredo.

A Samuel lo he visto madurar al contraer matrimonio y aún más al llegar a ser padre; lo veo regocijarse por su trabajo de profesor de escuela católica en la que dice puede enseñar a los niños a pensar. Tiene también un grupo de personas con las que se reúne para crecer en la fe y hacen lo necesario para crear una comunidad sólida en lo que –de siempre- ha sido importante.

Por otro lado, Alfredo con su esposa, los veo tan bien instalados en la fe, haciendo y diciendo lo que corresponde, con humildad, sencillez y caridad.

De Alfredo, puedo decir además que fue uno de los primeros en organizar y divulgar el Rosario de Hombres en Costa Rica el que al día de hoy cuenta con cuatro ciudades que el 7 de octubre del 2013, en convocatoria mundial, tendrán la belleza de ver a los varones de rodillas con rosario en mano.  

Un gesto público con el que “buscan recuperar el lugar del hombre en un mundo que ataca la masculinidad” y, con el mismo declarar que “el lugar del hombre está en ser protector de la familia y ser testimonio en una vida “ora et labora” en un mundo adverso a los valores de la fe

La vida de Gracia, Samuel, Alfredo y sus queridas familias, cuando elegimos mirar lo esencial, no es nada común, lo que me hace pensar que las suyas son del tipo de existencia de la que Dios se valdría para regenerar la humanidad, en caso necesario; pero, sobre todo, para conservar a la Iglesia tal como la concibió. 

Hace bien el padre Olivera puntualizando sobre la superficialidad ya que, por contraste, nos permite darnos cuenta de la utilidad tan grande que saca Dios de la humildad de quien le toma el gusto a ser profundo y reflexivo.

“Sólo Dios”, diría Gracia.

26.08.23

Todas las flores del mundo

“Jesús es el Camino de la oración; sin oración desconoceremos el Camino”

En lo que he visto se confirma el hecho de que ser intercesor es un don es que, al hacerme enfermo misionero, he querido motivar a otros pero la mayoría no le haya sentido; por más que se les explica, nada. Entonces, siguen enfermitos, sufriendo y con dolor, y llenando la vida de amargura. Es una pena grandísima, la verdad. Son enfermitos por los que también habría que orar.

De la oración es que nace el sentido de la misión y de ahí es que, como enfermos misioneros, podemos ser de gran bien para otras almas para la gloria de Dios. De tal forma que, si alguna vez considera que su enfermedad, sea breve, o prolongada, crónica o no,  podría ser ofrenda, le sugiero hacerlo ya que todo es recibido con suma gratitud y, aunque no lo veamos, son oraciones magníficas ya que saldrán del mismo costado de Cristo, a quien usted se ofrece como reparación por sus pecados y del mundo entero.

Saber que el sufrimiento y dolor tienen sentido lo aprendí de san Juan Pablo II de “Salvifici doloris” o sea, “El valor salvífico del sufrimiento”. Es un documento magistral por lo que ilumina el alma con ideas que tal vez rondaban en la mente pero no se sabe expresar y que, al escucharlas, dan sentido a todo. Y, créanme, aparte del imperativo que es hallar sentido a la existencia, lo siguiente es hallar sentido al dolor y sufrimiento.

Jesús y María con san José se encargan de toda la ayuda necesaria a las almas en las el Espíritu de Dios le inspira el deseo de hacerse ofrenda.

Pues bien, mis enfermedades no son graves pero son crónicas y, si alguna vez se agudizan, pueden mandarme al hospital por algunos días u horas. Eso significa que poseo, por gracia de Dios, un regalo que contiene un don infinito que no pienso desaprovechar.

De ahí que, se reza y no sabe uno bien de dónde sale el deseo y la fuerza del compromiso y el tiempo y las reflexiones y todo lo que surge a partir de la oración. No lo sabe uno bien al principio pero, conforme avanza –cosa que podría tardar años- como en mi caso, se va uno enterando que todo, todo, es cosa de Dios. Lo que llena el alma de gratitud y deseo de seguirlo haciendo. No por otra que cosa que por permanecer en la compañía santa de Jesús y sus seres queridos.

El catecismo nos explica que hay tres formas de oración: vocal, meditativa y contemplativa. Eso lo pueden estudiar en los numerales 2700 y s.s.

Después de que lo estudien y mediten un poco, consérvenlo en su corazón para que –conforme avancen- irán notando que gracias preciosas nos da Dios y nada más porque quiere, no porque nos lo merezcamos. Dichas gracias le harán comprender que el camino de la oración es el camino de Jesús, por el que han transitado María, José y todos los santos. 

Ahora bien, teniendo en cuenta lo anterior, les cuento que, ayer -mientras rezaba el rosario- pensaba (quizá de forma distraída) en qué hará la señora María con tantas Avemaría que se rezan durante el día alrededor del mundo. Me preguntaba si tendrá un equipo de ángeles y Santos que procesaran los envíos hacia las manos del Hijo, o si tendría un lugar donde almacenarlas y utilizarlas conforme las necesitan las almas. Ella es administrador, por tanto, debe tener un sistema, me figuro.

Algunos pensarán que estos pensamientos son mera distracción que solo sirven para distraerme de la oración pero, me parece que pensarán diferente (no solo después que lean lo que dice el catecismo) sino cuando les cuente que -al final de dichas divagaciones- concluyo que las Avemaría, cuando son dichas con toda la fuerza de la mente y el poder del corazón, María las recibe como flores y con ellas pinta de colores, de esperanza y alegría este mundo.

Reservándolas aquí, queda engalanado el mundo y también el cielo. Y nuestra alma también al verse tan dichosa de colaborar con Ella en la administración de tanta belleza, bien y verdad.

Me figuro que, entre más amor pongamos en cada Avemaría, más hermosa será la flor y, cuando las decimos un poco distraídos –aunque serán flores pequeñitas y hasta insignificantes- serán flores al fin ya que la Madre sabe que un hijo -aunque esté distraído- cuando quiere estar a su lado, se le ha de prestar atención con todo amor.

Ella no se permitirá dejar nuestros balbuceos infructuosos.

Bendito sea Dios.