(Settimo cielo/InfoCatólica) En la próxima sesión del Sínodo Mundial de Obispos, convocada por el Papa Francisco en Roma para octubre, serán los obispos africanos quienes más firmemente se opondrán a las innovaciones promovidas por ciertos episcopados del Norte: el diaconado femenino, sacerdotes casados, nueva moral sexual.
Se trata de seguir actuando en línea con la contundente resistencia de la Iglesia en África contra la bendición de parejas del mismo sexo, autorizada por la declaración vaticana «Fiducia supplicans» del pasado diciembre.
Se anticipa que este combate de los obispos africanos será, como indicó Sarah, «en defensa de la fe contra los proponentes del relativismo cultural»
El purpurado ha visitado Camerún durante unos diez días y el martes intervino ante los aproximadamente treinta obispos de ese país, en la sede de la conferencia episcopal en Mvolyé, en la colina que domina la capital Yaundé.
En los próximos días, el cardenal Sarah estará en Guinea, donde nació hace 78 años y donde fue párroco en un pueblo de la sabana y luego obispo en Conakry, la capital, defensor incansable de la libertad religiosa y civil en años de cruel dictadura, incluso a riesgo de su vida.
Extractos del discurso del cardenal Sarah a los obispos de Camerún
«Algunos en Occidente querían hacer creer a la gente que actuaban en nombre de un particularismo cultural africano. ¡Es falso y ridículo atribuirte tales propósitos! Algunos afirmaban, en una lógica de neocolonialismo intelectual, que los africanos no estaban «todavía» preparados para bendecir a las parejas homosexuales por razones culturales. Como si Occidente estuviera por delante de los africanos atrasados. ¡No!...
... les gustaría permitir el diaconado femenino en Alemania, los sacerdotes casados en Bélgica, la confusión entre sacerdocio ordenado y sacerdocio bautismal en la Amazonia. Algunos expertos teólogos nombrados recientemente no ocultan sus planes. Y os dirán con falsa amabilidad: «Tened la seguridad de que en África no os impondremos este tipo de innovación. No estáis preparados culturalmente».
¡Pero nosotros, sucesores de los apóstoles, fuimos ordenados no para promover y defender nuestras culturas, sino la unidad universal de la fe! Actuad, con vuestras palabras, obispos de Camerún, «en nombre de la verdad del Evangelio y por la dignidad humana y la salvación de toda la humanidad en Jesucristo». Esta verdad es la misma en todas partes, en Europa como en África y en los Estados Unidos. Porque la dignidad humana es la misma en todas partes.
¿Deberíamos pensar que el Sínodo será explotado por aquellos que, bajo el pretexto de la escucha mutua y la «conversación en el Espíritu», sirven a una agenda de reforma mundana? Todo sucesor de los apóstoles debe tener la valentía de tomar en serio las palabras de Jesús: «Que vuestra palabra sea: 'Sí, sí', 'No, no'; todo lo demás viene del Maligno» (Mt 5,37).
Muchos prelados occidentales están paralizados ante la idea de oponerse al mundo. Sueñan con ser amados por el mundo. Han perdido la voluntad de ser signo de contradicción. Quizás la riqueza material excesiva conduzca a compromisos con los asuntos mundanos. La pobreza es garantía de ser libres para Dios. Creo que la Iglesia de nuestro tiempo experimenta la tentación del ateísmo. No el ateísmo intelectual, sino esta condición sutil y peligrosa del espíritu: el ateísmo fluido y práctico. Es una enfermedad peligrosa pese a que sus primeros síntomas parecen benignos.
Tal vez les digan que así es como está hecho el mundo y no se puede escapar de él. Tal vez les digan que la Iglesia debe adaptarse o morir. Tal vez les digan que si lo fundamental está asegurado, se debe ser flexible con los detalles... ¡No debemos ceder a las mentiras! La esencia del ateísmo fluido es la promesa de un compromiso entre la verdad y la mentira. ¡Es la mayor tentación de nuestro tiempo!
Conservar el espíritu de fe es renunciar a cualquier compromiso, es negarse a ver las cosas de otro modo que no sea a la luz de la fe. Significa tomar nuestra mano de la mano de Dios, creo profundamente que ésta es la única fuente posible de paz y dulzura. Tomar nuestra mano de la de Dios es garantía de verdadera benevolencia sin complicidad, de verdadera dulzura sin cobardía, de verdadera fuerza sin violencia».