(InfoCatólica) Mons. Luis Argüello, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, inauguró este lunes la CXXVII Asamblea Plenaria con un discurso centrado en la esperanza cristiana como respuesta a los desafíos culturales, sociales y políticos que atraviesa la sociedad española y europea.
Individualismo y desvinculación social
El prelado denunció la deriva antropológica de Occidente, marcada por una concepción individualista de la persona humana, desconectada de sus vínculos naturales y sociales: «El individuo tiene nostalgia de la persona; el poder tiene nostalgia del amor; el empoderamiento tiene nostalgia de la obediencia». Y añadió: «La vida es don, no poder».
En esta línea, el presidente de la CEE propuso una «alianza social para la esperanza», en sintonía con la propuesta del papa Francisco en la bula del Año Santo. Esta alianza tendría como ejes la defensa de la vida y una respuesta justa y humana ante la situación migratoria. «La pérdida del deseo de transmitir la vida es señal de falta de esperanza», advirtió, anunciando la celebración de un foro promovido por la Conferencia Episcopal para reflexionar sobre la crisis demográfica desde los ámbitos económico, político, cultural y espiritual.
Reforma migratoria
Respecto a la inmigración, Mons. Argüello lamentó la paralización de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) por la regularización extraordinaria de personas migrantes. «El Reglamento aprobado deja fuera, en una cierta situación de limbo jurídico y existencial, a miles de personas», afirmó. Señaló especialmente a los indocumentados, a quienes no pueden acreditar dos años de residencia, a personas con discapacidad o enfermedad, y a familias con hijos menores que siguen en situación de irregularidad.
«No pueden regularizarse porque no tienen contrato, ni pueden obtener contrato porque no están regularizados», explicó. Y subrayó: «La Iglesia reconoce el derecho del Estado a ordenar los flujos migratorios, pero pide que se haga desde el principio de la dignidad humana y del bien común».
Coherencia de vida y caridad política
Durante su intervención, también denunció el riesgo de vivir una fe fragmentada: «Corremos el riesgo de una doble vida, en la que asumimos fuera del templo las reglas del dinero y del poder». En contraposición, insistió en que el cristiano está llamado a una vida coherente, donde la caridad política, la vida comunitaria y la misión transformen también la vida pública.
Sinodalidad y comunión
En relación con el proceso sinodal, recordó que la Iglesia es «pueblo del domingo» y está llamada a caminar unida, viviendo la comunión como testimonio en medio del mundo. Finalmente, expresó su cercanía al papa Francisco, mencionando su fragilidad física reciente y destacando el valor de su magisterio como guía para la Iglesia universal en estos tiempos de incertidumbre.