Rafaela y el cura que no tenía nada que hacer
Aquella mañana, cuando volvía de la cuadrita de ver a sus gallinas y recoger los huevos recién puestos, Rafaela se sorprendió al ver a D. Jesús paseando por el pueblo. El buen cura llegaba siempre corriendo a las misas, marchaba a toda prisa para llegar al pueblo de al lado y apenas un día por semana se reunía con esas buenas mujeres y se daba algo de catequesis a los niños. Nada más.
Era lo que decía D. Jesús. Apenas pasaban de los ochocientos habitantes y no había nada que hacer en la parroquia, así que para qué pasar el día por allí. Misa los fines de semana, alguna reunión y ya. No tenía sentido echar horas, se aburría, nada que hacer.
Hombre, dijo Rafaela, a mí se me ocurren algunas cosas aunque seamos cuatro gatos, conocidos todos y ya sé que poco piadosos. Pero algo se me ocurre. ¿Me deja que le haga una lista?