(Fides/InfoCatólica) Martín Lasarte Topolansky, obispo uruguayo de la diócesis angoleña de Leena, subraya en una entrevista con la Agencia Fides que la comunidad católica en Angola enfrenta problemas como la baja escolarización, la falta de servicios, la lepra y la expansión de sectas agresivas. Las urgencias pastorales en el país «a menudo son diferentes de lo que se discute durante el Sínodo», asegura el obispo.
«Es verdad lo que ha dicho el Papa, que cuando pensamos en la Iglesia lo hacemos como “occidentales”. Ciertamente, esta es la historia de la Iglesia: no se pueden borrar dos mil años de belleza y riqueza del cristianismo. Pero el Espíritu Santo –explica el obispo angoleño– ha soplado por todas partes. Sin embargo, uno se da cuenta de que la Iglesia es eurocéntrica en muchas ocasiones, como en este Sínodo. A veces se pretende que los problemas de la Iglesia en Occidente sean considerados los grandes problemas de la Iglesia universal. En lugar de eso, deberíamos decir: tranquilos, tenéis estos problemas, y está bien afrontarlos, os damos ánimos. Pero nosotros tenemos tantos otros problemas críticos, como la primera evangelización, la formación de los laicos, el diálogo interreligioso o el enorme crecimiento de las sectas».
«En mi diócesis –continúa el obispo– todavía existe la lepra. Es cierto que en Europa avanza la secularización, pero en África hay cientos de seminaristas a los que hay que apoyar en su formación. Somos una Iglesia en desarrollo. La Iglesia católica es hermosa con su diversidad, tiene riquezas y problemas en todas las latitudes que, demasiado a menudo, no se perciben».
Y si hablamos de cuestiones críticas, uno de los problemas de Angola es el auge del extremismo islamista. «Objetivamente, el problema está ahí», reconoce el obispo. En algunos casos, chicas cristianas se casan con chicos musulmanes, sus hijos son enviados a estudiar a países de mayoría islámica y, cuando regresan, se han convertido en musulmanes vinculados a grupos extremistas. Casi suena a "pastoral vocacional"...».
Por supuesto, la situación varía según el lugar:
«Hay diálogo, pero no siempre ni en todas partes. En el Este hay situaciones exactamente opuestas a las del Oeste, por lo que el diálogo se hace más difícil en algunas zonas. Y cuando se combinan pobreza y falta de horizontes, se crea una mezcla peligrosa».
Lo mismo ocurre con las sectas: «Son grupos totalmente desconectados que no dialogan ni siquiera con las Iglesias protestantes», explica el obispo de Leena. También persiste el problema de la brujería:
«Hay lugares donde la magia y la brujería son la primera causa de violencia y asesinatos. Cada día tenemos que lidiar con una sociedad en la que se dan tantas situaciones incómodas. Cada uno es libre de creer lo que quiera, con el máximo respeto a las creencias ancestrales, pero ante todo debemos respetar la dignidad de cada persona».
La presencia activa de muchos misioneros es de gran ayuda:
«Tener misioneros de distintos pueblos y naciones es una riqueza. Se podría caer en la tentación de decir: "Somos maduros, no necesitamos a nadie". Es cierto, soy el único obispo no angoleño, los demás son todos locales, pero todos reconocemos que su presencia es un signo de los tiempos. En mi diócesis, de 123.000 kilómetros cuadrados, una de las mayores del África subsahariana, donde se hablan ocho lenguas, ellos son un recurso».
«Hoy –concluye el obispo de Leena– tenemos angoleños que se fueron como misioneros a Papúa Nueva Guinea y a la Amazonia. Los países que antes recibían misioneros se han convertido ahora en países de los que parten misioneros. El Evangelio es siempre el mismo, los estilos de evangelización cambian, pero la Iglesia, por su naturaleza, es misionera y lo será siempre».