Realidades que nos separan de los animales y los ángeles: el aborto o ley del pecado

Realidades que nos separan de los animales y los ángeles: el aborto o ley del pecado

Dos verdades poco pensadas por sus principios tan originarios, básicos y naturales. Comencemos por lo que nos separa de los ángeles: la capacidad de tener hijos, o dicho de manera más radical, la capacidad de comprender y experimentar el amor de Dios todopoderoso desde las entrañas de la carne humana.

Jesús nos dice que, en la vida futura, en la resurrección de los muertos, seremos como ángeles que no se casan. En el principio Dios no quiso hacernos como ángeles.

Los ángeles a diferencia de los animales que se rigen por su instinto (la capacidad innata de acción y conocimiento sin libertad)  conocen mediante las especies inteligibles que hay en ellos, son perfecciones y actos de su entendimiento.

Así como el hombre conoce todos los géneros del ser por distintas facultades cognoscitivas, lo universal e inmaterial por el entendimiento, y lo singular y corporal por los sentidos, el ángel conoce ambas cosas por una sola facultad intelectiva.

Los ángeles, por medio de especies infundidas por Dios, conocen las cosas, no sólo en cuanto a su naturaleza universal, sino también en cuanto a su singularidad, por ser estas especies representaciones múltiples de aquella única y simple esencia.

En los ángeles hay dos clases de conocimiento. 1) Uno natural, por el que conocen las cosas, bien por su esencia o también por especies innatas. 2) El que los hace bienaventurados y por el que ven la Palabra y las cosas en la Palabra. Por esta visión conocen los misterios de la gracia, por tanto administradores y servidores de los hombres.»

En lo referente al instinto de los animales, por ej.: nadie ha enseñado a un águila a volar ni a cazar su presa, tampoco a una gacela a correr ni cuanto menos a una araña a tejer su tela. Esto es así, lo hacen por instinto, lo supieron por don divino al ser creados. Del mismo modo los ángeles recibieron estas especies infundidas por Dios. Luego el conocimiento de un ángel nada se parece al de un animal, más que el conocimiento de las cosas del que todo procede. Un ángel tiene el saber de los límites de lo creado y del conocimiento de Dios, de las leyes del universo y del ser de Dios. Además, un ángel tiene libertad para aprehender, pues la libertad de Dios es infinita y los seres creados por Él, aun eternos, son finitos, no son Dios, luego sometidos a la libertad de Dios en su capacidad creadora y recreadora.

En este sentido, cuando Dios creo al hombre le dio dos virtudes inherentes que no tiene ningún ser creado antes que él, y después no volverán a ser dadas jamás, al menos más allá de la libertad de Dios cuando este mundo termine. Estas dos virtudes, dones (a falta de una palabra mejor) están unidas y no se pueden separar: ¡La Maternidad! y ¡La Paternidad! Da igual lo que la fantasía humana imagine, otra definición humana es humo y viento.

¿Qué hay detrás de esta verdad tan odiada y demonizada de Varón y Mujer? Pues eso mismo, varón y mujer.

  1. Dios ha otorgado al hombre algo excepcional y único en el universo: La Maternidad.
  2. La exclusividad y derecho de Dios como padre sobre la enseñanza y educación de la humanidad: La Paternidad.

Del primer punto se deduce que solo el ser humano sabe cómo ama Dios a sus criaturas incluidos los ángeles. Estos mismos se maravillan de esta capacidad otorgada al ser humano, de que una madre sienta en sus entrañas el infinito amor de Dios por sus hijos, la preocupación constante hasta el punto de perder la cabeza (la razón humana) por los continuos desvelos y preocupaciones por ellos.

El hombre puede comprender este amor (debido a que no puede parir) por el amor de su madre. Al ser humano se le ha dado la capacidad de ser cocreador con Dios y experimentar el amor, un amor celoso: cuidado, diligente, mimoso, esmerado, primoroso, meticuloso, dedicado, desvelado, con empeño, ahínco, tesón, afán. Un interés extremado y activo que alguien siente por un hijo. Eso es humano, pero así comprendemos lo divino.

He estado en la ordenación sacerdotal de tres sacerdotes del Castrense. En el primer banco había un padre y la madre con su hijo discapacitado. Este niño y su madre me tuvieron casi completamente distraído las dos horas de la celebración. La verdad es que no podía dejar de mirarlos. Un niño que continuamente reclamaba la atención de su madre, de estos que no paran quietos; y la madre, continuamente hablándole y susurrándole al oído, le acariciaba, sentía su sufrimiento de no poder estarse quieto y le miraba con un amor tan compasivo y maternal que pensé: ¿cuánto tiempo lleva esta madre siendo así de paciente?» Dios mío, pero si apenas somos capaces de aguantar lo mínimo, y no podía dejar de mirar y sorprenderme de lo que Dios ha otorgado a una madre ¿Qué vemos cuando miramos? «¿Y si me tocara a mí?» O «Pobre mujer, la que le ha caído», o «Si a mí hijo le detectan esa discapacidad, lo abortaría»; pero Dios le ha dado a la mujer un empoderamiento y fortalezas divinos. No puedo describir la belleza de la escena, pues serían necesarios los giros lingüísticos de un poeta o un gran escritor, aun así solo puedo decir que era la escena del amor, que tiene Dios, por la debilidad de todos sus hijos.

Hoy más que nunca tenemos que recordar qué es el ser humano, de lo que es capaz, y cuando se atreve a asumir la belleza de la vida, de una nueva vida aun en su debilidad, es cuando se rompen las barreras y ataduras del pecado y vemos la felicidad y belleza del amor. Aparentemente qué lejos está encontrar el amor y la vida, y a la vez que cerca está dentro de una madre que asume la debilidad, que se entrega en su naturaleza.

En cuanto al conocimiento y a la manera de aprender humana, Dios solo se ha reservado con el ser humano la capacidad de enseñarle en cada etapa de su desarrollo. Se ha reservado el misterio no solo de amarnos, sino trasmitirnos el conocimiento de forma verbal, con miradas, gestos y signos, de contemplarnos, de mirarnos con ternura y enseñarnos el camino. Lo hizo en persona en el Edén, en persona con sus más humildes amigos como Moisés, a través de los profetas, guiando a su pueblo, pero lo hizo siempre a través de nuestras madres, de nuestros padres. Quiso que comprendiéramos y experimentáramos la belleza de la creación del hombre en cada hijo, en cada momento de su infancia, adolescencia, madurez, y quiso que eso fuera eterno por La Sangre de Jesucristo.

El conocimiento del hombre podríamos decir, es el más inferior, porque es la mayor grandeza pues implica un acompañamiento divino en todas las etapas de la vida. Por pequeño que sea ese conocimiento, es inquebrantable: es el deseo de no conformarnos con menos que con el amor de Dios, con el deseo de que si no obtenemos lo que nos es debido de nuestros padres no querrá decir que no sea real o que no exista, sino que nos hará buscarlo y reclamarlo con ahínco y justicia.

Esta es la envidia del diablo, del odio a todo nonato. Por encumbrado que estuviera sobre todos los ángeles y todos los dones, poderes, y virtudes que poseían, odió y envidió la capacidad del hombre de engendrar vida y de enseñar a sus hijos con un desvelo y celo divinos. Esto era algo nuevo en una eternidad sin tiempo, un tiempo dedicado para enseñar y transmitir el conocimiento con amor a Adán, Eva y todos sus descendientes. Podríamos decir que era un tiempo dentro del no tiempo. En el no tiempo del don dado en un momento, y ahora la detención de lo eterno en el tiempo prolongado en la constante mirada de Dios hacia el ser humano, que exigía y exige de Él un constante acompañamiento en el crecimiento del hombre, dándole continuamente, incluso con su propio Hijo (Jesucristo Dios y hombre verdadero) el crecimiento en Gracia y Verdad delante de Él y los hombres.

Qué nuevo era esto para seres tan inmortales y poderosos ¿Cómo un Dios que creó a los ángeles creó al mismo tiempo una criatura tan débil que le causa tantos desvelos, mimos y cuidados constantes? El ángel autosuficiente, el hombre dependiente, por tanto, un cuidado no solo constante de Dios, sino un encargo a esos ángeles de tratar con una criatura inferior.

No sé si somos conscientes de que significa esto, tenemos preferencias claras por gente más inteligente, guapa, con dinero, fama, etc., y resulta que no nos apetece ni tenemos paciencia con el que no sabe. En cambio, el misterio de Dios es que, siendo la sabiduría sin parangón, la riqueza de la divinidad y la inmortalidad, la belleza que ha creado la belleza, el poeta por excelencia; resulta que quiere estar con nosotros y comunicarnos su saber. Esto en nuestro mundo solo tiene un nombre: Familia. Da igual lo que uno sepa, le encanta pasar tiempo con sus hijos, ver como aprenden y si tienen algún defecto del entendimiento, qué importa, esta madre se vuelca con este hijo sin importar nada más. A él y a todos nosotros el día del juicio y la resurrección se nos dará lo que nos falte por ciencia infusa del que ha hecho valientes a los leones y faltas de conocimiento a los avestruces.

Por eso los demonios odian todo lo relacionado con la familia e imponen la ley de la muerte y del pecado: aborto, divorcio, eutanasia, gender, no parir. Un gobierno así… Nadie piense que el no dar marcha atrás de los partidos políticos en temas de educación en valores, para continuar con el aborto, traerá prosperidad. Esos partidos políticos están corrompidos hasta la médula, y la corrupción del aborto es la corrupción de la humanidad en su misma naturaleza. Por eso se manifestará de nuevo la esclavitud y hambre de los demonios que adoran sin saberlo o sabiéndolo estos tiranos políticos, pues negaron la Sabiduría que no se compra con dinero, y engendraron ellos y los que votaron ese «mal menor» la locura de los males que padecen:

«A los antiguos moradores de tu santa tierra los odiaste porque hacían cosas detestables, prácticas mágicas y ritos sacrílegos. A tales crueles asesinos de hijos, devoradores en banquetes de vísceras de carne y sangre humana, iniciados en misterios orgiásticos y padres verdugos de almas indefensas…» (Sabiduría 12,3-6)

Un político que quiere una polis y una ética abortista para la ciudadanía no puede defender a la mujer, ni siquiera en su educación y acompañamiento más básico. El aborto es solo la punta del iceberg, la masa que hay debajo se llama política «socialista» social demoniaca: es el nombre de la educación que reciben los jóvenes en las escuelas públicas, de las que ni se libran algunas católicas y ni el Partido Popular está exento del soborno de Bruselas.

Podría seguir describiendo lo aberrante de esta sociedad hedonista, pero no quiero desviar la mirada más allá de la belleza que Dios ha otorgado a la mujer y al hombre, que como hijo ha sabido amarla y respetarla, pues todos, incluso Dios, tenemos ombligo.

Ojalá los niños y adolescentes de hoy dejen ejercer el privilegio a sus madres de ser madres, y así se encontraran con el privilegio de Dios de ser Padre.

Si a alguien le parece que resto valor al padre, ni mucho menos, he querido enfocarme en la madre, diferente en su naturaleza. Cuando Dios compara su amor, lo hace con el de una madre:

«¿Es que puede una mujer olvidarse de su niño de pecho, no compadecerse del hijo de sus entrañas? ¡Pues aunque ellas se olvidaran, Yo no te olvidaré!» (Isaías 49,15)

Con cuánta razón dice el Antiguo Testamento que la mujer se salva por la maternidad. En cambio el hombre por la circuncisión, perdiendo parte de la sensibilidad no se obsesione con la sexualidad sino con cuidar el fruto de ella. Por eso en otro pasaje se dirá «circuncidad vuestro corazón»: alejaos de las pasiones.

De lo que se sigue de la reflexión anterior

Por eso ¿alguien tendría hoy envidia de una familia numerosa de 5, 10, 14 hijos, con dos de ellos discapacitados? No creo, pero envidiaremos los 5 minutos de fama de cualquier tonto. Qué importa si hace el tonto, cuando han visto su tontería 12 millones de personas…

La verdad, toda elección de estado de vida que en su falsa antropología o que su fobia niegue formar una familia natural como el caso de este juez diciendo tonterías; o un sacerdote que diga que dios es trans, su dios ya no es Jesucristo, es Shiva: la adoración al demonio, de un ser «andrógino» que no existe.

Y es que todo esto está cortado por el mismo patrón: Lucifer. Este demonio quiere llevarnos a algo imposible, la mayor y falsa utopía, a un estado anterior a la creación del hombre donde solo existían los ángeles, entre ellos Luzbel tenía la mejor posición. Cuando vio que Dios contemplaba su nueva e indigente creación para mirarla de manera continua, y pedía lo mismo a los ángeles, ya Luzbel no era lo más maravilloso de la creación y todo foco giró hacia Adán y Eva, y a toda su futura descendencia: tú y yo.

Ya sabemos la historia, el demonio se aprovechó de Adán y Eva y les engañó, porque él mismo sufrió el engaño de su propia vanidad y envidia. Desde entonces Lucifer dijo:

«Si Dios, en vez de ser contemplado y adorado por criaturas perfectas, quiere pasar a contemplar la indigencia que han creado sus manos, yo ocuparé su lugar, adoradme a mí, yo ostentaré el lugar de Dios, pues él se va a encarnar y abajar de su trono de Gloria»

El empoderamiento feminista abortista, la fornicación, la fama luciferina (no la de los santos) están alejados de la concepción y el acompañamiento continuo de los seres humanos en sus verdaderas necesidades católicas de la única definición de amor.

¿De qué tiene el demonio envidia? De que al hombre se le dio la capacidad divina de engendrar vida, de tener hijos. Tuvo envidia de los hijos y, más todavía, de lo que estos exigían: la mirada celosa de Dios. El pecado original es de envidia, donde un hijo puede tener celos del nacimiento de un nuevo hermano y la atención que le dedican sus padres. La naturaleza está herida por el pecado, y los niños tienen que ser educados y conducidos al bien, ser corregidos. Es una mancha, la naturaleza humana no está totalmente corrompida, pero exige un acompañamiento en el bien.

Creo que seria necesario darle unas vueltas teológicas a este tema, hoy domingo XIII de tiempo ordinario, donde Dios, junto con los padres, suplen la carencia de los hijos con su abundancia y riquezas paternales, pues Dios «no teniendo nada» se da así mismo que lo es todo. Por ello adoren a Dios todas sus criaturas, porque «Pretender poseer y dominar la naturaleza, manipularla a nuestro gusto, es una forma de idolatría» idolatría por que los ídolos son falsos, y una antropología LGTBI+ es falsa.

 

2 comentarios

Tito España
¡Muchas gracias!
5/07/24 1:12 PM
Maribel
Estos comentarios son los que iluminan nuestro conocimiento de la idea de Dios y su relación con sus criaturas. Todos deberíamos tener acceso a ellos y así comprender mejor nuestra realidad con relación al Padre No dejarnos engañar con ideas falsas de libertades falsas que confunden. Vivimos tiempos dificiles..
6/07/24 10:41 AM

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