22.09.20

El verdadero cisma

Una parte tanto del sector ilustrado radical del catolicismo -vulgo “progre"- como del ilustrado conservador (*) -vulgo “neocón"- anda exhibiendo últimamente el espantajo de un cisma visible ante el evidente estado de descomposición de la unidad de la Iglesia. Ambos sectores se han tomado en serio el famoso “hagan lío” del actual Pontífice, Francisco, quien decidió que en vez de dedicarse a cumplir el ministerio de “confirmar a los hermanos en la fe", era hora de poner prácticamente todo patas arriba, especialmente en lo relacionado a la moral y los sacramentos. Como bien señaló a principios de este año Alonso Gracián:

Amoris laetitia es la constatación de la insana «creatividad» situacionista, conforme a la asimilación irresponsable del alma de la Modernidad. Amoris laetitia es consecuencia del personalismo y de la Nueva Teología.

Se puede hablar de otro sector de la Iglesia, el tradicionalista, muy minoritario pero reactivado últimamente por plumas seglares de reconocida popularidad e incluso por un par de obispos, caso de Mons. Schneider y Mons. Viganò. Este último, conocido en el mundo entero por el caso McCarrick, está “resucitando” el debate sobre el CVII. Debate, curiosamente, al que no prestan apenas atención los radicales, pues dan por amortizado dicho concilio y se disponen a ir más allá del mismo. Las reacciones, en no pocos casos furibundas, contra el cuestionamiento del CVII están llegando de filas conservadoras. Por su parte, el sector lefebvrista del tradicionalismo, protagonista precisamente del último pseudo-cisma oficial (incompleto según el cardenal Castrillón Hoyos) que fue “solucionado” por Benedicto XVI, está “contemplando los toros desde la barrera", supongo que experimentando una especie de deja-vu. O sea, “esto ya lo hemos vivido".

En mi opinión el cisma real fue gestado y alumbrado hace ya bastante tiempo. La unidad de la Iglesia es desde hace décadas como la vida del toro al que el torero acaba de entrar a matar eficazmente. Todavía se tiene de pie, pero está más muerto que vivo. Solo hace falta un leve toque en la cabeza para que se desplome. Y si no, el descabello.

Ni obispos ni sacerdotes ni religiosos ni seglares de todos los sectores señalados profesan la misma fe. No la profesan en materia moral. No la profesan a nivel litúrgico. No la profesan a nivel de muchos dogmas (¿cuál no ha sido cuestionado?). Es decir, del catolicismo se ha apoderado el espíritu de división típico del protestantismo. Cada cual cree lo que le parece y actúa en consecuencia. Y sin embargo, se ha ido manteniendo una especie de ficción de unidad visible en torno a la figura del papado. 

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17.09.20

El bien común

Una de las cosas buenas que tiene internet y las Redes Sociales es que de vez en cuando te encuentras con católicos a los que el Señor ha concedido el don de explicar con brillantez los fundamentos de nuestra fe. Es el caso de Javier de Miguel Marqués, católico tradicional, español, valenciano de origen y gerundense de adopción, economista, a quien “descubrí” hace medio año en un vídeo sobre un tema más raro que un perro verde: carlismo y libertarismo. O sea, algo así como si habláramos de castidad en los locales de alterne.

Más adelante ha publicado dos vídeos (1 y 2) sobre el recto ejercicio de la autoridad política. Y hace un mes inició una serie sobre una cuestión que pertenece a la doctrina social de la Iglesia, sobre la que muchos hablan pero pocos saben explicar en qué consiste: el bien común.

He esperado a que Javier acabara la serie para publicarla en este blog. Son vídeos de breve duración y absolutamente didácticos. Accesibles a todos los fieles, no hace falta tener una gran preparación filosófico-teológica para sacarles provecho. Es más, me parecen especialmente útiles para catequesis de adultos o incluso de jóvenes para confirmación.

Sospecho que D. Javier nos seguirá ofreciendo vídeos “sustanciosos", así que recomiendo que se apunten ustedes a su canal de Youtube. Y quién sabe si en un futuro no muy lejano contamos con su pluma en InfoCatólica (*) como ya han contado en la Revista Verbo de la Fundación Speiro.

Pasen y vean:

EL BIEN COMÚN (I) ACOTACIÓN CONCEPTUAL

El BIEN COMÚN (II) SU NEGACIÓN POR LA FILOSOFÍA MODERNA

EL BIEN COMÚN (III) LIBERTAD, DIGNIDAD Y BIEN COMÚN

EL BIEN COMUN (IV) UNA PERSPECTIVA TRASCENDENTE

BIEN COMUN (V) CONCLUSIONES

Laus Deo Viriginque Matri

Luis Fernando Pérez

(*) Para que InfoCatólica siga existiendo necesitamos su ayuda

23.08.20

Razones liberales para no votar al PP

En estos días ha sido portada y objeto de editoriales, artículos de opinión y análisis muy sesudos la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz del grupo parlamentario popular. El presidente del PP, Pablo Casado, ha puesto en su lugar a Concepción Gamarra (Cuca), ex alcaldesa de Logroño.

La diferencia entre ambas es que Cayetana es una liberal jacobina de manual. La segunda es una rajoyista/sorayista, igualmente de manual. La primera cree que hay que dar alguna batalla cultural a la izquierda, aun partiendo de principios liberales. La segunda asume gran parte de los principios culturales de esa izquierda. De hecho, se plantó en la última manifestación feminista cuando la pandemia ya estaba causando estragos. Y es autora de uno de esos mensajes en Twitter que sirven para que se entienda bien cuál es la ideología de una persona (*):

51 años de lucha a favor de la igualdad, de la diversidad, del respeto, de la libertad; 51 años luchando por normalizar lo que es normal. 51 años desde que, en Stonewall, se iniciará el movimiento #LGTBI. Ama a quien quieras. #DiadelorgulloLGTBI #Orgullo2020

Eso sí, ambas son partidarias de la despenalización del aborto, con todos los matices que se quieran (vean el de Cayetana, vean el de Cuca)-.

Cayetana aboga por dejar libertad de voto en temas moralmente delicados, Cuca es hija fiel y aplicada del sistema político del 78, en el que la disciplina de partido está por encima de cualquier consideración.

El que quizás sea el liberal más influyente en la opinión pública española, Federico Jiménez Losantos, ha escrito un artículo que deja bien a las claras por qué la causa del liberalismo pata negra está perdida, otra vez, en el PP. 

De dicho artículo tomo una cita sobre una frase de Pablo Casado, actual lider de la “¿oposición?” en España:

“Un partido no puede pretender que una sociedad se parezca a él por mucha razón que tenga. Lo que debe hacer es parecerse a esa sociedad”

Como ven ustedes, el “no somos nadie” alcanza en Casado la perfección. En la Alemania de Hitler, el PP de Casado sería nazi, por eso de identificarse con la sociedad. Y en el Irán de los ayatollas, el PP de Casado sería la sección burguesa de los hijos de Jomeini.

Obviamente alguien así no se opone a nada. Es un mero ectoplasma russoniano que hace de tonto útil para el gobierno social-comunista.

La democracia, según Casado y el PP, es un mercado de votos. Por tanto, el cliente siempre tiene razón. Ese es su único principio. Ni valores ni nada. El que paga/vota, manda. Y si hay que cambiar, se cambia. Solo hay una excepción: cuando el cliente es católico. Entonces da igual sostener exactamente lo contrario de lo que se supone que quiere dicho cliente. 

Y sin embargo, millones de los españoles que van a Misa seguirán haciendo un acto de apostasía votando ese engendro de partido y de ideología vacua e inane. 

Concluyo. En el artículo de Losantos tienen ustedes argumentos para que un liberal no apoye a ese partido. De las razones católicas tradicionales, hoy ninguneadas y/o atacadas por la mayor parte de aquellos que deberían defenderlas y difundirlas, ya he escrito mucho. Hoy no toca.

Luis Fernando Pérez Bustamante

(*) Como en todas partes cuecen habas, conviene recordar que la estrella emergente de Vox, Macarena Olona -una especie de Cayetana bis-, tuvo a bien echar en cara a un sacerdote católico que escribiera algo contra la bendición de parejas “homosexuales". 

9.08.20

El Rey de la apostasía

El sucesor de Francisco Franco en la Jefatura de Estado a título de rey, Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón, ha tenido que salir de España tras la avalancha de informaciones sobre su posible enriquecimiento ilícito, probable delito fiscal, etc. Enriquecimiento del que se aprovechó, sobre todo, una señora de castidad más que dudosa llamada Corinna zu Sayn-Wittgenstein, con quien el monarca emérito mantuvo una relación que iba bastante más allá de la amistad.

El revuelo en España es considerable, pero más allá de la rabiosa actualidad, conviene señalar una serie de hechos que pueden ayudar a formarse un juicio sobre la figura de don Juan Carlos:

1- Perjuro y usurpador del trono que correspondía a su padre

El 22 de noviembre de 1975, Juan Carlos I prestó juramento ante las Cortes españolas. El juramento se lo tomó Alejandro Rodríguez de Valcárcel, presidente de las Cortes: 

- Señor, ¿juráis por Dios y sobre los santos evangelios cumplir y hacer cumplir las leyes fundamentales del reino, y guardar lealtad a los principios que informan el movimiento nacional 

- Juro por Dios y ante los santos evangelios cumplir y hacer cumplir las leyes fundamentales del reino, y guardar lealtad a los principios que informan el movimiento nacional.

- Si así lo hiciereis, que Dios os lo premie. Y si no, que os lo demande.

No era la primera vez que el sucesor de Franco juraba defender los principios del movimiento nacional. La primera fue el 22 de julio de 1969, también ante las Cortes españolas. Justo después de su juramento dijo: “Quiero expresar en primer lugar, que recibo de su excelencia el Jefe del Estado y Generalísimo Franco la legitimidad política surgida del 18 de julio de 1936“.

Pues bien, nadie puede dudar que Juan Carlos de Borbón y Borbón juró en falso sobre la Biblia y los Santos Evangelios. 

No está de más recordar en qué consistían las leyes fundamentales del régimen franquista. Para ello, basta citar lo que dijo sobre el propio Franco San Juan XXIII, Papa:

Da leyes católicas, ayuda a la Iglesia, es un buen católico… ¿Qué más quieren?

Tampoco es baladí señalar que según las propias leyes de sucesión de la monarquía liberal borbónica, a quien correspondía ser Rey era a Don Juan, Conde de Barcelona, padre de Juan Carlos. El hijo, por tanto, usurpó el derecho del padre, aunque éste finalmente accedió a renunciar a sus derechos dinásticos. Señal, dicho sea de paso, de que dichos derechos existían, porque no se renuncia a lo que no se tiene. La cuestión tuvo su miga, como pueden comprobar ustedes escuchando el siguiente relato de Antonio García-Trevijano (*), posiblemente el único republicano auténtico que ha habido en España en el último medio siglo.

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27.07.20

Cristo, rey de los corazones y de las naciones

Error condenado por el beato Pío IX en su Syllabus:

LV. Es bien que la Iglesia sea separada del Estado y el Estado de la Iglesia.

Encíclica Imortale Dei, León XIII

Por esta razón, así como no es lícito a nadie descuidar los propios deberes para con Dios, el mayor de los cuales es abrazar con el corazón y con las obras la religión, no la que cada uno prefiera, sino la que Dios manda y consta por argumentos ciertos e irrevocables como única y verdadera, de la misma manera los Estados no pueden obrar, sin incurrir en pecado, como si Dios no existiese, ni rechazar la religión como cosa extraña o inútil, ni pueden, por último, elegir indiferentemente una religión entre tantas. Todo lo contrario. El Estado tiene la estricta obligación de admitir el culto divino en la forma con que el mismo Dios ha querido que se le venere. Es, por tanto, obligación grave de las autoridades honrar el santo nombre de Dios. Entre sus principales obligaciones deben colocar la obligación de favorecer la religión, defenderla con eficacia, ponerla bajo el amparo de las leyes, no legislar nada que sea contrario a la incolumidad de aquélla. Obligación debida por los gobernantes también a sus ciudadanos

Encíclica Quas Primas, Pío XI

erraría gravemente el que negase a Cristo-Hombre el poder sobre todas las cosas humanas y temporales, puesto que el Padre le confirió un derecho absolutísimo sobre las cosas creadas, de tal suerte que todas están sometidas a su arbitrio. Sin embargo de ello, mientras vivió sobre la tierra se abstuvo enteramente de ejercitar este poder, y así como entonces despreció la posesión y el cuidado de las cosas humanas, así también permitió, y sigue permitiendo, que los poseedores de ellas las utilicen.

Acerca de lo cual dice bien aquella frase: No quita los reinos mortales el que da los celestiales. Por tanto, a todos los hombres se extiende el dominio de nuestro Redentor, como lo afirman estas palabras de nuestro predecesor, de feliz memoria, León XIII, las cuales hacemos con gusto nuestras:

El imperio de Cristo se extiende no sólo sobre los pueblos católicos y sobre aquellos que habiendo recibido el bautismo pertenecen de derecho a la Iglesia, aunque el error los tenga extraviados o el cisma los separe de la caridad, sino que comprende también a cuantos no participan de la fe cristiana, de suerte que bajo la potestad de Jesús se halla todo el género humano.

Muchos de los fieles católicos de hoy en día, por no decir la inmensa mayoría, han sido formados en la ignorancia de lo que enseñaba la Iglesia sobre el Reinado Social de Cristo. Y cuando se encuentran con la sana doctrina católica de siempre, les resulta extraña.

La cosa, en realidad, es más fácil de lo que parece aunque no lo vean en primera instancia. Que Cristo debe reinar en el corazón de cada creyente no es discutible. Es obvio. La cuestión es si no debe reinar también en las familias. Seguramente también están de acuerdo. ¿Y qué pasa con las instituciones “superiores” a las familias (*)? Me refiero, por ejemplo, a una parroquia o a un municipio. A una diócesis o al pueblo de una nación, ¿ahí no reina? ¿Y qué pasa con las naciones? ¿ahí tampoco le toca reinar?

¿Reducimos el reinado de Dios solo al ámbito de la persona, del individuo? ¿quizás solo al de la comunidad religiosa? ¿Qué hay que deba escapar a dicho reinado?

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