¿Nueva desamortización eclesiástica?
Se apaga la estrella de María Teresa Fernández de la Vega. Su pronta salida cotiza muy baja en las casas de apuestas. Intelectualmente muy mediocre, ha crecido toda su vida a la sombra del poder. Pero todavía le quedan cosas que terminar, y tiene prisa. Probablemente su próximo «destino» arroje luz sobre la toma decisiones: «Memoria Histórica» y el patrimonio de la Iglesia. Es cierto que tienen una motivación freudiana, pero también de asegurarse el sustento. Tiempo al tiempo.
Llama la atención el complejo de «fea disfrazada con ropa y joyas caras», una vida triste. Incapaz de acceder por méritos propios a la judicatura accede por la puerta de atrás, y, sin haber instruido en la vida un sumario, es nombrada juez por el cuarto turno, trampolín para poder ser nombrada Vocal del Consejo General del Poder Judicial, de ahí a la Secretaría de Estado de Justicia para terminar como vicepresidenta por cuota. ¿Méritos?, los mismos que para ser juez: desconocidos. Forma parte de esa progresía resentida que odia el mérito y esfuerzo de los demás, que odia la capacidad intelectual y el trabajo.
Las dos últimas, el Valle de los Caídos y el Monasterio de Yuste, recuerdan las ansias Alfonso Guerra por dormir en Pozoalbero (casa de retiro del Opus Dei en Jerez de la Frontera) tras la expropiación de Rumasa.
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