(NCRegister/InfoCatólica) Hablando el 24 de abril en la Universidad del Sagrado Corazón en Fairfield, Connecticut, el Cardenal Blase Cupich de Chicago dijo que el modelo para discusiones en grupos pequeños, que se caracteriza por que cada participante tenga un turno para hablar mientras los demás escuchan, intervalos de silencio, y permitiendo el desacuerdo, está en el corazón del llamado del papa Francisco «para imaginar una renovación de toda la Iglesia.»
«Es un nuevo 'modelo de la Iglesia,' que creo tiene la promesa de traer una renovación para cómo tomamos decisiones en la Iglesia y cómo nos relacionamos unos con otros en los niveles universal, continental, nacional y local,» dijo el arzobispo de Chicago, refiriéndose a un término popularizado por el teólogo americano Cardenal Avery Dulles, cuyo libro de 1974 sobre el tema expuso cinco modelos, o imágenes, de la Iglesia en la teología post-conciliar.
«Todos nosotros, no importa nuestra posición en la Iglesia, debemos proceder de un entendimiento común que 'la autoridad es múltiple y mutuamente enriquecedora,'» dijo el cardenal, citando la presentación del Padre Dominico Timothy Radcliffe durante el retiro pre-sinodal, que sirvió de base para la charla del cardenal.
Como ejemplo indicó que cuando a los participantes se les preguntó cómo deseaban ser llamados al inicio de un grupo pequeño del sínodo, «todos, no importa su posición en la Iglesia, dieron su primer nombre y omitieron cualquier referencia a un título. Comenzamos en igualdad de condiciones y reconocimos que cada uno habla con autoridad».
El cardenal también dijo que muchos miembros laicos del sínodo «estaban asombrados de que, por primera vez, los líderes de la Iglesia realmente les escuchaban».
El purpurado dijo que la introducción de la metodología de conversación-en-el-Espíritu fue el elemento más significativo del «enmarcado de la sinodalidad» del papa Francisco, algo que Cupich dijo que era «nada menos que revolucionario.» Anteriormente, dijo, los sínodos eran preestablecidos y evitaban la discusión abierta, limitaciones superadas utilizando el método de conversación-en-el-Espíritu y sentándose en grupos pequeños en mesas redondas.
El cardenal también destacó la expansión de la membresía con derecho a voto en el sínodo más allá del episcopado. Por primera vez en un Sínodo de los Obispos, un número significativo de laicos fueron incluidos como miembros plenos, representando aproximadamente un cuarto de todos los participantes.
«Todos tienen un igual decir y, más importante aún, un voto igual», dijo el cardenal, añadiendo su énfasis en la importancia del voto igual, que no estaba incluido en sus observaciones preparadas, durante su presentación.
En contra del Magisterio de la Iglesia
Las declaraciones del cardenal Cupich demuestran claramente que estamos ante un intento de acabar con el dogma de la constitución jerárquica de la Iglesia. En una de las Constituciones dogmáticas del Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, se puede leer:
«Dentro de este Colegio los Obispos, respetando fielmente el primado y preeminencia de su Cabeza, gozan de potestad propia para bien de sus propios fieles, incluso para bien de toda la Iglesia porque el Espíritu Santo consolida sin cesar su estructura orgánica y su concordia. La potestad suprema sobre la Iglesia universal que posee este Colegio se ejercita de modo solemne en el concilio ecuménico. No hay concilio ecuménico si no es aprobado o, al menos, aceptado como tal por el sucesor de Pedro. Y es prerrogativa del Romano Pontífice convocar estos concilios ecuménicos, presidirlos y confirmarlos. Esta misma potestad colegial puede ser ejercida por los Obispos dispersos por el mundo a una con el Papa, con tal que la Cabeza del Colegio los llame a una acción colegial o, por lo menos, apruebe la acción unida de éstos o la acepte libremente, para que sea un verdadero acto colegial.
Los Obispos rigen, como vicarios y legados de Cristo, las Iglesias particulares que les han sido encomendadas, con sus consejos, con sus exhortaciones, con sus ejemplos, pero también con su autoridad y sacra potestad, de la que usan únicamente para edificar a su grey en la verdad y en la santidad, teniendo en cuenta que el que es mayor ha de hacerse como el menor, y el que ocupa el primer puesto, como el servidor (cf. Lc 22, 26-27). Esta potestad que personalmente ejercen en nombre de Cristo es propia, ordinaria e inmediata, aunque su ejercicio esté regulado en definitiva por la suprema autoridad de la Iglesia y pueda ser circunscrita dentro de ciertos límites con miras a la utilidad de la Iglesia o de los fieles. En virtud de esta potestad, los Obispos tienen el sagrado derecho, y ante Dios el deber, de legislar sobre sus súbditos, de juzgarlos y de regular todo cuanto pertenece a la organización del culto y del apostolado.
A ellos se les confía plenamente el oficio pastoral, o sea el cuidado habitual y cotidiano de sus ovejas, y no deben considerarse como vicarios de los Romanos Pontífices, ya que ejercen potestad propia y son, en verdad, los jefes de los pueblos que gobiernan. Así, pues, su potestad no es anulada por la potestad suprema y universal, sino que, por el contrario, es afirmada, robustecida y defendida, puesto que el Espíritu Santo mantiene indefectiblemente la forma de gobierno que Cristo Señor estableció en su Iglesia».
Y la constitución dogmática Dei Verbum afirma:
«Mas para que el Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en la Iglesia, los Apóstoles dejaron como sucesores suyos a los Obispos, «entregándoles su propio cargo del magisterio». Por consiguiente, esta sagrada tradición y la Sagrada Escritura de ambos Testamentos son como un espejo en que la Iglesia peregrina en la tierra contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea concedido el verbo cara a cara, tal como es (cf. 1 Jn., 3,2).
… el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo. Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer».