25.08.17

Has puesto alegría en nuestro corazón

Del Oficio de Lecturas del viernes de la vigésima semana del Tiempo Ordinario:

Del libro de Eclesiastés:
Anda, come tu pan con alegría y bebe tu vino con alegre corazón, que Dios está ya contento con tus obras.

Si queremos explicar estas palabras en su sentido obvio e inmediato, diremos con razón que nos parece justa la exhortación del Eclesiastés, de que, llevando un género de vida sencillo y adhiriéndonos a las enseñanzas de una fe recta para con Dios, comamos nuestro pan con alegría y bebamos nuestro vino con alegre corazón, evitando toda maldad en nuestras palabras y toda sinuosidad en nuestra conducta, procurando, por el contrario, hacer objeto de nuestros pensamientos todo aquello que es recto, y procurando, en cuanto nos sea posible, socorrer a los necesitados con misericordia y liberalidad; es decir, entregándonos a aquellos afanes y obras en que Dios se complace.

Pero la interpretación mística nos eleva a consideraciones más altas y nos hace pensar en aquel pan celestial y místico, que baja del cielo y da la vida al mundo; y nos enseña asimismo a beber con alegre corazón el vino espiritual, aquel que manó del costado del que es la vid verdadera, en el tiempo de su pasión salvadora. Acerca de los cuales dice el Evangelio de nuestra salvación: Jesús tomó pan, dio gracias, y dijo a sus santos discípulos y apóstoles: «Tomad y comed, esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros para el perdón de los pecados.» Del mismo modo, tomó el cáliz, y dijo: «Bebed todos de él, éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados.» En efecto, los que comen de este pan y beben de este vino se llenan verdaderamente de alegría y de gozo y pueden exclamar: Has puesto alegría en nuestro corazón.

Además, la Sabiduría divina en persona, Cristo, nuestro salvador, se refiere también, creo yo, a este pan y este vino, cuando dice en el libro de los Proverbios: Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado, indicando la participación sacramental del que es la Palabra. Los que son dignos de esta participación tienen en toda sazón sus ropas, es decir, las obras de la luz, blancas como la luz, tal como dice el Señor en el Evangelio: Alumbre vuestra luz a los hombres para que, viendo vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre celestial. Y tampoco faltará nunca sobre su cabeza el ungüento rebosante, es decir, el Espíritu de la verdad, que los protegerá y los preservará de todo pecado.

Del Comentario de san Gregorio de Agrigento, obispo, sobre el Eclesiastés
(Libro 8, 6: PG 98, 1071-1074)

Otro santo más, ¿y van?, que exhortan a caminar en rectitud y santidad ante Dios. Y es que, como dice el libro del Eclesiastés, quien así se comporta, es feliz. La felicidad de cumplir la voluntad de Dios llena la vida de los santos y de todo aquel fiel que busca agradar al Señor.

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24.08.17

Has de ver cosas mayores

Evangelio del jueves de la vigésima semana del Tiempo Ordinario:

Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret».
Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?».
Felipe le contestó: «Ven y verás».
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».
Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?».
Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».
Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».
Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
Juan 1,45-51

“Has de ver cosas mayores", dijo Cristo a Natanael. Y nos dice San Pablo:

Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.
1ª Cor 2,9

Y leemos en la primera lectura de hoy:

Entonces vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas finales y habló conmigo: -Ven, te mostraré a la novia, la esposa del Cordero. Me llevó en espíritu a un monte de gran altura y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo de parte de Dios..
Ap 21,9-10

En medio de la tormenta que amenaza con volcar la barca de la Iglesia, ¿cómo no clamar, “Señor, ven pronto"?

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23.08.17

¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?

Evangelio del miércoles de la vigésimo semana del Tiempo Ordinario

Pues el reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo: “Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido”.
Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”.
Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”.
Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña”.
Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”.
Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”.
Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”.
Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos.
Mt 20,1-16

Dios dispone de sus dones de la manera que estima oportuno. Reparte sus gracias como quiere, cuando quiere y a quien quiere. Y no es más ni menos justo por ello. 

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22.08.17

¿Quién puede salvarse?

Evangelio del martes de la vigésima semana del Tiempo Ordinario

Jesús les dijo entonces a sus discípulos: -En verdad os digo: difícilmente entrará un rico en el Reino de los Cielos. Es más, os digo que es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios.
Cuando oyeron esto sus discípulos, se quedaron muy asombrados y decían: -Entonces, ¿quién puede salvarse?
Jesús, con la mirada fija en ellos, les dijo: -Para el hombre esto es imposible; para Dios, sin embargo, todo es posible.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo: -Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué recompensa tendremos?
Jesús les respondió: -En verdad os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, vosotros, los que me habéis seguido, también os sentaréis sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo el que haya dejado casa, hermanos o hermanas, padre o madre, o hijos, o campos, por causa de mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna.
Porque muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.
Mt 19,23-30

No le den ustedes más vueltas. Para el hombre es imposible salvarse. Porque de la misma manera que quien ama las riquezas más que a Dios no puede entrar en el Reino de Dios, tampoco puede quien ama a su familia, a sus amigos, o a cualquier cosa bajo el cielo más que a Dios. El hombre caído no puede amar a Dios más que a todo lo demás.

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21.08.17

Si quieres ser perfecto, ven y sígueme

Evangelio del lunes de la vigésima semana del Tiempo Ordinario:

Y se le acercó uno, y le dijo: -Maestro, ¿qué obra buena debo hacer para alcanzar la vida eterna?

Él le respondió: -¿Por qué me preguntas sobre lo bueno? Uno sólo es el bueno. Pero si quieres entrar en la Vida, guarda los mandamientos.

-¿Cuáles? -le preguntó.

Jesús le respondió: - No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.

-Todo esto lo he guardado -le dijo el joven-. ¿Qué me falta aún?

Jesús le respondió: -Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dáselos a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos. Luego, ven y sígueme.

Al oír el joven estas palabras se marchó triste, porque tenía muchas posesiones.
Mat 19,16-22

¿Y bien? ¿acaso no basta con cumplir los mandamientos? ¿No habíamos quedado en que tal cosa es conocer y amar a Dios (Jn 14,21; 1 Jn 2,3)? Pues sí pero no.

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