¿De quién es la iglesia? Rafaela responde.
Qué buen paseo por la tarde. Aunque es invierno, el solecillo asoma y una cosa así no es de despreciar. Los hombres andan echando la partida. Las mujeres, haciendo pequeños grupos, toman la vieja carretera. Siempre cosas de qué hablar. El ayuntamiento, la tele, la política, cotilleos del pueblo.
Rafaela con sus dos o tres amigas de siempre. Las mismas que se ven en la parroquia, pasean juntas, hablan y echan el rato. De frente otras tres o cuatro mujeres. El pueblo es chico, quizá por eso los desencuentros son grandes. Cosas que pasaron, viejas historias que nunca terminan.
Dos más sentadas en un banco. Fue ver a Rafaela y a las otras y no pudieron aguantarse: “mira, las jefas de la iglesia, que mucho decir que la iglesia es de todos pero luego son ellas las que lo mangonean. Menudas liantas”.
La amigas de Rafaela son de esa gente que prefiere no hacer caso y aquí no ha pasado nada. Rafaela no.
“¿Así que la iglesia es de todos, verdad? Pues todavía no os he visto ir a fregar ni un solo día. Acabamos de arreglar la calefacción, retejar y poner bancos nuevos que falta hacía. En total casi cuarenta mil euros. Somos trescientos en el pueblo, tocamos a algo más de ciento treinta euros por cabeza. Cuatro sois en casa, quinientos veinte. ¿Cuándo voy a por el dinero? Porque la iglesia es de todos pero para lo que nos conviene.”
Hala, vamos a seguir de paseo que estas ya tienen para charlas un rato. El sol, en lo alto, creo que se reía…