(Luis F. Pérez/InfoCatólica) En su primera homilía como obispo de San Sebastián en la Festividad de Nuestra Señora de Aranzazu, Patrona de la provincia vasca, Mons. Munilla ha presentado ante sus fieles a María como modelo de humildad y obediencia a Dios:
“¡María, modelo de humildad! Con su ayuda y en su presencia, deseamos profundizar en esta virtud, de la que decía San Basilio que era la “virtud total”
Recordando la enseñanza de Santo Tomás de Aquino, el obispo ha asegurado que “la humildad es la virtud que nos lleva a partir de la realidad de nuestra vida, abiertos a lo que Dios quiera de nosotros”:
La Virgen María es aquélla que se sabe creatura de Dios, y al mismo tiempo está plenamente abierta a la obra divina que Dios quiere hacer en Ella, pronunciando su “fiat” libremente: “Que se haga, que se cumpla en mí la voluntad de Dios”
Para Mons. Munilla “ser humilde a imagen de la Virgen María, es caer en la cuenta de que no somos nada sin la gracia de Dios, y al mismo tiempo, todo lo podemos con la gracia de Cristo”.
El obispo guipuzcoano ha recordado que “el humilde está abierto al consejo, a las sugerencias, a las exhortaciones, a las correcciones” advirtiendo que “su actitud es bien distinta a la del supuesto ideal de hombre `maduro´ y `autónomo´, que parece reivindicar: `Yo ya sé lo que me conviene, y no necesito que nadie me aconseje´”.
Don José Ignacio ha explicado que “la humildad nos exige el vencimiento de nuestros malos humores y el dominio de nuestros estados de ánimo tan variables. No es difícil comprobar que allí donde anida el orgullo y la soberbia, son frecuentes las caras largas, las indelicadezas, la tristeza y el corazón amargado”.
Paz y desaparición de Eta
Mons. Munilla ha aprovechado la “solemnidad de nuestra Madre de Aránzazu” como una “ocasión privilegiada para rogar por la paz de nuestro pueblo”.
En ese sentido, se ha referido a la anunciada tregua de Eta con las siguientes palabras:
Acogemos con prudencia el anuncio de tregua emitido por la organización terrorista ETA, mientras que pedimos a Dios que ilumine a todos cuantos están llamados –mejor dicho, estamos llamados- a ser constructores de la paz. Y, sirviendo de altavoz al mensaje de Cristo, exhortamos a que esta tregua sea definitiva e incondicional. Uniéndonos a nuestro pueblo, exigimos a ETA su disolución. El momento actual hace más imperiosa, si cabe, esta llamada. La creciente esperanza de nuestro pueblo por la paz es ya un proceso imparable, y no tienen sentido alguno las resistencias que lo impiden.
Además, el obispo de San Sebastián ha advertido que “la paz no puede ser `utilizada´ como un medio, sino que ha de ser `buscada´ como un fin. O dicho de otra forma, la paz no puede convertirse en un `instrumento al servicio de nuestras `estrategias´.
“Tengamos en cuenta”, ha remarcado el prelado vasco, “que la vida es un derecho inviolable de cada ser humano, que no depende del momento, ni de las ideologías, ni de estrategia alguna, sino de Dios, autor de la vida; en quien vivimos, nos movemos y existimos”.
“Por ello, me atrevo a insistir”, ha advertido el obispo, “no habrá posibilidad de paz si no crecemos en humildad. Decía San Francisco de Sales que `la paz nace de la humildad´. Por el contrario, la soberbia es la madre, la causa última de toda violencia”.
La Justicia es necesaria para la paz
Mons. Munilla ha afirmado igualmente que “no cabe duda de que la búsqueda de la justicia es también una condición necesaria para que haya paz”, a la vez que ha advertido que dicha “justicia ha de estar impregnada en todo momento de la humildad y de la caridad; ya que la soberbia ahoga toda expresión incipiente de justicia”.
Llamada a la conversión
Para el Obispo de San Sebastián “la aportación más específica que la Iglesia hace a la causa de la paz es ésta: la llamada a la conversión del corazón de todos y cada uno de nosotros, la llamada a la humildad personal”.
“Sólo si hay humildad”, ha recalcado el pastor católico, “pueden darse las restantes condiciones para la paz: arrepentimiento, reparación, paciencia, diálogo, tolerancia… e incluso, la propia justicia”.
Mons. Munilla ha concluido su homilía “pidiendo a nuestra Madre de Aránzazu, un año más, este don de la PAZ. Lo pedimos con la confianza de que el poder de la oración es infinito”.