Post para cristianos occidentales pesimistas
1. La enfermedad
Hay una frasecilla que en mi casa se nos escapa demasiado a menudo, casi cada vez que sabemos de una de tantas noticias que gritan lo lejos que están nuestras sociedades de Cristo: “Occidente se hunde”. A veces, cuando la noticia es especialmente cruenta (estoy pensando por ejemplo, en la públicamente financiada Planned Parenthood) se nos escapa un “Occidente se ha hundido ya”.
Sí, no hay quien lo niegue: el occidente civilizado apóstata está fatal. Y, claro, los cristianos empezamos a ser gente incómoda. Al pensamiento único dominante, nuevo totalitarismo disfrazado de democracia, no le viene bien que pensemos distinto, y nos van ahogando con reinas magas, belenes prohibidos, colegios con conciertos amenazados, supresión de símbolos cristianos, trabas para celebrar el culto público y mil y una lindezas con peste de azufre que se nos vendrán encima bien sujetas por las leyes que se nos avecinan. (A las atrocidades que, a día de hoy, son legales nos hemos acostumbrado ya por eso, porque son legales y, por tanto, tal vez no sean tan malas. Vamos, que se nos viste el demonio de graciosa pastorcilla y ya no nos parece tan feo.)
Por otra parte, lo de la evangelización en el occidente apóstata y anticlerical no está fácil. Digamos que, hablando así en general, muchas veces no nos quieren mucho. ¿Quién no tiene algunas docenas de amigos, familiares, vecinos y/o compañeros de trabajo que montan en cólera cuando oyen la palabra “Iglesia”? No queda bien decir que uno va a misa, digamos, los martes, de modo que por si acaso decimos que a esa hora hacemos recados. En las reuniones de trabajo, como ya vamos conociendo al personal, a veces ocultamos debajo del jersey la medalla o la cruz que pende de nuestro cuello, no vaya a ser que se den cuenta y tengamos un problema.También pasamos ratos en lamentos: que si faltan vocaciones y sobran parroquias, que cada vez somos menos, que muchos niños llegan con siete años a la catequesis de comunión sin saber siquiera santiguarse, y algunos no van a misa el domingo ni antes ni después de ese grandísimo y grandioso acontecimiento que es recibir el Cuerpo de Jesucristo por primera vez, que la Iglesia está así y asá y, si miramos a Oriente…¡degollados! Así, poco a poco, muchos nos vamos como encogiendo, y nos volvemos pesimistas. Como si fuéramos los últimos -y mortalmente enfermos- ejemplares de una especie en extinción.
Estoy pintando un panorama con colores de exageración y broma, pero me temo que la realidad no está tan lejos de esta parodia. Esta enfermedad del pesimismo cristiano amenaza por igual a párrocos, catequistas, religiosos, profesores de religión y laicos “de a pie”.
2. El remedio: oración, oración, oración.
Seguramente cuando caemos en el pesimismo es porque nos falta oración. Diría que nuestros ojos se detienen muy poco en Dios y mucho en el mundo: tertulias televisivas, titulares, conversaciones banales, lecturas y películas inadecuadas y un largo etcétera de pequeños gestos diarios que nos van conformando carnalmente…como si Dios no existiera. Hay tanto con qué entretenerse, distraerse y preocuparse que olvidamos a menudo que Dios es el Señor de la historia, que nada se le escapa, que estamos en Sus manos amorosas. Y olvidamos también que nuestra misión es dar gloria a Dios, y que lo peor de cuanto sucede es que el Amor no es amado…
También nos sucede que vivimos estas dificultades como si fueran una lucha entre el mundo y nosotros (olvidando, por una parte, que Jesucristo es el Salvador y no nosotros y, por otra, que el demonio existe, y vaya si existe), y nos faltan fuerzas para librar semejante batalla. ¿Qué puedo hacer yo? ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Qué más debería hacer? Hacer, hacer, hacer…qué agotador. En el mejor de los casos, solemos ser bastante semipelagianos (enlazo aquí un post del padre Iraburu, que puede sernos útil para averiguar si, además de pesimismo, sufrimos de semipelagianismo. Suelen estar relacionados…) . Más de lo mismo: no nos ponemos en manos de Dios.
2.1 Primera píldora: oremos
Conozco un libro buenísimo que nos puede ayudar mucho a saber cómo debería ser nuestra oración para este tiempo en el que Dios ha querido que vivamos tú y yo, estimado lector. Se trata de “Oraciones de la Iglesia en tiempos de aflicción”, del D. José María Iraburu. (Hace unos años Eleuterio Fernández Guzmán hizo una magnífica reseña de esta obra que podéis consultar pinchando aquí)
La oración de petición tiene una eficacia infalible. Es, sin duda, el medio principal para crecer en Cristo y para verse libre de todos los males, pues la petición orante va mucho más allá de nuestros méritos, se apoya inmediatamente en la gratuita bondad de Dios misericordioso. De ahí viene nuestra segura esperanza: “pedid y recibiréis” (pág. 5)
También del padre Iraburu son dos artículos magníficos, que hoy siguen siendo muy necesarios, publicados en Infocatólica con los títulos “En las tormentas de la Iglesia, alegres en la esperanza” y “En las tormentas de la Iglesia, fe, esperanza y caridad.”
Recomiendo la lectura pausada y orante de todo ello, porque necesitamos que el Señor aumente nuestra fe. Estamos tan acostumbrados a ese paulatino ahogamiento de todo lo cristiano que, aupado por normativas y libros de texto, nos viene acogotando en los últimos tiempos, que creemos que, como no nos cortan la cabeza, no nos persiguen. Y nos dejamos hacer, modositos, en lugar de ponernos en pie de guerra espiritual y pedir a Dios que nos dé la gracia de ser esos soldados de la Inmaculada que, rosario en mano, combaten al Maligno con el poder de la oración.
2.2 Segunda píldora: ellos son nuestra esperanza.
A estas alturas muchos se habrán preguntado ya qué pinta este post para cristianos occidentales desesperanzados en este blog sobre cristianos perseguidos. Me he permitido los párrafos anteriores para llegar a este punto principalmente por dos razones:
En primer lugar, creo que es bueno que nos demos cuenta de que el cristianismo hoy sufre persecución también en occidente, aunque esta persecución no sea cruenta, para que despertemos de una vez. El pensamiento único totalitario pseudodemocrático odia al cristianismo, y sus gobiernos nos lo harán saber cada vez con más claridad.
Y en segundo lugar, porque creo que necesitamos levantar la vista de nuestro ombligo, además de para poner nuestra esperanza en Dios, también para encontrar un motivo de esperanza en esa fe perseguida que no sólo no muere sino que crece con la savia del martirio.
“Ellos” son los cristianos perseguidos. Su testimonio nos habla a gritos de una fe que, teñida de sangre, está más viva que nunca. Lo han perdido todo: ¡y tienen más fe que cuando lo tenían todo! (Todo lo material, se entiende). Si alguno de vosotros no ha dedicado todavía una hora y media necesaria para ver el testimonio de la Hna. Guadalupe que busque el momento. No podemos dejar de verlo. Porque necesitamos saber que, verdaderamente, la sangre de los mártires es semilla de cristianos. Que la persecución da fruto, y fruto en abundancia. Que no solo produce, por la gracia de Dios, conversiones desde el ateísmo, el islam u otras confesiones. También convierte de la tibieza al fervor, al seguimiento amoroso de quien es EL Camino, LA Verdad y LA Vida, a darse cuenta –tal vez después de años de misas anodinas- de que sólo Él tiene palabras de vida eterna.
En el vídeo, la hermana Guadalupe describe una situación pre-guerra que bien podría ser la nuestra. Bienestar, paz, nivel aceptable de libertad, y una fe en muchos casos muy tibia. Llega la guerra. Comienza la persecución. Lo pierden todo (muchos, por Cristo, la vida) …y sucede que ¡hoy tienen más fe! ¡las Iglesias están más llenas! ¡entre los escombros se dibujan sonrisas! ¡cada día puede de verdad ser el último y eso les hace desear más y más el cielo, el encuentro definitivo con el amado!
Amigos de Infocatólica: el testimonio de los cristianos perseguidos es un regalo para los cristianos occidentales, ellos nos están haciendo ver que la fe no morirá nunca. Sabemos de esto por fe, y en ellos, ¡lo vemos! ¡Ellos son nuestra esperanza!
2.3 Tercera píldora: oremos como Esther y Mardoqueo.
El catolicismo desesperanzado tiene mucho de liberal. Es un catolicismo que, como hemos expuesto antes, en realidad no cree que Dios es el dueño de la historia y se ve apabullado por la sensación de que debe tirar de la historia con fuerzas humanas. Para remediar esta miopía espiritual nos viene de maravilla bucear en el Antiguo Testamento. En él descubrimos a un pueblo, Israel, que vivía su historia cara a Dios. En una buena parte del AT, encontramos a un Israel deportado, como lo está hoy el cristianismo en la mayor parte de los países del mundo, de un modo u otro.
Ya saben que suelo terminar los artículos proponiendo una oración. Hoy os propongo la lectura orante del libro de Ester.
En el primer capítulo de este libro, Mardoqueo -que formaba parte “del rupo de deportados que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había llevado cautivos de Jerusalén- tiene un sueño:
El sueño fue así: Voces y estrépito, truenos y terremotos, perturbación en la tierra. Dos enormes dragones avanzaron, prestos ambos al combate, lanzaron un gran rugido, y a su voz todos los pueblos paganos se dispusieron a la guerra para luchar contra el pueblo de los justos. Día de tinieblas y oscuridad, tribulación y angustia, ruina y gran turbación sobre la tierra. Todo el pueblo de los justos, estremecido por el terror de sus desgracias, se disponía a perecer y clamaba a Dios. A su clamor, de una pequeña fuente nació un gran río de abundantes aguas. La luz y el sol surgieron y los humildes se alzaron y devoraron a los soberbios.
¿No vivimos hoy, en oriente y occidente, muchos cristianos en tinieblas y oscuridad, tribulación y angustia, a veces ahogada nuestra esperanza en pesimismo? Pero…¿no nos nació un Niño, pequeño como esa pequeña fuente, que sería manantial de todas las gracias, que iba a ser nuestro Salvador y Redentor? Y, hermanos, ¿qué final se nos ha prometido en ese Niño para nuestra tribulación? ¡¡La luz y el sol surgirán y los humildes se alzarán y devorarán a los soberbios!!
Más adelante, en el capítulo 3, leemos cómo Amán consigue con sus intrigas que el rey Asuero publique un decreto que hoy consideraríamos digno de cualquier Gran Maestre masón, refiriéndose a la Iglesia:
Considerando, pues, que este pueblo se mantiene aislado y en total oposición a todos los hombres, que vive según leyes exóticas y es hostil a nuestros intereses, llevando a cabo los peores crímenes para que no se consiga la estabilidad del reino, hemos decidido que todos los que os han sido señalados en cartas de Amán, encargado de nuestros negocios y nuestro segundo padre, sean exterminados de raíz.
¿Qué hicieron entonces Mardoqueo y Ester, cuando todo el odio de Amán, con el poder del rey, estaba a punto de caer sobre su pueblo? ¡¡Ponerse en manos de Dios!!
He aquí la oración de Mardoqueo. Hagámosla nuestra:
Ahora pues, Señor Dios, Rey, Dios de Abrahán, perdona a tu pueblo, porque andan mirando cómo destruirnos y desean exterminar la heredad que fue tuya desde siempre. No desprecies tu parte, la que rescataste para ti del país de Egipto. Escucha mi oración, muéstrate propicio a tu heredad; convierte nuestro duelo en alegría, para que, viviendo, cantemos himnos a tu Nombre, Señor. No tapes la boca de los que te alaban. (Est. 4, 17f-17i)
Escuchemos ahora la oración de Ester, sobre quien el pueblo de Israel ha puesto su esperanza de sobrevivir, y oremos con ella.
Señor y Dios nuestro, tú eres único. Ven en mi ayuda, que estoy sola y no tengo socorro sino en ti, y mi vida está en peligro. (…)Líbranos con tus manos y acude en mi socorro, que estoy sola, y a nadie tengo, sino a ti, Señor. (…) Oh Dios, que dominas a todos, oye el clamor de los desesperados; líbranos del poder de los malvados y líbrame a mí de mi temor.”
Veamos en Ester a nuestra madre la Virgen, que aplastará la cabeza de la serpiente, intercediendo por nosotros. Ella aseguró a sor Lucía: “Mi Inmaculado Corazón triunfará.”
Confiemos, como Israel, en la fidelidad de Dios. Y oremos unos por otros, para que Él nos conceda la gracia de permanecer firmes en la fe y alegres en la esperanza.
18 comentarios
Enhorabuena.
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Gracias, Arturo. ¡Gloria a Dios!
(María Arratíbel)
Traslado su sugerencia al consejo editorial. Muchas gracias.
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Dios es grande.
Muchas gracias
Preciosa s palabras
-Parece que olvidamos que Dios es el Señor de la Historia: No, simplemente constatamos que Dios ha decidido permitir que la Iglesia sea diezmada. Seguramente, será por una razón estupenda, pero la Iglesia está siendo igualmente diezmada.
-La oración de petición es infalible: a mi me ha fallado un montón de veces. A todas las personas que conozco le ha pasado igual. Seguro que hay motivos estupendos, nuevamente, pero no entiendo entonces por qué no nos prometió Jesús que Él haría lo mejor para nosotros, ya que sabe mejor que nosotros lo que nos conviene, en vez de decir que pidamos, y que se nos daría.
-Que la persecución da fruto, y fruto en abundancia. De nuevo, yo no veo que eso sea cierto. En Oriente los cristianos están siendo asesinados en masa, y el único resultado es, simplemente, que el cristianismo casi ha desaparecido ya de todos los países musulmanes. Cada vez hay menos cristianos allí. Tres cuartos de lo mismo con los martires españoles, que fueron miles: ¿dónde están esos frutos en la apóstata España?
Dios será el Señor de la Historia, pero ya nos ha advertido de que, por el motivo que sea, va a organizar esa Historia permitiendo que, al final, la Iglesia sea aniquilada.
Y tiene toda la pinta de que nos encaminamos a toda velocidad a ese escenario.
Cuando Cristo murió en la cruz todo estaba humanamente fracasado. Pero resucitó. Y se apareció a los que creían (con muchos pecados, pero con aquella humildad que le faltó a Judas), y les dio fuerza para vivir el Evangelio, y anunciarlo en la persecución.
Por tanto, en las formas de hacer de Dios, cuanto peor, mejor. Para vivir esto con alegría y esperanza necesitamos el don del Señor. Si no creemos en Cristo, no nos llega su luz, el Espíritu. Y entonces se piensa y se vive lo que tu dices, que es una tentación que todos sufrimos.
Está más que anunciada la persecución y la tribulación, desde el Génesis al Apocalipsis, como paso previo a una drástica intervención de Dios reconduciendo el curso de la historia (que es si no la Resurrección?). Y así será la parusía.
Necesitamos creer firmemente para que Cristo se nos manifieste y nos de fuerza. Y le tenemos que pedir a Cristo esa fe. Por eso la insistencia en orar, orar, orar. Y llegar a la conclusión de que si estamos perseguidos es que Cristo está en nosotros. Y eso en si mismo es una primera respuesta que Dios nos da, de forma inmediata.
Comparto contigo la tentación, también quiero compartir contigo la esperanza que Dios me da.
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(María Arratíbel)
¡Muchas gracias por la corrección!
La verdad es que quizá todo esto perezca demasiado "mitinesco" o de discurso político, pero yo lo veo así, y por desgracia lo estamos haciendo poco (también me incluyo), y tan malo es caer en un "compromisismo" o voluntarismo que excluye la gracia y deviene en planteamientos pelagianos, como en un espiritualismo desencarnado que lo fía todo en la oración, como si fuera un medio mágico.
Y me parece que los dos extremos están bastante vigentes.
Pero también creo que no solo tenemos que orar. Me explico con uno de sus ejemplos. Si rezamos mucho, pero cuando estamos en esa reunión de trabajo nos escondemos el crucifijo o la medalla bajo el jersey para no tener problemas, pues no sé yo si esa oración le va a gustar mucho a Dios. Acaso tenemos que empezar por dejar que se vea lo que somos, aunque nos pueda costar alguna bofetada de cualquier tipo. También a otros antes los maltrataron y los mataron por el Nombre de Jesús y lo siguen haciendo. ¿Porqué vamos a ser nosotros distintos, más privilegiados? ¿Es que nos falta valor? Si es así, que sé que a veces es así, (lo digo por mí), pues empecemos por pedirle al Señor ese espíritu de valentía.
En definitiva, termino con el refranero castellano, que tiene uno para cada ocasión: "A Dios rogando, y con el mazo dando".
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(María Arratíbel)
Muchas gracias por su comentario.
También yo estoy de acuerdo con usted. Seguramente me he explicado mal cuando pretendía, al principio del post, describir una situación que, como a usted, no me gusta. Por supuesto, tenemos que pedir a Dios que nos dé el ser valientes testigos de Cristo. Que no escondamos nunca las medallas.
Gracias a la autora , y a ponerlo en práctica, que es bien difícil !
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(María Arratíbel)
Para Dios nada es difícil. A nosotros nos toca pedir la gracia necesaria, y confiar.
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