(Lifenews/InfoCatólica) Este 31 de marzo se cumplen veinte años desde la muerte de Terri Schiavo, una joven estadounidense que se ha convertido en un referente para el movimiento provida en todo el mundo. La suya no fue una muerte natural, sino el resultado de una decisión judicial que autorizó la retirada de su sonda de alimentación, dejándola morir por deshidratación y hambre en un proceso que se prolongó durante casi dos semanas.
Terri tenía 26 años cuando, en 1990, sufrió un colapso que le provocó una grave lesión cerebral. Desde entonces necesitó cuidados constantes y una alimentación asistida, pero no padecía ninguna enfermedad terminal. «Terri no se estaba muriendo. Solo necesitaba cuidados básicos: nutrición, hidratación y cariño», recuerda su hermano Bobby Schindler.
Durante años, sus padres y hermanos lucharon por mantenerla con vida, enfrentándose a su marido, Michael Schiavo, que fue nombrado su tutor legal y que más tarde decidió poner fin al soporte vital que la mantenía con vida. El conflicto familiar derivó en una larga batalla judicial que culminó el 18 de marzo de 2005, cuando el juez George W. Greer autorizó la desconexión de la sonda de alimentación. Terri falleció trece días después, rodeada de su familia, que no pudo hacer nada para evitarlo.
Ejecución
«Lo que vivimos fue una ejecución disfrazada de acto médico», denuncia Bobby. Para los Schindler, la tragedia no fue solo la muerte de Terri, sino la constatación de que el sistema legal y sanitario había fallado a una de las personas más indefensas.
La familia sostiene que Terri mostraba signos de respuesta a estímulos, aunque esos indicios fueron descartados por los tribunales. «Era evidente para nosotros que Terri estaba presente, que nos reconocía, que respondía», explica su hermano. Los vídeos difundidos entonces mostraban a una mujer que parpadeaba y parecía reaccionar ante la presencia de sus seres queridos.
El marido la quería muerta
La situación se agravó, en opinión de la familia, por el contexto en el que Michael Schiavo tomó la decisión de interrumpir la alimentación de Terri. Años después del accidente, mantenía una relación con otra mujer con la que tuvo hijos, mientras seguía siendo legalmente el esposo y tutor de Terri. Además, era el beneficiario del fondo económico destinado originalmente al cuidado de su esposa.
Tras la muerte de Terri, la familia fundó la Terri Schiavo Life & Hope Network, una organización provida dedicada a defender a pacientes vulnerables, sensibilizar a la sociedad y evitar que casos como el de Terri se repitan. «Queremos que ninguna familia vuelva a vivir lo que nosotros sufrimos», afirma Bobby.
Desde entonces, han acompañado a miles de familias y han denunciado lo que consideran una peligrosa deriva en el sistema sanitario, que, bajo el pretexto de una falsa compasión, deja desprotegidos a quienes más apoyo necesitan. El caso de Terri marcó un punto de inflexión en la forma en que se considera la alimentación asistida: dejó de entenderse como cuidado básico para ser tratada como un acto médico prescindible.
Merecía vivir
«Terri fue la primera ciudadana estadounidense que murió por orden judicial, sin estar en fase terminal, solo por tener una discapacidad», subraya Bobby. Veinte años después, su familia sigue elevando la voz para recordar que la vida humana tiene valor en todas sus etapas y condiciones.
«Terri merecía vivir. Merecía cuidados, no una condena», concluye su hermano. Hoy, su memoria impulsa una causa que trasciende fronteras: la defensa incondicional de la vida.