(InfoCatólica) El cardenal Vincent Nichols, arzobispo de Westminster, se ha dirigido a los fieles de su diócesis a través de una carta pastoral en la que aborda la polémica en torno al proyecto de ley que se presentará el miércoles 16 de octubre de 2024 en el Parlamento británico, proponiendo la legalización del suicidio asistido bajo ciertas condiciones, lo que ha abierto un intenso debate tanto en la sociedad como en la esfera política sobre el valor de la vida humana y la protección de los más vulnerables.
En su misiva, el cardenal Nichols destaca tres puntos clave para la reflexión de los fieles y les exhorta a involucrarse activamente en el debate público, no solo a través del diálogo con sus familias y amigos, sino también escribiendo a sus representantes parlamentarios. Según el arzobispo, este momento crítico requiere tanto de participación cívica como de oración y discernimiento espiritual.
El primer punto que subraya el cardenal es la necesidad de prudencia ante la posible aprobación del suicidio asistido. Advirtiendo sobre los peligros que puede acarrear esta ley, el prelado afirma: «Tened cuidado con lo que deseáis». Aunque reconoce que el proyecto de ley será presentado de manera cuidadosa y en un marco limitado, llama la atención sobre los precedentes en otros países que han seguido el mismo camino. En dichos lugares, las condiciones para permitir el suicidio asistido se han ido ampliando con el tiempo, lo que ha llevado a una mayor aceptación social del mismo.
En este sentido, el purpurado señala que, aunque el suicidio asistido puede proporcionar alivio a algunas personas, también genera miedo y ansiedad en muchas otras, particularmente en aquellos con enfermedades crónicas, discapacidades o vulnerabilidades. Y advierte: «Lo que ahora se propone no será el final de la historia. Es una historia que es mejor no comenzar». La preocupación del prelado radica en que, a pesar de las garantías sobre salvaguardias firmes, rara vez se ha logrado mantener esas protecciones intactas en otros países.
En segundo lugar, el arzobispo de Westminster alerta sobre las consecuencias que la legalización del suicidio asistido puede tener en la sociedad y, más concretamente, en los individuos que se encuentran en las etapas finales de la vida. En su carta, afirma que lo que inicialmente se plantea como un derecho a morir, en muchos casos, puede convertirse en una obligación de morir. «Una ley que prohíbe una acción actúa como un disuasivo claro; pero una ley que permite una acción cambia las actitudes. Aquello que es permitido, a menudo fácilmente se alienta», advierte Nichols.
De esta forma, explica que la aprobación de una ley de suicidio asistido podría generar presión sobre aquellos que están cercanos a la muerte, ya sea por parte de sus familiares o incluso por ellos mismos, para que opten por acabar con su vida y así liberar a sus seres queridos del peso del cuidado o de los costos económicos asociados. Además, destaca que para aquellos que temen el sufrimiento prolongado y la pérdida de dignidad en sus últimos días, el debate debería centrarse en mejorar los cuidados paliativos y los servicios de hospicio. Según el cardenal, «esta es la verdadera forma de morir con dignidad», rodeados de seres queridos y bajo la atención de profesionales de la salud.
El cardenal Nichols también señala un riesgo añadido para los profesionales médicos, cuya misión primordial es cuidar a sus pacientes. «Este cambio radical en la ley plantea el riesgo de llevar a los médicos de un deber de cuidar a un deber de matar», subraya, subrayando las implicaciones morales de esta posible transformación en la práctica médica.
El tercer y último punto que aborda el purpurado en su carta está relacionado con la dimensión espiritual del debate sobre el suicidio asistido. Hace un llamado a recordar la centralidad de Dios en la vida humana, afirmando que «olvidarse de Dios disminuye nuestra humanidad». Para las personas de fe, recuerda que la vida es un don sagrado otorgado por el Creador y que, como tal, no nos pertenece para disponer de ella a voluntad. Citando el libro de Job, el primado católico de Inglaterra y Gales recuerda:
«El Señor dio, y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor».
Nichols advierte que ignorar o rechazar esta verdad nos desconecta de nuestra propia humanidad, dejándonos sin un ancla firme y a merced de las tendencias cambiantes de la sociedad:
«Estamos flotando en un espacio que carece de bases sólidas o de un destino claro, pensando que podemos crear estos por nosotros mismos, según el estado de ánimo del momento».
Finalmente, el arzobispo de Westminster subraya que toda vida humana, sin importar el nivel de sufrimiento, conserva una dignidad intrínseca que no puede ser eliminada. Añade que el sufrimiento forma parte de la experiencia humana y no debe ser visto como un obstáculo que deba ser eliminado a cualquier costo. Recuerda que Jesucristo, el Verbo eterno de Dios, abrazó nuestra humanidad, con sus sufrimientos y muerte, para llevarla a su gloria final.
El cardenal concluye su carta exhortando a los fieles a mantenerse firmes en la oración y en la defensa de la dignidad de toda vida humana durante este debate crucial. Invita a los católicos a «escribir a vuestros diputados, discutir con vuestros seres queridos y rezar», mientras el Parlamento se prepara para abordar esta cuestión tan trascendental.