(InfoCatólica) La Santa Sede en un escueto e inane comunicado ha trasladado que está «entristecida». Una semana, en sábado y de tapadillo, después del escandaloso silencio para los fieles. Un silencio que intentó paliar en parte la acción de un conjunto de obispos. La Santa Sede emite un breve y, podría decirse que desganado, comunicado en el Bolletino. Sin firma.
«La Santa Sede, entristecida por algunas escenas de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París, no puede sino unirse a las voces que se han alzado en los últimos días para deplorar la ofensa causada a muchos cristianos y creyentes de otras religiones.
En un acontecimiento prestigioso, en el que el mundo entero se une en torno a valores comunes no debe haber alusiones que ridiculicen las convicciones religiosas de muchas personas». En conclusión, la Santa Sede subraya que «la libertad de expresión, que evidentemente no se cuestiona, encuentra su límite en el respeto a los demás».
En el comunicado no se nombran ni califican los hechos, especialmente la ofensa a la Eucaristía. Ni desde luego otros aspectos de la parodia irreverente de las drag queens, en particular la exaltación del aborto. Quizá como señala el P. Santiago Martin, porque podría entenderse como una de las grandes líneas rojas, que nada pueda interpretarse como una crítica a la mariconería, que es el único ámbito en el que el Santo Padre ha rectificado dos veces, incluso suprimiendo palabras grabadas en video en uno de sus viajes apostólicos.
Lejos queda cuando el Santo Padre incluso a riesgo de ser mal entendido hablaba fuertemente sobre los límites de la «libertad de expresión»:
«No puedes jugar con la religión de los demás. No puedes insultar su fe o reírte de ella… En la libertad de expresión hay límites»
Pero, claro, eran ofensas a los musulmanes.
Ocasión perdida, ocasión aprovechada
Los innumerables actos de desagravio convocados por todo el mundo, ponen de manifiesto que sí, que los cristianos hemos sido ofendidos, pero que la ofensa era a Nuestro Señor. Y así lo han visto millones de católicos a lo largo del mundo.
Una ocasión aprovechada en muchas diócesis, parroquias y familias que desgraciadamente también en este aspecto se ven huérfanas.
Sí, lo de París ofendió a los cristianos. Pero estamos olvidando que Dios Nuestro Señor ha sido el principal ofendido. Eso debía constar en el texto. Ha sido una oportunidad perdida para enseñar sobre el pecado de blasfemia, que muchos católicos ya ni reconocen.
— Douglas Bohórquez (@doug_bohorquez) August 3, 2024
Como daños colaterales, han quedado expuestos y con el merecido desafecto de los fieles algunos sacerdotes y comunicadores que durante la semana se ufanaban en que lo que hacía la Santa Sede era lo correcto, que su silencio era incluso lo mejor. Hoy los fieles saben a quiénes no acudir por consejo en las Redes Sociales o medios de comunicación, aunque sean sacerdotes. Desde los que se habían vuelto expertos en Historia del Arte para justificar la blasfemia, hasta los que veían que el 'silencio' era una especie de arma espiritual.