Acertado editorial de El Mundo
Lo publicaron ayer. Lo he leído hoy. Y estoy plenamente de acuerdo:
Lo absurdo de una Navidad cada vez menos navideña
Casa año es más evidente el paulatino destierro de los símbolos tradicionales de la Navidad de los espacios públicos. Esa autocensura, que practican tanto las Administraciones responsables de la decoración de las calles y edificios como los propios comerciantes en sus establecimientos, responde a una corriente de opinión que postula que la exhibición de una iconografía religiosa determinada discrimina a las otras, así como que las creencias personales deben quedar exclusivamente en el ámbito de lo privado. Con esos argumentos acaba de defenderse en el Parlamento la retirada del símbolo de la cruz en los colegios y bajo esa premisa, también, han llegado a desmontarse belenes de centros públicos tras la denuncia de algún ciudadano. Estamos ante una tesis falaz que, llevada al extremo, demuestra su absurdo. En efecto, quien defiende que no ha lugar a imponer una determinada concepción del mundo a los otros, hace justo lo contrario de lo que predica, pues está tratando de implantar la suya propia. Pero, sobre todo, es una teoría que yerra en este caso al querer reducir a simple iconografía cristiana símbolos como el belén, los Reyes Magos o el Niño Jesús, que son patrimonio de nuestra cultura y que tienen un valor por encima de las creencias de cada cual.
El concepto de civilización está unido de forma indisoluble al ámbito de las creencias y las costumbres. Tratar de cercenar éstas por impuras con el supuesto bisturí de la razón es justamente lo irracional, no tiene pies ni cabeza. Luchamos por preservar viejas tradiciones de nuestros pueblos, destinamos grandes sumas de dinero a la recuperación de lenguas que están en peligro, incluso defendemos manifestaciones de culturas remotas, ¿y no vamos a poder mantener costumbres seculares que nos enriquecen, nos identifican y nos unen?