Levántate, oh Dios, defiende tu causa
Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados por causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantenían. Y gritaban con voz potente: «¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin vengar nuestra sangre de los habitantes de la tierra?».
Ap 6,9
Y gritó con fuerte voz: «Cayó, cayó la gran Babilonia. Y se ha convertido en morada de demonios, en guarida de todo espíritu inmundo, en guarida de todo pájaro inmundo y abominable; porque del vino del furor de su prostitución han bebido todas las naciones, los reyes de la tierra fornicaron con ella, y los mercaderes de la tierra se enriquecieron con el poder de su opulencia». Y oí otra voz del cielo que decía: «Pueblo mío, salid de ella, para que no os hagáis cómplices de sus pecados y para que no os alcancen sus plagas; porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus crímenes».
Ap 18,2-5
¡Ah! ¡Qué solitaria yace la Ciudad tan populosa! Quedó como una viuda, la grande entre las naciones. La princesa de las regiones ésta sometida a servidumbre. Llora y llora por la noche, lágrimas por sus mejillas.
Lam 1,1-2
Levántate, oh Dios, defiende tu causa.
Salm 74,22
¡Señor, sálvanos, que perecemos!
Mt 8,25
Luis Fernando Pérez Bustamante