(Aica/InfoCatólica) En su intervención, el episcopado escocés expresó su firme oposición al proyecto de ley, afirmando que «el suicidio asistido atenta contra la dignidad humana y provoca que la vida humana sea valorada cada vez más en función de su eficiencia y utilidad». Los prelados advirtieron que la legalización del suicidio asistido podría promover la idea de que «un individuo puede perder su valor y dignidad».
Asimismo, defendieron especialmente a las personas mayores y a las personas con discapacidad, señalando que el proyecto de ley podría hacer que estos grupos vulnerables se sientan como si tuvieran el «deber de morir». «Cuando las personas mayores y discapacitadas expresan su preocupación por ser una carga, la respuesta adecuada no es sugerir que tienen el deber de morir; más bien, debemos comprometernos a satisfacer sus necesidades y a proporcionarles la atención y la compasión necesarias para ayudarles a vivir», expresaron.
Los obispos añadieron: «Si Escocia establece la muerte por solicitud y esto se convierte en una práctica habitual, ¿cómo no va a convertirse ese horizonte en una expectativa cultural para los vulnerables, incluidos los ancianos, los discapacitados y los solitarios?».
La declaración también calificó de errónea la postura de los defensores de la legislación, afirmando que quienes consideran la eutanasia como un acto compasivo tienen una «falsa comprensión de la compasión». En ese sentido, subrayaron las enseñanzas de la Iglesia Católica sobre la compasión, según las cuales se nos llama a «abrazar a los enfermos» y a ofrecerles apoyo para vivir, en lugar de para morir.
Para ilustrar los peligros de la eutanasia, los prelados señalaron lo que ha ocurrido en otros países, como Canadá, los Países Bajos y Oregón (EE.UU.), donde la legislación sobre la muerte asistida se ha ampliado mucho más allá de lo que se aprobó inicialmente. La carta advierte que no hay forma de evitar la expansión futura de dichas leyes, que a menudo se extienden a personas con enfermedades mentales.
En la conclusión de la carta, los obispos afirmaron: «El suicidio asistido socava la prevención del suicidio, la prestación de cuidados paliativos, la confianza en los médicos y presiona a las personas vulnerables para que acaben con sus vidas de forma prematura». Y añadieron: «Los pobres y los vulnerables ya están luchando por vivir. Los parlamentarios de Escocia deberían ofrecerles atención y apoyo para vivir, no una mezcla de medicamentos para morir. Matar no es la solución a la mala salud, la pobreza o cualquier otro problema social. El Estado debería apoyar la prestación de cuidados, no el asesinato deliberado de quienes están al final de la vida».