(Fides/InfoCatólica) Sucede a un centenar de kilómetros de la capital Niamey. Llegan con unas motos, armados, y proponen a los lugarenños elegir: o pagar un impuesto de 50.000 CFA (76 €) por varón a partir de los 15 años, o convertirse al Islam. Si se rechazan ambas cosas, sólo queda dejar el pueblo y todo lo que se posee en sus manos. Son lo que los lugareños llaman los «bandidos» y lo que los estudiosos denominan Grupos Terroristas Armados de la nebulosa «yihadista» que operan principalmente en la zona de las «Tres Fronteras».
Se trata de Malí, Burkina Faso y, por supuesto, Níger. Estos tres países están gobernados actualmente por regímenes militares y han optado por unirse en una nueva entidad llamada «Alianza de Estados del Sahel», AES. Desde el secuestro del padre Pierluigi Maccalli en 2018, la vida de los campesinos que viven en la zona fronteriza con Burkina Faso no ha dejado de deteriorarse. Amenazas, secuestros, asesinatos selectivos, escuelas desoladoramente cerradas, intimidación y un clima de miedo caracterizan la vida cotidiana de los residentes. La presencia del ejército nigerino no hace nada para disuadir estas prácticas que se han instalado en la zona. Las quejas y las peticiones de ayuda parecen caer en saco roto, o al menos la retórica de la «soberanía medioambiental» y la tan proclamada retirada de las presencias militares extranjeras de suelo nigerino (rusos aparte). Todo esto no consigue disuadir a los «bandidos» o grupos armados que, mientras tanto, ocupan la tierra y, gracias a la política de tierra quemada, reclutan a jóvenes empujados a la pobreza con la promesa de ganancias fáciles y una nueva identidad social.
Desde el pasado mes de marzo en la aldea de Tiboandi hasta las de Kiloubiga, Torsé y Koutougou, tanto la música como las exigencias son las mismas. A veces los cristianos aceptan pagar, y no pocas veces se ven obligados a marcharse a lugares más protegidos, como Makalondi y Torodi. Los «bandidos» han dado una semana de plazo para darles una respuesta. Parece claro que rechazar la «conversión» sólo deja la opción del éxodo, porque pagar la suma exigida este año significa verla duplicarse para el año que viene. El alcalde de la capital ha sido informado y las autoridades están al corriente del drama que se desarrolla no lejos de la capital. La impotencia, la incapacidad, la dificultad para responsabilizarse de la seguridad de la población y las incursiones ocasionales no han dado fruto.
No sólo los cristianos se ven afectados por los estragos de los grupos armados, sino todos los habitantes de la zona de las Tres Fronteras. Sin embargo, todos ellos tienen una característica en común. Son campesinos pobres que se suman a la larga lista de los «invisibles» que tienen poca importancia económica o geopolítica. Este último factor quizás ayude a explicar mejor las razones de la perpetuación de la violencia contra los civiles en esta parte del Sahel.