Uriarte y el beso de Judas
Lo siento mucho, pero cuando el todavía obispo de san Sebastián dice que “sin ningún género de excusa o de excepción tenemos todos la grave obligación moral de oponernos tajantemente al terrorismo con todos los medios justos, cuidadosamente examinados, y siempre respetuosos de los Derechos Humanos intangibles", no creo que sea realmente sincero. Cuando afirma que la búsqueda de la paz reclama “la erradicación del terrorismo” que “acaba de herirnos con dos nuevos y terribles zarpazos", tampoco le creo. Es decir, no es que piense que él se alegre de que Eta mate, pero en el fondo asume el discurso del nacionalismo vasco, que es el que está en la raíz misma de la existencia de Eta.
Es más, monseñor Uriarte sabe de sobra que hablar de diálogo cuando ETA acaba de matar a dos guardias civiles y ha intentado provocar una masacre espantosa en Burgos es una pura provocación al resto de los españoles. Pero eso le importa un carajo. Su discurso es calcado al del PNV. No parecido, no. CALCADO. Él habla para su “parroquia” nacionalista. Como le pasaba a su predecesor Setién, Uriarte quiere más a unas ovejas que a otras. Ama más a las que se sienten hijas de ese precursor del nazismo llamado Sabino Arana. No lo puede evitar. Lo lleva en sus genes. Él es antes nacionalista vasco que cualquier otra cosa. Antes que cristiano, antes que sacerdote, antes que obispo.