(Kath.net/InfoCatólica) En su análisis, Thiermeyer sostiene que la tradicional máxima «la necesidad enseña a rezar» ha perdido vigencia. A su juicio, las crisis recientes no han incentivado un acercamiento al hecho religioso, sino que han evidenciado su debilitamiento. Cita al sociólogo Detlef Pollack para subrayar que la religión ha dejado de ser una fuente común de interpretación de la realidad, pasando a convertirse en una referencia lejana.
El artículo destaca que más de medio millón de personas abandonaron la Iglesia católica en Alemania durante 2023, una cifra sin precedentes. Las Iglesias protestantes experimentan una tendencia similar. Tan solo un pequeño porcentaje de creyentes participa regularmente en los servicios religiosos, y los jóvenes muestran una escasa vinculación con cualquier forma de religiosidad tradicional.
Entre las causas de este fenómeno, Thiermeyer señala la creciente diferenciación funcional de las sociedades modernas (*), la pluralización de estilos de vida y la individualización de las creencias. Estas transformaciones han desplazado a las instituciones religiosas de muchos de sus antiguos roles sociales.
El autor identifica también varios malentendidos frecuentes: atribuir el retroceso de la fe exclusivamente a los escándalos eclesiales, suponer que las crisis fomentan el retorno religioso o pensar que la religión está siendo combatida activamente. Frente a estas ideas, sostiene que el fenómeno responde más bien a un olvido silencioso que a una confrontación abierta.
Thiermeyer concluye que la respuesta de la Iglesia no debe limitarse a reformas estructurales, sino orientarse hacia una renovación espiritual. En su opinión, más allá de los programas o estrategias, la Iglesia debe recuperar una presencia cercana, que escuche y acompañe, manteniéndose abierta a la acción del Espíritu. Aunque anticipa una Iglesia más reducida en número e influencia, considera que todavía puede ser un espacio donde resurja la búsqueda de sentido y esperanza.
Biografía del P. Andreas-Abraham Thiermeyer
Nacido en 1949 en Altdorf/Titting; ordenado sacerdote en 1977; de 1977 a 1985 en la Abadía de Niederaltaich; estudios (diplomatura, licenciatura, doctorado) en Eichstätt, Jerusalén, Grecia y Roma; de 1991 a 1998 en la pastoral parroquial; de 1998 a 2008 fue rector fundador del Collegium Orientale en Eichstätt; en 2002 nombrado archipreste mitrado; en 2010, archimandrita; de 2004 a 2012, consultor pontificio para las Iglesias orientales en Roma; de 2008 a 2015, rector del santuario y casa de encuentros de Habsberg; de 2011 a 2015, delegado diocesano de medio ambiente y, de 2014 a 2017, capellán para refugiados en la diócesis de Eichstätt; desde 2017 colabora en la pastoral extraordinaria.
(*) La diferenciación funcional es un concepto de la sociología moderna que describe cómo, en las sociedades complejas y modernas, las distintas funciones sociales se separan y especializan en instituciones diferentes e independientes entre sí.
En las sociedades tradicionales, una sola institución (como la Iglesia) cumplía muchas funciones al mismo tiempo: educar, cuidar a los enfermos, guiar moralmente, consolar en las crisis, dar sentido a la vida, etc.
Con la modernidad, esas funciones se reparten entre distintas instituciones:
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La escuela se ocupa de la educación.
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El sistema sanitario cuida a los enfermos.
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La psicología ofrece consuelo en las crisis personales.
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El Estado regula la ética pública mediante leyes.
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Los medios de comunicación dan orientación social.
Así, la religión deja de ser necesaria para muchas de las tareas que antes monopolizaba. Se convierte en una opción más, no en un marco obligatorio.
Cuando el autor menciona la diferenciación funcional, quiere decir que la Iglesia ha perdido relevancia estructural porque otras instituciones han asumido sus antiguos roles. Por eso, la religión ya no es un elemento central en la organización de la vida social, sino una opción individual dentro de una oferta plural.







