José Manuel Vidal, periodista especializado en información religiosa y director de Religión Digital, ha concedido una “sabrosa” entrevista a emision.net con motivo de la concesión a su portal, por parte de Protestante Digital, del premio Unamuno.
Algunas de las cosas que dice Vidal son ciertamente acertadas. Por ejemplo, que el hecho religioso tiene “una importante función social que cumplir: en la transmisión de valores, en dar sentido a la vida, en conformar el alma de un pueblo“. También estoy de acuerdo con que “en internet hay espacio para hacer una información religiosa seria, rigurosa y abundante; con noticias y opinión; muy plural y, además, permitiendo el feedback de los lectores que lo enriquecen de una forma inaudita“.
La cosa, cambia, como no podía ser de otra forma, cuando la entrevistadora, como buena protestante evangélica española, le pone en bandeja la posibilidad de “lucirse". La buena mujer dice literamente que hay “ciertos sectores del catolicismo de los que no hay más que leer las cartas al director para decir que hay un sector que aun piensa que con el nacional-catolicismo, España estaba mejor, y que a partir de ahí, todos somos herejes, todos somos rojos, ¿verdad José Manuel?“. Esa es una pregunta sensata, ecuánime y bien hecha y lo demás son tonterías. Vidal responde que la Iglesia Católica está sufriendo un “proceso de involución brutal” desde hace ni más ni menos que treinta años. No diez, no veinte: treinta. Y esa involución la está conduciendo, según él, a una especie de talibanización. Dice también que la Iglesia Católica se siente atacada y agredida por todas partes y eso la lleva a encerrarse a sí misma, en un gheto, en busca de seguridad. Y, por supuesto, eso afecta al ecumenismo, que se convierte en un mero intento de “zamparse a los protestantes” o a cualquier otra confesión.
Ante semejante panorama, es normal que José Manuel Vidal vea el protestantismo como una especie de paraíso perdido que se les niega a los católicos. De él admira a nivel de funcionamiento eclesial su flexibilidad, su libertad. Dice que en estos momentos -yo pregunto, ¿cuándo no?- el protestantismo es como un mosaico. Pero no cualquier mosaico, no. Es un mosaico que brilla, que luce, realmente magnífico, en contraste con la Iglesia Católica que es un cristal pálido monocolor y gris.
Bien, la pregunta que más de uno nos hacemos es a qué espera José Manuel para ser consecuente con su forma de pensar, uniéndose a cualquier confesión protestante de las que hay en España. Si la Iglesia Católica es tan mala, mala, y el protestantismo tan bueno, bueno, ¿para qué seguir amargándose la vida? Vidal sabe muy bien que en el catolicismo no hay ni habrá jamás la “libertad” teológica y eclesial existente en el protestantismo. A lo que él llama involución, los católicos fieles al magisterio lo llamamos vuelta al ethos católico tras el marasmo post-conciliar. De hecho, somos cada vez más los convencidos de que queda mucho trecho por recorrer en ese regreso al sentido común católico. Y cuanto más se camine en esa dirección, más desplazado quedará del catolicismo Vidal y ese sector que pretende seguir en comunión con la Iglesia cuando en realidad es una especie de objeto extraño, de naturaleza muy cercana al protestantismo liberal, incrustado en ella.
He dicho, digo y diré hasta cansar a propios y extraños, que hay una situación de cisma interno, pero canónicamente no declarado, en la Iglesia Católica. Por un lado, el de los que son católicos de verdad, que aceptan el magisterio completamente, que son conciliares en el sentido auténtico de la palabra, es decir, que asumen lo marcado por el último concilio en línea con la Tradición de la Iglesia. Por otra, los que quieren otra Iglesia, con otra organización, otra naturaleza, otro credo, otra forma de predicar el evangelio, otra forma de relacionarse con el mundo. Y pienso que están en su derecho de querer una iglesia a imagen y semejanza de sus convicciones espirituales, doctrinales y sociales particulares. Pero para eso está el protestantismo, donde prácticamente cabe todo. Caben los llamados fundamenalistas, que creen que Dios hizo la tierra en seis días de veinticuatro horas, y caben los que piensan que la inerrancia del texto bíblico es propio de eras oscurantistas ya pasadas. Caben los que se organizan episcopalmente (aunque no tienen obispos válidos) y los que no tienen jerarquía alguna (cuáqueros, por ejemplo). Caben los que están a favor de que los cristianos se puedan divorciar y recasar y también caben los que excomulgan a los que se divorcian y contraen de nuevo matrimonio. En realidad, ¿qué hay que no quepa en ese mosaico llamado protestantismo, que engloba a protestantes evangélicos y liberales?
Mientras todos los que son y piensan como José Manuel Vidal permanezcan visiblemente en el seno de la Iglesia Católica, viviremos un gran engaño. Ellos engañan a la Iglesia y a sí mismos pretendiendo ser lo que no son. De hecho, son víctimas de su propia identidad. Se sienten mal. Se agobian. Se inquietan. Viven como pez de agua dulce en mar abierto. El líquido elemento que para otros es vida, a ellos les mata. Y por su parte, la Iglesia no puede seguir jugando a ocultar con un dedo el sol la planta del cisma que ha crecido en su seno abonada por la crisis post-conciliar y la pastoral de la inacción ante la heterodoxia.
Ya que tanto empeño se pone en el ecumenismo, admítase que los protestantes internos se pasen con armas y bagajes al seno de las comunidades eclesiales de los hermanos separados. Ciertamente, como buen católico carca-cavernícolo-tridentino-nacional-católico, yo preferiría que se convirtieran a la fe de la Iglesia, que les puede llevar a la salvación, pero si no lo hacen, si no pueden, si es superior a sus fuerzas, les animo sinceramente a hacerse protestantes. Lo fui durante 8 años y medio y sé que serán bien acogidos. No me cabe la menor duda de que los progre-eclesiales católicos supondrán una ráfaga de aire fresco entre las mesnadas protestantes ibéricas. Cierto es que aparecerá algún César Vidal que les diga que difícilmente se les puede considerar cristianos creyendo lo que creen sobre la Escritura, pero no pasa nada. Eso forma parte del pluralismo protestante.
Así que, José Manuel, no lo dudes. Ponte “oficialmente” las gafas multicolor del protestantismo para ser feliz y no vivas más angustiado con las lentes grises y cenizas del catolicismo. Y si alguna vez, Dios lo quiera, el Señor te concede la gracia de querer vivir de verdad la excelencia de la fe católica en comunión con el Vicario de Cristo y el magisterio de la Iglesia, ya sabes dónde nos tienes para ayudarte en ese proceso de conversión. Al fin y al cabo, ese es un proceso que dura toda la vida. Los “conversos” y los “reversos” -católicos que dejaron la Iglesia y regresaron- lo sabemos muy bien. Y también sé bien que es mucho más fácil que un protestante “pata negra” se convierta en un católico fiel a la Iglesia, a que lo haga cualquier de los que, pretendiendo ser católicos, están más cerca de Lutero o de Bultmann que del Obispo de Roma.
Luis Fernando Pérez Bustamante