El Gran Silencio
Mi breve visita a la Ciudad Condal ha resultado triplemente provechosa. Me ha permitido conocer en persona a gente de Iglesia a la que sólo conocía por sus escritos o por contacto telefónico. He podido pasar unas horas con mi director espiritual, el padre Joaquín Climent, y esta mañana he visto la película “El Gran Silencio” en el único cine de toda la ciudad donde todavía la exhiben. Y, curiosamente, este jueves será el último pase, así que encuentro providencial el haber sido capaz de ver esta obra en pantalla grande. No creo que sea igual verla en una butaca de cine, acompañado por 6 ó 7 personas que en la pantalla del ordenador o en la tele de casa.
Mi juicio sobre esta película no es imparcial. A lo largo de mi vida he tenido periodos de cierta querencia hacia el modelo de vida que aparece bien reflejado en el film. Por tanto mi predisposición era buena. En ese sentido, no me ha supuesto una sorpresa nada de lo que he visto, pero no por ello ha dejado de causarme una grata impresión. Es como el que va a tomar un plato de comida que sabe que le va a gustar. El saberlo no le impide disfrutarlo. Y yo he disfrutado de “El Gran Silencio”