(349) Mons. Víctor M. Fernández: ¿más degenerado que Freud? -crítica bibliográfica- por Jordán Abud

tuchofreud

Hace poco más de un año, el p. Jorge Guadalix definía -muy eufemísticamente, por cierto- como “sorprendente” el nombramiento del nuevo Prefecto para Doctrina de la Fe, y al final del post, profetizaba sin querer: “Confío que esto no sea premonición de otras cosas que veredes, Sancho que no crederes.”

Por nuestra parte, nos ocupábamos de algunos rasgos especiales de su “carisma” en un post de este mismo año,  constatando no sin bastante angustia, que toda esa porquería va calando en ciertos institutos católicos, seminarios, y “forma mentis” de algunos consagrados, cueste creerlo o no.

Cada día más, es urgente insistir en la gravísima importancia de que por ejemplo, los educadores más directos en la fe -padres y catequistas- sean conscientes del “virus” que anda dando vueltas, para que protejan y “vacunen” espiritualmente a sus  hijos con el celo de un cancerbero, para evitar males mayores. No se puede dejar a los más inocentes a merced de esta gente, sino instar a que se pida por su conversión, pero sabiendo que son enemigos de las almas.

A un año ya de ejercicio del Prefecto en su puesto de combate, nos parece impecable la reflexión que Jordán Abud realiza sobre la crítica bibliográfica a las producciones “teológico-espirituales” (sic) del sujeto de marras, y a fin de presentar algunos elementos de juicio a quienes aún tal vez siguen esperando peras del olmo, lo publicamos aquí, rogando su difusión.

Por la Iglesia, por la conversión de los sucesores de Judas, y por el despertar de los lebreles del Señor, que esperamos que se decidan a ladrar más alto a la vista de los lobos.

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Crítica bibliográfica - Prefecto de Doctrina de la Fe:  ¿más degenerado que Freud?

                “Puedes mirar la vida en colores o puedes mirarla en blanco y negro” (…)

“No te quedes sólo con el violín. Te invito al concierto…” . Tucho Fernández

Veníamos conociendo algo de las andanzas del Prefecto. Por un lado, a la luz de sus sucesivas gestiones eclesiásticas, gestos y decisiones de mando. Por otro, dada la trascendencia pública que comenzó a tener no hace tanto su obra “Sáname con tu boca”, como otra denunciada oportunamente, publicada en el año 1998, “La pasión mística. Espiritualidad y Sensualidad”. Véanse al respecto sendos artículos de nuestro amigo y maestro, Antonio Caponnetto (“Tucho Fernández, el Badanelli de Bergoglio” y “El prefecto pornógrafo”). Sucede que, inesperadamente, nos topamos con otra obra del autor (“Un estímulo todos los días. Propuestas para vivir mejor”, Ágape, Buenos Aires, en una cuarta edición del año 2016) cuya primera edición está fechada en 2007.

tuchoairadoDebemos ser honestos: no encontraremos allí “sexo explícito” o “porno-teología” como sí sucede en los otros textos aludidos ni es un compendio de aberraciones libidinosas rociadas con agua bendita. Tampoco es una introducción a la vida devota, claramente. Podríamos ubicarlo entre los manuales de autoayuda de baja calidad, pero eso no sería lo grave.

Una pregunta que nos asalta es por el origen del problema. ¿Por dónde pasa al fin de cuentas el hilo invisible que une y agrava a la vez las sucesivas manifestaciones literarias del Prefecto?

El mal olor que un elemental sentido de la espiritualidad cristiana nos hace percibir ante obras de este tipo, ¿responde antes a una profanación carnal o debemos remontarnos a una anterior tragedia del espíritu? La prostitución inicial ¿se entiende a la luz de categorías físicas corporales o hunde sus raíces en un hedor invisible del alma? Porque en lugar de adentrarse en el drama humano y contenerlo en una matriz cristiana llevando las miserias del hombre hasta sumergirlas en la luz redentora, pareciera existir una inversión estructural en la cual toda la agonía de la vida humana es estirada en los moldes de las categorías mundanas. Así, el mensaje evangélico no sala la tierra sino que el mundo edulcora el mandato divino, desnaturalizándolo en manos de quienes debieran mantenerlo vivo y en su inalterado sabor.

Volvamos al texto: cada página parece estar atravesada por una mundanización  evidente de las nociones éticas elementales y una visión horizontal de las cosas, lo cual se traslada también al ámbito de las pasiones. La clave es sentirse bien, y el imperativo es sacarle a las cosas el mayor placer posible. Es que tenemos “derecho al goce pleno”, diría una de las tantas normativas geniales a las cuales nos fue acostumbrando nuestro sistema educativo. C. Lewis se reiría agregando: “sí, claro, también tenemos derecho a la buena suerte”.

No es la parábola agustiniana de nuestro origen y retorno en esta peripecia existencial a la que fuimos convocados gratuitamente. No, la consigna pendiente es: “Pregúntate si no te conviene ampliar un poco más tu capacidad de disfrutar” .  Es la disolución del bien, y por caso, la relación del bien-para-mí. Y su reemplazo es el -para mí, prescindiendo del objeto, desgajado del fundamento.

Por eso es que la inflexibilidad, la intransigencia, la rigidez desata en la Iglesia de la publicidad tanto odio y tanto desprecio. Es que se trata de ser flexibles, y de serlo todo lo que sea necesario, con tal de que se reafirme el yo, cueste lo que cueste. Así se entiende mejor una de las tareas propuestas: “reconozcamos que mientras más amplitud tenga una persona, más podrá disfrutar de la vida. Mientras más variedad de placeres pueda valorar, más feliz será y menos obsesiones alimentará. Al mismo tiempo, necesitará menos dinero para ser feliz”. El tema es gozar y gozar y gozar…sin obsesionarse y al menor costo posible.

Quien quiera ver el hilo invisible que une toda esta noción, encontrará en la ley de educación sexual vigente todo el compendio de propuestas concretas para niños y adolescentes. La masturbación se trata con la misma naturalidad que el desarrollo glandular, y se promueve la promiscuidad como quien sugiere comer cítricos en invierno. Y este texto lo hace hasta la esquizofrenia de plantear los propios órganos y al propio cuerpo, no como Templo del Espíritu Santo, ni siquiera como aquel co-principio que se une sustancialmente al alma para conformar el ser del hombre. No, los órganos son casi juguetes sexuales, herramientas o instrumentos, que se plantean en una especie de tercera persona, como accesorios posibles para el fin aludido: procurarse placer. Es que el fin ordena, y cuando el fin no es conforme al verdadero bien de la naturaleza, en lugar de unidad y jerarquía lo que cunde es la disgregación y el caos. En ese marco parecen estar sugerencias de este tipo:

“Finalmente, puedes detenerte en algún órgano del cuerpo que esté inquieto. Concéntrate en él, sin prisa, y pídele a Dios insistentemente que le dé paz, que lo serene, que lo cure de toda inquietud” .

Hace unos años se hicieron tristemente célebres unos espectáculos teatrales que personalizaban los órganos sexuales, como si fueran protagonistas de alguna comedia, interactuantes de diálogos diversos. Entre el cariño que debe prodigarse a un órgano enojado, predicado por un clérigo, y los “diálogos de la vagina” como soezmente se presentó aquello no hay tanta distancia en lo sustancial. Cuando se rehúye al señorío del espíritu lo inferior se rebela y tiraniza.

No seremos originales al preguntarnos si no está vinculado todo esto a un sistema anómico anticipado para los tiempos finales, y al anuncio de la ramera que fornica con los reyes de la tierra. No hay norma, las restricciones son una afrenta a la libertad. El límite o la expansión no la da la misma naturaleza de las cosas, sino mi propio pensar, mi propia interioridad, mi propio deseo que no puede ser entorpecido ni frustrado. La ética pareciera ser entonces ese ensanchamiento subjetivo para gozar al máximo. Sin agredir, por supuesto (¿?). Por eso el libro aclara que

“se puede acoger la propuesta de algunos maestros orientales que insisten en la necesidad de ampliar la conciencia, para no quedar presos en una experiencia muy limitada que nos cierra las perspectivas. Pero prefiero decir que esa ampliación de la conciencia no es la negación o destrucción de los deseos sino, precisamente, una dilatación del deseo” .

La recta doctrina es lo de menos, la verdad custodiada por la Santa Madre Iglesia puede revisarse. Lo que no podemos desaprovechar es todo lo que nos augure ser como dioses.

El deseo debe dilatarse, y no hay límite que no pueda flanquearse con adecuadas estrategias o algún firulete silogístico. Se trata de probar todo. Eso sí, “no te quedes sólo con el violín. Te invito al concierto”. Por eso, implícito o explícito, es una cuestión de grados. Más temprano que tarde, todo conduce a una mixtura repetitiva y obsesionada de erotismo y mística, de lascivia 

y teología. No venimos precisamente del puritanismo victoriano, pero ante la fijación sexopática -como corolario de una ética genéricamente hedonista al principio, amanerada y perversa al final- llega un momento que el hartazgo reclama un tope.

                Entonces, repasando el historial bibliográfico del prefecto -hasta donde hemos leído, que no es todo ciertamente-, es difícil encontrar unidades temáticas que no se deslicen, -párrafo antes, párrafo después- hacia la reflexión pulsional (si la abstracción lo permite) o genital (si la circunstancia lo amerita). Toda vida de santo, práctica de virtud o artículo del credo permite una traslación del espíritu a la libido sin mayores silogismos de rigor o una pronta derivación al vínculo sexual -en primera instancia- o incluso al orgasmo si la necesidad apresurar a reflexión conclusiva no amerita demorados rodeos.

Hace ya más de 25 años, intentando terminar de

 una vez la carrera de psicología, nos encontrábamos cada tanto con principios dogmáticos muy propios de esta bastardeada ciencia. Uno de ellos, por caso, era recordar aquella curiosa conjetura de Melanie Klein, según la cual el niño -sólo por razones evolutivas, claro- buscaba en el ambiente que lo rodeaba “penes voladores”. Sí, así como lo lee. De todo debíamos tomar nota, y mantener la mandíbula tiesa; claro, son formulaciones filosóficas sostenidas por intocables exponentes más proclives a revistas pornográficas que a clásicos contrarrevolucionarios… Todo muy preocupante ciertamente. La sencilla hipótesis sería más o menos así: tarde o temprano, todo es cuestión de sexo. Seríamos un poco más explícitos en la conjetura que sostiene el andamiaje, pero en honor a la verdadera ciencia del alma y al recato, por el momento nos limitamos en el desarrollo. Lo que jamás nos hubiésemos imaginado es que algunos años después, este telón de fondo, esta columna vertebral del totalitarismo psicoanalítico venga del Prefecto de la Doctrina de la Fe.

Y allí es donde nos asaltó la tenebrosa constatació

n de este legado en comparación con el de Sigmund Freud. En este judío obsesivamente blasfemo, fundador del psicoanálisis y uno de los principales responsables de la situación cultural actual, el grave yerro fue convertir el principio de placer en el fundamento de todo dinamismo humano. Pero con límites que conservan algún resabio de orden natural. Por eso es que aún rige en él la idea de perversidad, y en ella la de homosexualidad. Es que aún quedaba alguna norma en pie. En Freud el goce tiene un límite (es cierto, lo constituye un sentido positivista o kantiano de la ley). Pero en una iglesia sodomizada, la ley es el capricho del goce. De los sentidos, de la carne, del poder 

y de la sangre.

                En Tucho, ese principio de placer se ensancha aún más, y rompe las barreras que quedaban de orden natural. Una especie de epicureísmo post cristiano que ha llevado al máximo de lo posible el imperativo de gozar -eso sí, sin golpear a nadie- y con un poco de agua bendita para rociar la orgía. El problema y lo objetable en este marco doctrinario-orgiástico no es prostituir el alma, ni ensalzar los placeres, ni deformar la templanza ni olvidar el sentido último de la castidad. El problema y lo objetable es la violencia en cualquiera de sus formas, a priori y absolutamente. Por eso, el custodio de la Fe destaca en el libro que mencionamos que

“no se trata de negar los placeres, sino de no dejarse esclavizar por las necesidades de la sensualidad, sobre todo cuando esa energía podría llevarnos a dañar a otros. Pensemos que el descontrol puede llevar a la corrupción de menores, a la violación, al crimen, a la violencia familiar y a diversas formas de no respetar y de lastimar a los demás” .

Resulta que lo esencial en el pecado de fornicación agravado por la contranatura no es violar la ley divina ni profanar el cuerpo en tanto templo del Espíritu Santo. El tema no es con Dios, es con terceros en cuestión, que son los que pueden mediatizar la cuestión o iniciar una demanda.  ¡Y peor aún si se transgrede alguna cláusula de lo establecido por la convención de los derechos del niño o lo apuntado en la última capacitación en perspectiva de género!Tucho4

                Evitamos ahondar en citas y detalles, porque sólo nos interesa plantear la preocupación. Está muy bien que la ética no se reduzca a un recuento de prohibiciones; tampoco nos parece desacertado tener presente que los imperativos morales y las proposiciones normativas se ordenen siempre al bien buscado; e incluso siempre será necesario y vitalizador recordar que en definitiva la pregunta ética culmina en nuestra configuración con Cristo y en el encuentro con El. Pero acá está parte de la trampa y de la patética obsesión. Hasta la noción de “encuentro” con sentido sobrenatural y cristiano queda en el marco del “último fundamento tuchezco”. Entonces, consignas como:

“Un beso en la boca, una caricia detenida, un abrazo firme y prolongado, una mirada cómplice y llena de deseos. Estas son expresiones de esa profunda necesidad de encuentro que llevas dentro, aunque pretendas apagarla en el trabajo o en el aislamiento”,

consignas como estas, decimos, forman parte del ideario, de su principio y fin. Para el Prefecto, pareciera que no hay manera de cuadrar el encuentro en su profundidad ontológica si no se corona “con un besito y algo más”. Lo mismo que todos hemos escuchado alguna vez al pasar por alguna obra en construcción o en los infaltables grupos marginales de barrio o en torno a un improvisado partido de fútbol entre amigotes; la diferencia es que aquí se da con tono magisterial y desde lo más alto y cercano a la silla petrina.

                Sin dudas, estamos complicados. Lo decía hace ya varios años, el recordado “Pato” Sequeiros: “La Iglesia introdujo una nueva moral para adaptarse a la psicología de la anti-represión liberadora, o sea de la juerga y la orgía final”. Y agregaba en algún otro lugar lo que, si no fuera hoy tan angustioso y asfixiante, sería para reírse a carcajadas: “No es lo mismo tres tristes trolos en un prostíbulo que en un confesionario”. Pasmosamente premonitorio. Estamos sometidos a una tiranía, por la cual todo, absolutamente todo, debe acomodarse a los caprichos y las obsesiones de quien detenta el poder. ¿Cómo se hace? Deformando la teología, todo lo que haga falta, para que cuadre. ¿Cuadre en qué? En una mala espiritualidad… posiblemente en menos que eso. En una concepción moral fronteriza entre los epicúreos y los hedonistas… lamentablemente en menos aún que eso. En una obsesión personal que parece brotar de un abismo oscuro, y que tiene por signo la repulsión al orden natural y sobrenatural. Y a no confundirse: este planteo desquiciadamente hedonista no está en las antípodas de aparentes opuestos; la crueldad, la incapacidad de conmiseración, el poder de daño y falta de empatía están -por esos misterios de la psicología humana- en el mismo costado del desquicio. Sólo es cuestión de circunstancias y oportunidades. Y a las pruebas nos remitimos, pregunten sino a las víctimas de los heraldos del progresismo.

                ¿Desde cuándo existe esto? De nuestra parte, no lo sabríamos con precisión. Por supuesto, nos lleva a preguntarnos por una crisis que excede a Fernández, y de la cual es un simple peón, bastante útil por cierto. En algunos casos de forma más ordinaria y procaz, en otros con algún esfuerzo literario. Lo cierto es que Tucho ha encontrado en el sexo y todas las precisiones al respecto, el punto central, la razón y fundamento de toda su doctrina. Y no se ha privado de nada. ¿Cuándo terminará esta fiebre? En parte es cuestión de saber leer los acontecimientos. Y de querer ver. La Biblia y el calefón no pueden vincularse, al menos a cada instante, en cada tema y en cada reflexión. Pero mientras esto siga, el beso será la clave antropológica de toda reflexión pastoral. Y el sexo, la última ratio del sentido de la historia. Al fin y al cabo todo termina en la cópula y nadie se salva del beso (sentadas estas bases, que cada uno se las arregle para no quedar afuera de esta “experiencia mística”).

                No nos escandalicemos tanto de lo que sucede hoy, es consecuencia natural de algunas premisas doctrinas y conductas de larga data, es evolución clínica hacia el deterioro y la muerte de una correcta valoración sintomática.

                El 13 de abril es fecha candidata a incorporarse como día festivo con características litúrgicas ya que, según vemos, corresponde al “día internacional del beso”. Como aún queda un tanto lejana, adelantemos las palabras alusivas temiendo que -a la velocidad que se están suscitando los hechos-  para ese entonces haya sido opacada por documentos, gestos e imposiciones de mayor relevancia aún.

Un degenerado no debería poder acercarse a un niño, o al menos ni cuidarlo ni educarlo. Imaginemos el daño de un custodio de la doctrina y pastor de la Iglesia.

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Credo esp

17 comentarios

  
Cristian Iglesias
¡Excelente Jordán! No se podría decir mejor ni con más altura...
¡Gracias Virginia por traernos este valioso texto!
Difundo
26/07/24 6:52 PM
  
Mario Felipe
Debemos volver a nuestros inicios, a la "patrística". Miren como cambian las cosas, y la "involución" que tenemos, de un "guardián" como lo fue Ratzinger pasamos al "tuchismo", de la "Doctrina de la Fe" al pretender querer cambiar a partir de conceptos progres la "tradición", pero aquí el problema no es del ejecutante (autor material), sino de quien lo puso en ese puesto (determinador - "autor intelectual"). Echen un ojo, al texto, "Introducción al Cristianismo" escrito por Benedicto XVI en 1968, y se darán cuenta ya desde ese tiempo el muestra de como se venía calando las cosas para mal, es asi, que en el 2000 hizo una revisión y no cambio nada, es como si profetizara para este Dicasterio el problema moral que se le avecinaba.
26/07/24 7:29 PM
  
Vladimir
En este Pontificado se le han dado cargos, en el Vaticano, a individuos de la peor calaña. Por eso se tenían que producir frutos venenosos como Fiducia S. Qué otra cosa podíamos esperar?
26/07/24 11:56 PM
  
Margarita
Los santos Joaquin y Ana, intercedan junto a la beata Catalina Emmerick para que se expulsen a los demoledores de la Iglesia. Esto es terrible
27/07/24 12:02 AM
  
Teófilo Hispano
Muchas gracias Virginia por compartir este texto de Jordan.
Es una gravísima irresponsabilidad haber promocionado a Mons. Víctor M. Fernández al cargo y posición que ocupa. Son tiempos muy singulares los que estamos viviendo. Dios los permite para purificarnos e invitarnos a una conversión más radical y auténtica, mientras prepara Su Segunda Venida. Permanezcamos unidos como hijos fieles de la Iglesia Católica de la mano de Nuestra Madre la Virgen María.
27/07/24 8:53 AM
  
Martín de BsAs
Y sí... mucho más degenerado que Freud. Corruptia optimi, pessimi. ¡Buen análisis! ¡Buena lucha para que no nos olvidemos dónde estamos y quién es quién. Gracias
27/07/24 1:44 PM
  
Jordi
Muy bien, pero se ha mirar arriba, a Francisco, quien lo nombró, que asume todo lo de este Fernández... No es sólo él, es Francisco.
27/07/24 2:12 PM
  
Crux ave, spes unica
La doctrina católica enseña con certeza que toda autoridad legítima proviene de Dios, lo cual implica que no hay líder o figura pública que esté ahí sin una razón. A veces, la presencia de personas controvertidas, especialmente en temas sensibles como la sexualidad, puede ser una llamada de atención divina para que reflexionemos sobre cómo influimos en nuestros hijos y en nuestra comunidad.

Es como si Dios nos estuviera diciendo: "Miren, aquí tienen una persona con la que no están de acuerdo. ¿Qué van a hacer al respecto?" Quizás es un recordatorio para ser más conscientes de lo que permitimos en nuestras vidas y en las de nuestros hijos, desde la televisión que ven hasta la ropa que usan. Tal vez es un llamado a educar en lugar de juzgar, a dialogar en lugar de condenar. Al final, se trata de ver con los ojos de la fe y la Providencia Divina, sabiendo que incluso en las situaciones más difíciles, Dios tiene un propósito que a menudo va más allá de nuestra comprensión inmediata.
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V.G.: Claro que todo el mundo nos debe llevar al discernimiento y a la reflexión, y también cantamos "oh feliz culpa..." en Pascua, pero de ahí a relativizar lo que es objetivamente malo, hay un trecho muy grande. Es cuestión de repasar, por ejemplo, lo que S.Juan Pablo II trató de dejar en claro en su magnífica "Veritatis Splendor": la moral es algo objetivo, no subjetivo, y esto es algo que se está tratando de subvertir con todo empeño dentro de la Iglesia, especialmente en las proposiciones del actual Prefecto, sobre todo desde la venenosa Amoris Laetitia, cuya autoría principal se ha reconocido sin ningún problema. En pocas palabras, su doctrina no es católica, y esto se debe decir claramente, y su rol en donde ahora está, no puede hacer sino corromper, lo cual es un peligro, una amenaza y una desgracia, ante la cual hemos de protegernos. No vale el silencio cómplice ni la obsecuencia ciega. No se une el agua y el aceite, ni el círculo puede ser cuadrado. Sea nuestro lenguaje sí-sí, no-no.
27/07/24 4:15 PM
  
Mercedes Velasco
Se debería estudiar si este veneno influye en los católicos o si sólo son palabras para los anticatólicos; en ese caso que digan lo que le venga en gana.
27/07/24 10:55 PM
  
alma
Yo fundamentalmente, lo que veo aquí; es un clarísimo caso de " intrusismo profesional" reiterado.Que hacen al respecto los psicoanalistas y sexólogos??
29/07/24 3:30 AM
  
Marta de Jesús
No tengo pensado leer nada de eso por mi bienestar espiritual. Los análisis y correcciones fraternas, para los entendidos. Pero al respecto de los puentes mencionados en comentarios, si no son de conversión, no son de Dios. Los otros los han puesto para dejarnos invadir. Así como el neolenguaje plagado de eufemismos. Ciertamente les va muy bien desde que tienen el poder civil de su parte. A nosotros nos queda armarnos bien para la tormenta. Dios nos asista.
30/07/24 2:17 PM
  
Claudio
Estimada virginia. Como siempre, muchas gracias por todos los esclarecedores artículos que publica.
Lo llamativo es que el Tucho lee todo esto que se escribe en blogs católicos, y no se le cae la cara de vergüenza. Sigue y sigue dañando, sin que le importe absolutamente nada.
31/07/24 2:22 AM
  
Doña Pruden
Tiene cara de vicioso, ////////////un lobo muy peligroso.Y //////////
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V.G.: Adhiero, pero no todo es conveniente.
31/07/24 6:53 AM
  
África Marteache
Para poder ser católicos tenemos que vivir de espaldas a Tucho, no queda otra, porque sabemos que los enemigos están dentro y algunos permanecen invisibles, pero, cada vez más, se hacen visibles.
Este es caso del cardenal Fernández, que Dios le ayude y que él haga introspección, porque, o es soberbio a más no poder, o no me atrevo a calificarle.
01/08/24 11:24 AM
  
Martín Bilotta
“no te quedes sólo con el violín. Te invito al concierto”... Frase desafortunada, al proceder de alguien acusado de haber encubierto a clérigos depredadores sexuales.
01/08/24 1:37 PM
  
Gabriel Zanotti
¿Y de dónde saca el autor que Freud fue un degenerado?
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V.G.: Cualquiera que haya tomado nota de su biografía puede llegar a la misma conclusión. Le sugiero como "aproximación" la Critica alla psicoanalisi, de Ennio Innocenti, Grafite, Napoli, 2000.
16/08/24 10:20 PM
  
Jordán Abud
Evidentemente, al calificar de "degenerado" a Freud, nos referimos a su doctrina y a su escuela, ya que ha torcido y desnaturalizado la verdadera imagen del hombre. Pero aún así, quedaban ahí algunas nociones de orden natural que en la ética del Prefecto parecen arrasadas. Podríamos hacerlo, pero la vinculación del desorden doctrinario con el propio orden interior sería para un repaso biográfico, lo cual no fue el objeto del artículo. Lo cual está a la vista. Me da la impresión de que, aún siendo psicólogo hace más de 25 años, si uno plantea el tema del placer, pero lo hace por fuera de los dogmas psicoanalíticos o sin el permiso de las sexólogas, se peca de "intrusismo profesional".
04/09/24 8:27 PM

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