(InfoCatólica) En su mensaje, los obispos reconocen el malestar de una parte de la opinión pública, incluyendo miembros de la comunidad católica, ante el reconocimiento del secreto de confesión en el Acuerdo. Señalan que reducir el pacto a esta única cuestión oscurece su propósito central, que es la garantía de los derechos y libertades religiosas. Subrayan que no se busca otorgar privilegios a la Iglesia católica, sino consolidar la protección de los derechos religiosos, especialmente para aquellos en situaciones vulnerables, como enfermos hospitalizados, personas en centros de asistencia social o reclusos en prisión.
Los obispos expresan su pesar por los casos de abuso sexual cometidos por miembros del clero, condenándolos de manera categórica. Reafirman que cualquier forma de violencia sexual es inaceptable y que no hay lugar en la Iglesia para quienes la perpetren. Reconocen, además, que en ocasiones su respuesta institucional no ha estado a la altura de las expectativas de la sociedad, aunque aseguran que ello no se debió a mala fe, sino a la falta de experiencia en el manejo de este fenómeno.
La Iglesia checa manifiesta su compromiso con la política del papa Francisco en esta materia y se suma a su autocrítica expresada en la carta de 2018 al Pueblo de Dios: «Con vergüenza y arrepentimiento, reconocemos que no supimos estar donde debíamos estar, que no reconocimos a tiempo la magnitud y gravedad del daño causado en muchas vidas».
En el comunicado, los prelados subrayan su deseo de que la Iglesia sea un espacio seguro y libre de cualquier forma de abuso. Aseguran su disposición a colaborar con las autoridades judiciales para garantizar que los responsables enfrenten las consecuencias de sus actos.
Inviolabilidad del secreto de confesión
Por otro lado, los obispos defienden la inviolabilidad del secreto de confesión, argumentando que no es un privilegio clerical, sino una garantía de libertad religiosa que protege al penitente, no al sacerdote. En este sentido, consideran injusto vincular esta cuestión con los casos de abusos, pues ello, según afirman, compromete la libertad de los creyentes.
Finalmente, los obispos reconocen que la indignación social es un llamado de atención sobre la pérdida de confianza en la Iglesia y su misión. Afirman su intención de escuchar estas voces con atención para discernir los que de constructivo y positivo puedan sacarse de ellas.
