(344) Tucho Fernández, ¿Prefecto de pornografía mística?...

¡Señor, ya hiede…! (Jn. 11, 39)

Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz. Si alguno tiene oídos para oír, oiga. (Mc. 4, 22 ss.)

“Cardenales ,obispos y sacerdotes ,van por mal camino y se están llevan tras ellos, muchas almas …” 1965 Garabandal.

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Muchos católicos se sorprendieron por el nombramiento del nuevo prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández, a medida que se fueron enterando de algunos puntos de su “curriculum vitae”, entre los cuales se halla el haber sido el principal autor del engendro pseudomagisterial “Amoris Laetitia”, Evangelii Gaudium y algún otro documento del actual pontificado. Muchos de los puntos que a los católicos de a pie le “hacen ruido” son fácilmente explicables si se tiene en cuenta su consonancia con el repugnante libro en cuya Introducción el propio autor admite ser producto de “largas charlas con muchas personas que tienen abundante experiencia en el tema”, y que pretende nada menos que sea “utilizado para catequesis de adolescentes……” para que “motiven a liberar lo mejor de tu ser en un beso”. 

Aquel engendro no surgió súbitamente, como inspiración repentina, sino que ponía de manifiesto un sentir y un pensar completamente madurado en el desarrollo de una forma mentis que hace rato ha dejado de sentir con la Iglesia, como bien lo expresara en su última homilía en La Plata, considerando que ésta “sin darse cuenta, fue en otra dirección” de la señalada por el Evangelio, hasta que “gracias a Dios, el papa Francisco nos ayuda a liberarnos de esos esquemas”. En efecto, el autor pertenece a esa clase de sujetos que consideran que Nuestro Señor tendría que haberlos tenido a ellos como consejeros para “hacer bien las cosas” en la Iglesia, y que ésta no tiene nada que enseñarles, y sí todo por aprender de su numen relampagueante.

Pero cuidado: sus virtudes de “navegante” no deben ser menospreciadas. Mientras por una parte hace alarde de su misión “reformadora” de esta Iglesia troglodita, por otra parte ha tenido el tupé de decir en entrevista a Infovaticana que

Si «humildad es verdad», yo me siento seguro con mi saber teológico, aunque haya escrito muchos librillos de oraciones, o catequesis sencillas. Soy Teólogo y el Papa destaca en su carta que fui decano de Teología, presidente de la Sociedad argentina de Teología y Presidente de la Comisión episcopal de Fe y Cultura (doctrinal) siempre elegido en votación por mis pares. 

Tal parece que entre sus “librillos de oraciones o catequesis sencillas”, se había olvidado de mencionar el que publicara en Méjico pocos años más tarde que el de los besos pornográficos, y que hace unos días ha salido a la luz. Pero bastaron unas horas de escandalete mediático, para que salga ahora a esbozar una justificación sobre el infeliz ocultamiento:

«A aquel libro le di de baja al poco tiempo de haber salido y nunca permití su reimpresión».

Sobre el motivo que le llevó a escribirlo allá por 1998, Víctor Manuel Fernández explica que el citado libro «tuvo su sentido en un momento de diálogo con matrimonios jóvenes que querían comprender mejor el sentido espiritual de sus relaciones, pero al poco tiempo pensé que podía ser malinterpretado».

Pero atención: no dice que considera su contenido como erróneo, sino que puede ser malinterpretado (¿Los matrimonios jóvenes a quienes iba dirigido, lo habrán interpretado bien?)…Otra vez sopa, y el cortocircuito entre lo objetivo y lo subjetivo, cuyos frutos podridos frutos podridos ha dejado desde AL hacia adelante, por todas partes.

Por supuesto, los malinterpretadores somos nosotros, los malos de la película.

Que nos explique entonces cómo deberíamos interpretar textos como

“…Así, el placer del orgasmo se convierte en un anticipo de la maravillosa fiesta de amor que es el cielo. Porque no hay nada que anticipe mejor el cielo que un acto de caridad. (…)”

Porque por culpa de los griegos, parece que hemos heredado una interpretación maniquea de la vida, y el rechazo a todo lo corporal. Esto es lugar común de cuanto católico “aggiornado” anda por allí, y si osamos esgrimir algún versículo paulino, seremos aniquilados con su desprecio iluminado. Ellos (pues como ha dicho Nuestro Señor, “son legión”) sostienen con el Prefecto:

“El placer sexual no dificulta la espiritualidad ni la contemplación, porque si la unión sexual es un acto deamor, éste no hace más que abrir el corazón, y facilita así la contemplación de Dios.” (ibid)

Separar a Dios del placer es renunciar a vivir una experiencia liberadora del amor divino. Querer esconderse de Dios cuando experimentamos placer, como aquella mujer que escondía el crucifijo cuando tenía relaciones con su esposo, es creer en un falso Dios que, en lugar de ayudarnos a vivir, se convierte en un perseguidor que odia nuestra alegría. (p.92)

Llama la atención, sin embargo, que se teman las malas interpretaciones, viniendo estos escritos de un autor que se jacta de cumplir con el deseo de Francisco de que  "un teólogo se meta en el barro y trate de usar un lenguaje sencillo que llegue a todos".

¿En qué quedamos? No era que ud. hablaba “clarito clarito”, y ahora nos sale con que puede ser mal interpretado? ¿Entonces estaba “hablando en difícil”, como dicen los chicos, o la blasfemia ya no cuenta en su “nueva iglesia luminosa”?

Para el postre, el infaltable recurso a las religiones orientales, de las que la Iglesia tiene tanto que aprender, como si hubiese estado siempre muy menguada de recursos, hasta que llegó la “nueva luz” que hoy nos ciega:

“Es interesante descubrir cómo también en otras religiones hay una profunda valoración del placer sexual. Danielou, a partir de un análisis del shivaísmo, hace la siguiente reflexión:

El gozo es reflejo del estado de perfección, del estado divino. Durante un instante el hombre olvida sus intereses, sus problemas, sus deberes, y participa en el sentimiento de felicidad que es su verdadera naturaleza, su naturaleza inmortal… Nosotros alcanzamos mil veces más fácilmente la perfección interior—dice esta antiquísima religión— por la experiencia del gozo de los cuerpos que a través de las austeridades. De la unión erótica a la unión mística hay un paso fácil de dar(La sculpture érotique, París 1973,15).”

Pero miren que interesante!

Ahora bien, señor Prefecto del Dicasterio de Sofística y Apostasía: explíquenos el lugar que ocuparía en este esquemita la Cruz de Cristo, del Rey de Reyes y Señor de Señores, que no vaciló en ofrecer hasta la última gota de su Sangre Divina para rescatarlo a ud.  y a mí, y sin embargo allí, en ese acto principal sobre el que descansa todo el universo, el que fue convocado por el Padre fue mucho más el Dolor que el Placer. ¿O sugerirá tal vez, en insolente y diabólica argumentación, que Nuestro Señor era el gran Masoquista? ¿Qué sitio cabe en este discurso para la Corredentora, para Nuestra Señora de los Dolores?

Sobre el libro osculatorio, asimismo, ud. sostiene que un beso es “la forma más sublime de expresar amor”, pero frente a ello, San Juan nos dice que “No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos” (Jn. 15,13). Por lo demás, es interesante observar que el único personaje caracterizado por un beso en la Sagrada Escritura fue Judas…¿a quién seguiremos?…

Para comprobar que en esos raciocinios Fernández no anda solito, basta mirar algunos de los escritos del fundador del movimiento Hakuna, del que nos ocuparemos en un próximo post, si Dios quiere.

Efectivamente, Tucho no salió de una galera de mago. Y puede aclarar todo lo que quiera, pero lo grave no es su libro, ni siquiera su persona con todas sus miserias, sino el sitio donde ha sido encaramado, y que clama al Cielo contra el que lo eligió y lo entronizó, humillando a Cristo y a su Esposa al tener que soportarlo. 

Resulta interesante la semejanza referida por Antonio Caponnetto entre el sacerdote homosexual y apóstata formalmente excomulgado Pedro Badanelli -amigo íntimo de Perón- y el Prefecto pornógrafo, así como entre el primer libro osculatorio de Don Tucho y un libro de Badanelli “Los cuatro sentidos sexuales” (Buenos Aires, Publiciencia, 1977), de cuyo capítulo 3, “Historia del beso”, parecería haberse usado como fuente (recomendamos aquí el ilustrativo artículo de A. Caponnetto sobre el nuevo “hallazgo bibliográfico").

A ver: esas teorías rancias que sumergen la Sagrada Escritura en las lagunas hediondas de Freud y de Wilhem Reich no tienen nada de nuevo, y hace rato que los “intelectuales” (sic) del mundo las sostienen sin ningún pudor en las universidades y publicaciones de toda laya, colándose también en los Seminarios. Y de esas aguas, estos lodos cenagosos. Se trata en última instancia, de la lógica consecuencia del proceso revolucionario de secularización, que se goza en la nivelación igualitaria de todo, todo, todo, y abomina de cualquier Jerarquía, violentando el querer de Dios y la evidencia, con saña demoníaca. Porque si algo detesta el infierno, es todo vestigio de orden, sea éste natural o sobrenatural. Por eso San Miguel les responde a los atrevidos: “¿Quién como Dios?”…

Hace ya décadas, un profesor de Sagrada Escritura enseñaba con toda naturalidad que “la Biblia es un libro más”, y sus alumnos, con cara de piedra, se iban empapando… La sola mención de Cristo Rey pone los pelos de punta a esa gentuza, por ejemplo. El sacerdote es “uno más”, y cuanto menos se distinga del común de los hombres, mejor, en feroz guerra contra la sotana ayer, y contra el celibato hoy, porque todo lo que huela a “sacrum”(=separado para Dios) ha de ser borrado o abolido, como la forma tradicional de la Misa, que tanto desvela a este pontificado.

El ser humano no debe distinguirse tampoco de los bichos y las ballenas, so pretexto de empañar la igualdad en que nos quiere la “madre tierra”, y mucho menos ha de haber diferencias entre los sexos. Como decía el personaje de Minguito Tinguitela, “se ‘gual!”…

Don Tucho pone entonces cara de estampita (aunque no le sale nada bien), y dice que  no ha autorizado la difusión del libro pornográfico «y es contrario a mi voluntad» que se propague ahora. Que es como decir que no quiere que se propague el fuego en un bosque, sólo porque ya tiró el fósforo a la basura. 

Pero el sabe que no será así, y nosotros sabemos que él lo sabe.

No se puede esconder el sol con un dedo, porque el sol alumbra, y la verdad se impone siempre tarde o temprano, con suma Autoridad. Parafraseando al gran Solzhenitsyn, nosotros también

“Sabemos que nos mienten. Ellos saben que mienten.

Ellos saben que sabemos que nos mienten.

Sabemos que ellos saben que sabemos que nos mienten.

Y, sin embargo, siguen mintiendo”.

Pero poco a poco se van cayendo las máscaras, y todo el que quiera entender, entiende quiénes son los que trabajan tan celosamente para el padre de la mentira en esta guerra sin tregua a la Verdad. 

Por cierto, ya han pasado muchas horas para comenzar la recogida de firmas para retirar al pornógrafo de su cargo.

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