La Civiltà Cattolica: con amigos así, el Papa no necesita enemigos

La revista italiana de la Compañía de Jesús, La Civiltà Cattolica, ha publicado un muy penoso artículo titulado: «Los países más católicos de América Latina»

El artículo comienza viendo de forma sorpresivamente optimista el abandono masivo de masivo de personas que abandonan la fe católica para hacerse protestantes, bajando de un 80% a un 67% en menos de 20 años, consolándose en el hecho de que todavía somos más.

Luego atribuyen al Papa Francisco el haber disminuido ese éxodo en base a lo que sostienen “muchos expertos”, sin decir cuáles. Lo más penoso son las razones por las cuales ellos piensan que el Papa ha frenado la salida en banda de católicos, y han soltado esta joya:

«Y es que sus ideas a favor de flexibilizar la postura de la iglesia en cuestiones como el matrimonio, la homosexualidad, el sacerdocio en las mujeres, el divorcio o la anticoncepción, están en sintonía con ese público objetivo, contrario en buena medida de las rigidez dogmática establecida tradicionalmente desde el Vaticano».

De hecho, el estudio de Latinobarómetro que ellos mencionan analiza el abandono de la fe católica en el período que va desde 1995 hasta el 2013, pero un estudio más reciente revela que desde el 2014 hasta el 2016 solamente en Brasil, 9 millones de fieles abandonaron la Iglesia Católica, con todo y visita del Papa Francisco y Jornada Mundial de la Juventud incluida.

Pero más allá de que atribuir al Papa Francisco estar a la vanguardia en estos temas, lo cual es una grave acusación del que yo si fuera el Papa respondería: «¡Mejor no me ayudes compadre!», no puede uno evitar preguntarse, si de verdad piensan los jesuitas de esta prestigiosa revista que flexibilizar la posición de la Iglesia en esos puntos ayudaría a frenar este éxodo.

Usando el sentido común

Por un mejor ejercicio de sentido común no parece que ese sea el caso, dado que el mismo estudio que ellos citan revela que las personas que abandonan la fe católica están ingresando en comunidades protestantes latinoamericanas que más bien mantienen una intransigente y rígida posición en estos temas, de la misma manera que la que identifican como la «rigidez dogmática establecida tradicionalmente desde el Vaticano» anterior al Papa Francisco.

En cambio, las comunidades eclesiales protestantes que se han visto contaminadas de liberalismo no han parado de languidecer: las cifras no mienten y cada vez más estudios revelan que están muriendo mientras las comunidades eclesiales que mantienen una doctrina conservadora crecen y prosperan.

Respecto a este fenómeno el cardenal Ratzinger, en el libro-entrevista a Peter Seewald «La sal de la tierra», escrito hace veinte años ya había advertido:

Peter Seewald: “[Cardenal Ratzinger,] en relación con las críticas a la Iglesia, usted dijo una vez que había un “canon de temas": la ordenación de la mujer, los anticonceptivos, el celibato y el matrimonio de los divorciados. La lista es de 1984. […] Esta discusión parece seguir moviéndose fatigosamente en círculos. Quizás algunas clarificaciones nos ayudarían a salir de este punto muerto […].

Cardenal Ratzinger: “Me gustaría señalar de nuevo que se trata de temas genuinos, pero también creo que estamos perdiendo el rumbo cuando los convertimos en cuestiones estándar y en las únicas preocupaciones del cristianismo. Hay una reflexión muy sencilla en contra de esto (mencionada, por cierto, por Johann Baptist Metz en un artículo sobre la Petición del Pueblo de la Iglesia). Estos temas ya se resolvieron en el luteranismo, que, en estos puntos, ha tomado el otro camino. Está muy claro que con ello no ha resuelto el problema de ser cristiano en el mundo de hoy y que el problema del cristianismo, el esfuerzo por ser cristiano, sigue siendo tan dramático como antes.

Metz, si recuerdo bien, pregunta por qué tenemos que convertirnos en un clon del protestantismo. De hecho, dice, es bueno que ya se haya hecho el experimento, porque muestra que ser cristiano hoy no se basa en esas cuestiones, que la solución de esos temas no convierte el Evangelio en más atractivo ni hace que ser cristiano sea más fácil. Ni siquiera logra un acuerdo que favorezca la unidad de la Iglesia. Creo que debemos dejarlo muy claro: no es por estas cuestiones por lo que está sufriendo la Iglesia”. (La sal de la tierra, Joseph Ratzinger y Peter Seewald 1996)

En fin, está visto que las pocas luces que ha mostrado el autor de este artículo de la Civiltà Cattolica, es un síntoma de que parte de la jerarquía católica no aprende en cabeza ajena y se empeña en reutilizar fórmulas desastrosas.

Lo más triste es que no deberíamos ni siquiera haber conocido esos experimentos en las filas protestantes para entender que diluir el Evangelio nunca puede ser la salida, porque siempre será preferible ser una Iglesia pequeña pero fiel, que una iglesia de las masas pero apostata. 

Y aunque algunos ansíen una Iglesia llena de obispesas lesbianas, matrimonios homosexuales, y anticonceptivos a montón, oremos porque Dios conceda a su Iglesia Católica buenos pastores.

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