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30.11.24

La farsa de la soberanía de España

Habrá quien piense que este artículo no es muy adecuado para un portal como Infocatólica, pero pienso que nada de lo que acá escribo es contrario a la doctrina social de la Iglesia.

Por ejemplo, dice el Catecismo:

2406 La autoridad política tiene el derecho y el deber de regular en función del bien común el ejercicio legítimo del derecho de propiedad

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27.11.24

Dale Señor descanso a mi alma

Breve oración para momentos de turbación, duda, prueba, cansancio espiritual, etc. Creo que todos pasamos por esas circunstancias en algún momento de nuestras vidas:

Dale Señor descanso a mi alma para que pueda servirte.
Aparta de mí todo temor y líbrame de la angustia que paraliza mi ser por completo.
Dame la fe que me sostenga a flote en medio de la galerna de dudas.
Y aleja al enemigo de mi alma, que busca mi perdición.
Sin ti nada, Señor. En ti, todo.
Fiat voluntas tua

Luis F.

18.11.24

Oración, temor, aceptación

Cuando el Señor Jesucristo nos enseñó a orar, mostró un orden claro en el proceso. El padrenuestro no es solo un modelo de oración a repetir, sino la base para cualquier otra oración. Veamos:

- Se empieza reconociendo y alabando a Dios. 

- Se pide que venga su reino y que se cumpla su voluntad.

- Se piden cosas para nosotros. Entre ellas el perdón, que también debemos ofrecer a quien nos ha causado daño.

En realidad, todas las peticiones que hacemos en el padrenuestro son conformes a la voluntad de Dios. Pero, ¿podemos decir lo mismo en las otras ocasiones en que rezamos?

Yo confieso que cuando me pongo delante del Señor a pedirle algo que es muy, muy querido para mí, tengo temor. Temor a que su voluntad sea no concederme lo que le pido. Sé por fe que me dará todo lo que sea bueno para mí y mis seres queridos y no aquello que, aunque yo lo desee, no me conviene por la razón que sea y que Él sabe. Pero por más que sepa que Dios quiere lo mejor para mí, qué difícil me resulta enfrentarme a sus negativas y sobre todo a sus silencios. Muy especialmente a sus silencios.

Si queda claro que Dios no te ha concedido algo que le has pedido (por ejemplo, muere alguien muy querido), simplemente lo aceptas. De hecho, más te vale aceptarlo porque es así lo quieras o no. En otras ocasiones puede que recibas una moción que te muestra que Dios te dará lo que le pides pero más adelante, lo cual te anima a seguir orando. A mí eso me ha pasado pero reconozco que es muy fácil confundir tus deseos con esas mociones que parecen que indican que se te va a conceder lo que pides. De hecho, cuando me pasa que creo que el Señor me va a conceder lo que le pido y luego ha resultado que no, mi ánimo y mi espíritu literamente se desploman. No porque Dios me haya decepcionado, eso jamás puedo permitírmelo, sino porque me doy cuenta cuán lejos estoy de discernir cuál es su voluntad. Y, sinceramente, lo que más me altera en esta vida es no saber lo que Dios quiere de mí, lo que Dios quiere que haga, lo que Dios no quiere para mí.

Puede ser, y de hecho ocurre, que su voluntad me sea muy dolorosa de aceptar. Las cruces y las pruebas llegan a ser como una losa que en ocasiones me dejan prácticamente enterrado en vida. Soy entonces un despojo humano y a veces deseo que todo acabe pronto para entrar en el descanso eterno; y eso si recibo el don de la perseverancia, porque si no…

Pero también sé que esas pruebas, esas cruces, son voluntad divina. Y cuando decimos Fiat voluntas tuaHágase tu voluntad, hay que decirlo de corazón, sin dudar ni por un instante que Dios es el Señor de nuestras vidas y lo que ha determinado que se haga, se hará para bien de nuestras almas.

Nuestro Señor Jesucristo nos exhortó a ser insistentes en la oración. No podemos dejar de orar porque pensemos que Dios no nos escucha o no nos quiere dar nada. Para empezar, en la oración estamos en comunión con Él. Hablamos con Él. Ejercemos de hijos suyos y entendemos que Él es nuestro padre.  Lloramos, alabamos, descansamos en su presencia, recibimos su amor. Solo por eso merece la pena orar sin cesar.

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12.11.24

Dale vida

Merece la pena apostar por la vida. Siempre. Sin excepción. En muchas ocasiones las mujeres se ven presionadas para abortar. En otras, abortan sin presión externa alguna. Pero también hay bastantes casos en los que albergan dudas sobre lo que han de hacer. Por más que las leyes y la sociedad digan que el aborto es un derecho y no tiene nada de malo, a la conciencia no se la puede engañar. Si acaso, acallar. Y si la conciencia no grita, es que el alma está totalmente en tinieblas.

En todo caso, como cristianos tenemos el deber de ayudar a quienes quieren abortar para que no lo hagan. Existen asociaciones dedicadas a ello. Yo poco puedo hacer salvo usar torpemente el don que el Señor me ha dado para escribir. Últimamente lo utilizo para componer letras de canciones. Y gracias a la inteligencia artificial, puedo elegir la música y las imágenes para acompañar a esas letras. 

Podéis usar este tema como creáis oportuno. Cantar a favor de la vida todavía no es delito. No sé si este vídeo durará mucho en la red social donde lo he publicado. Si la retiran, lo subiré a donde sea menester. En todo caso, el que quiera solo la música, que me la pida.

Y si os gusta, difundidlo. Nunca se sabe de lo que se puede valer el Señor para salvar vidas.

La letra, debajo del vídeo.

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11.11.24

El interruptor

Tarde, mañana y a mediodía oraré y clamaré, y Él oirá mi voz
Salmo 55,17

En el día de mi angustia te llamaré, porque tú me respondes.
Salmo 86,7

A veces te gustaría que hubiera un interruptor en alguna parte de tu cuerpo que sirviera para acallar tu mente cuando lo necesitas. Especialmente si se pone a generar angustia, negatividad, pesimismo asfixiante, etc. Pero no existe tal interruptor. Y entonces no puedes escapar de ti mismo a menos que tengas a alguien que te ayude. A veces ni siquiera eso sirve, pero es mejor la compañía que la soledad cuando entras en ese bucle.

La oración es una ayuda inestimable cuando entras en ese estado de ‘agitación existencial’, pero en no pocas ocasiones el ruido de la negatividad se impone sobre la paz del encuentro con Dios. En otras, esa paz dura solo mientras estás rezando. A veces la ‘tregua’ dura apenas unas horas. Y poco a poco te vas cansando, quedando sin fuerzas. Cuando ya crees que no puedes más, estás clavado en tu cruz y solo puedes clamar a Dios para que te dé fuerzas para seguir. Y Él te las da.

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