(Vatican.news/InfoCatólica) El Papa respondió a una pregunta sobre el documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Fiducia Supplicans, que abre la posibilidad de bendecir a parejas en situaciones «irregulares» con respecto a la moral católica, incluidas las parejas del mismo sexo.
Francisco reconoce que «a veces las decisiones no se aceptan» pero muchas veces «es porque no se sabe»; luego reafirmó el principio de «todos, todos, todos» ya expresado durante la JMJ de Lisboa:
«El Señor bendice a todos, todos, todos, los que vienen. El Señor bendice a todos los que son capaces de ser bautizados, es decir, a cada persona. Pero entonces las personas deben entrar en conversación con la bendición del Señor y ver cuál es el camino que el Señor les propone. Pero debemos tomarlos de la mano y ayudarlos a recorrer ese camino, no condenarlos desde el principio».
Según el Pontífice esta es «la labor pastoral de la Iglesia» y es una tarea «muy importante» de los confesores, a quienes Francisco reitera la invitación a «perdonar todo» y tratar a las personas «con gran bondad». Él mismo, revela, en 54 años de sacerdocio sólo una vez negó el perdón «debido a la hipocresía de la persona»: «Siempre he perdonado todo, pero lo diré también con la conciencia de que esa persona tal vez recaiga, pero el Señor nos perdona, nos ayuda a no recaer, o a recaer menos, pero perdona siempre».
El Señor «no se escandaliza de nuestros pecados, porque Él es padre, y nos acompaña», afirma el Papa Francisco, confiando que a él le gusta esperar que el infierno este vacío.
“Me gusta pensar que el infierno está vacío. Sí, es difícil imaginarlo. Esto que digo no es un dogma de fe, sino una cosa mía personal: me gusta pensar que el infierno está vacío. ¡Espero que así sea!”.
Catecismo de la Iglesia Católica
1035 La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno" (cf. DS 76; 409; 411; 801; 858; 1002; 1351; 1575; Credo del Pueblo de Dios, 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.
1036 Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión: "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran" (Mt 7, 13-14):
«Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Para que así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra mereceremos entrar con Él en la boda y ser contados entre los santos y no nos manden ir, como siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde "habrá llanto y rechinar de dientes"» (LG 48).