31.08.09

Antonio Herrero estaría hoy en Es.radio

La verdad es que me apetecía bastante poco escribir este post, pero es que según pasan las horas mi indignación va creciendo. Esta mañana he sintonizado Cope para ver qué tal se le daba la cosa al nuevo director del programa más importante de la cadena. El cambio es obvio. Nacho Villa lleva a las primeras horas de las mañanas de Cope el formato del informativo que hacía de 2 a 3 de la tarde, introduciendo pequeñas alocuciones de colaboradores, en plan artículo de prensa pero en formato radio. En ocasiones me daba la sensación de estar en una especie de re-edición del “Diario hablado", aquel “mítico” programa de Radio Nacional. Mucha información, nada de opinión. Eso es, por supuesto, legítimo. Otra cosa es que convenza a los oyentes para quedarse dos horas escuchando una noticia tras otra y poco más.

Que hay un nuevo estilo Cope se ha notado también en el hecho de que la primera entrevista se la han hecho al portavoz del PSOE en el Congreso, José Antonio Alonso. Ha sido la típica entrevista-alfombra, en la que el entrevistado ha debido de salir la mar de contento. Pues nada, muy bien. También eso es legítimo.

La tertulia del primer día ha sido un pestiño impresionante, pero hay que darles tiempo a los nuevos tertulianos para hacerse al medio. Girauta, que es uno de los que se ha quedado de temporadas pasadas, no parecía el mismo, pero entiendo que no se puede pedir peras al olmo, ni esperar que el melonar dé melones en diciembre. Esperemos a ver qué tal se dan las tertulias en los próximos días. De aquí a las dos primeras oleadas del EGM tienen tiempo de madurar. De momento, más le vale a Nacho Villa el meter menos información en el tiempo de tertulia, porque la gente que las escucha ya se sabe las noticias y lo que quiere es la opinión. Ahora bien, si lo que quiere es acabar con el formato tradicional de tertulia radiofónica, cosa que no descarto, el camino emprendido es el adecuado.

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30.08.09

Hay que denunciar cada vez más claramente la ilegitimidad del sistema

Entre las diversas virtudes del cardenal Rouco está la de hacer afirmaciones rotundas, en un tono tal que no parece que sean tan contundentes como realmente son. Por ejemplo, en su reciente intervención en Rímini, en el encuentro de Comunión y Liberación, S.E.R hizo la siguiente pregunta:

¿Tiene el poder político facultad de limitar, condicionar, restringir e incluso negar los derechos fundamentales de la persona humana -el derecho a la vida, a la libertad religiosa, de pensamiento, de conciencia, de expresión y de enseñanza- sin que se quiebre su legitimidad ética?

Pero no dejó la pregunta en el aire. Él mismo dio la respuesta:

La contestación, subyacente a muchas de las corrientes culturales que inspiran e influyen hoy la teoría y la praxis política, es militantemente afirmativa.

Es obvio que en España llevamos mucho tiempo asistiendo a una serie de acontecimientos políticos a los que, si le aplicamos las palabras del cardenal arzobispo de Madrid, nos llevan a la conclusión de que el actual régimen político es ilegítimo desde el punto de vista de la fe católica. El cardenal García-Gasco lo dijo de forma más explícita hace casi dos años en la plaza madrileña de Colón:

“por el camino del aborto, del divorcio exprés y de las ideologías que pretenden manipular la educación de los jóvenes no se llega a ningún destino (…) Así no se respeta la Constitución española de 1978 y nos dirigimos a la disolución de la democracia”

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28.08.09

Cuando no es una mosca la muerta sino millones de inocentes

Entre los proverbios y sentencias más interesantes que pueden encontrarse en la Escritura, hay una que de siempre me ha llamado mucho la atención por la gran verdad que encierra. Está en el libro del Eclesiastés:

Eccl 10,1
Una mosca muerta pudre una copa de ungüento de perfumista y un poco de locura puede pesar más que la sabiduría y la honra.

No hay que ser muy inteligente para explicar lo que quiere decir ese versículo. El error y el pecado destacan especialmente cuando los comete aquel que tiene la reputación de ser una persona sabia y santa. Y a veces basta con un poco de necedad para que la credibilidad de una persona se caiga abajo de forma irremisible. Y no digamos nada si dicha persona desarrolla una actividad de gran repercusión pública.

Digo esto a cuenta de la gran polémica que está teniendo lugar en los medios de comunicación católicos tras la muerte del senador Edward (Ted) Kennedy, hermano de los desdichados John Fitgerald y Robert Kennedy. De todos es conocido que la saga Kennedy ha marcado la historia de los Estados Unidos en el último medio siglo. John fue el primer presidente católico de esa nación y sin duda uno de los mandatarios más carismáticos de su historia. Su trágica muerte conmocionó al mundo entero. Y cuando su hermano Robert iba camino de la presidencia, murió igualmente asesinado. Del resto de la familia, fue Ted quien desempeñó una carrera política más destacada. Pero siendo ya senador por Massachusetts se vio involucrado en un percance que marcaría el resto de su vida. En 1969 sufrió un accidente de coche, al salirse del puente por el que transitaba. La mujer que iba con él en el vehículo falleció y se dio la circunstancia de que el senador había abandonado el lugar del accidente sin prestar ayuda a la víctima. Por ello fue condenado a dos meses de cárcel, sentencia que no llegó a ejecutarse. Sus posibilidades de llegar a ser presidente de su nación quedaron enterradas en aquel accidente, aunque llegó a disputar a Jimmy Carter la candidatura demócrata a la presidencia. Por tanto, un “pequeño error” -si es que abandonar a una mujer moribunda puede llamarse así- tuvo en este hombre consecuencias importantes.

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26.08.09

Lo de Notre-Dame puede ser una oportunidad inmejorable

Cuando los responsables de la Universidad católica de Notre-Dame decidieron conceder el honoris causa al presidente Obama, no se imaginaban que la ola de indignación entre los obispos norteamericanos creciera hasta convertirse en un tsunami que puede acabar llevándoselos por delante. Pocos espectáculos tan impresionantes, y a la vez edificantes, se han visto en la iglesia norteamericana como el de la catarata de condenas, lamentos y peticiones de rectificación por parte de decenas de obispos a las autoridades de esa universidad. Pero puede que la guinda del pastel sea la que acaba de poner el obispo, monseñor John M. D’Arcy, de la diócesis, Fort-Wayne-South Bend, donde está alojada Notre-Dame.

Si ya de por sí el nombre de la diócesis nos trae aromas del Far West y las películas de John Wayne -por cierto, converso al catolicismo en su lecho de muerte-, la aparición de monseñor D´Arcy se asemeja a la de esos buenos sheriffs que, contoneándose mientras mostraban las culatas de sus revólveres, avisaban de su intención de limpiar el pueblo o la ciudad de forajidos. Ya sé que esa no es una imagen especialmente evangélica, pero a mí me hace gracia.

Hablando ya en serio, las preguntas que el obispo de Forte-Wayne hace a los mandamases de Notre-Dame son absolutamente pertinentes y deben ser hechas a todas las instituciones educativas católicas del mundo. Las repito:

“¿Cuál es la relación de la universidad católica con el obispo local? ¿Ninguna relación? ¿El obispo es alguien que, ocasionalmente, celebra la Misa en el campus? ¿Alguien que se sienta en el estrado en una graduación? ¿O el obispo es el docente en la diócesis, el responsable por las almas, incluyendo las almas de los estudiantes – en este caso, los estudiantes de Notre Dame? ¿Acaso la responsabilidad del obispo de enseñar, gobernar y santificar termina en la puerta de la universidad?”

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25.08.09

La verdadera ruptura

Los dos últimos posts de este blog han dado lugar a un debate muy interesante sobre si el Novus Ordo supuso una ruptura con la tradición litúrgica milenaria de la Iglesia. Se han aportado opiniones, citas y comentarios de destacadas personalidades de la Iglesia, entre ellas las del actual Papa cuando era cardenal. Se ha llegado a decir que aunque el N.O es válido, hubo ruptura, lo cual no deja de ser paradójico, porque si en algo tan fundamental como la misa se ha dado una ruptura con la tradición, me parece que cabría alguna duda legítima y razonable sobre su validez. Ni siquiera el Papa puede aprobar algo que suponga un quebranto con un pasado bimilenario. Por tanto, aunque entiendo que hay argumentos a favor de de considerar como rupturistas algunos elementos del N.O, soy partidario de no hablar de ruptura total con el rito en la forma anterior a la reforma. Digo esto siendo bien consciente de que mi formación litúrgica no me capacita para dar una opinión “autorizada", pero como no tengo otra, es la que doy.

En lo que sí creo que se dio una ruptura es en el tratamiento pastoral hacia los abusos litúrgicos. Ahí sí que se dio una ruptura radical con el pasado más inmediato. Aunque abusos los ha habido siempre -el que lo niegue, que se estudie lo que ocurría en tiempos de Trento-, es difícil encontrar un momento en la historia en que los mismos se hayan hecho con tanto descaro y desvergüenza como en el post-concilio. Y la actitud de los pastores ha sido de una laxitud total en la aplicación de su autoridad para acabar con dichos abusos. No es que no haya advertido contra los mismos. De palabra muchos lo han hecho. Pero luego, a la hora de la verdad, ¿cuántos presbíteros han sido apartados del sacerdocio por estas cuestiones? ¿hace falta que demos ejemplos bien recientes? ¿debemos recordar que un cardenal tan poco sospechoso de simpatizar con la heterodoxia como su E.R. D. Antonio María Rouco Varela ha permitido que los sacerdotes rosquilleros de Entrevías sigan haciendo lo que les viene en gana?

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