(InfoCatólica) El pasado 2 de octubre se hicieron públicas una serie de «responda» («respuestas») a 10 dubia presentados por el cardenal checo Dominik Duka con respecto a «la administración de la Eucaristía a parejas divorciadas que viven en una nueva unión».
Originalmente presentadas por el arzobispo emérito de Praga el 13 de julio en nombre de la Conferencia Episcopal de Chequia, la respuesta de Doctrina de la Fe, firmada tanto por el Papa Francisco como por el nuevo prefecto, el cardenal Víctor Fernández, fue enviada al cardenal checo el 25 de septiembre.
En relación a la admisión a la comunión de los divorciados vueltos a casar, el cardenal argentino indicó que los obispos deberían desarrollar criterios basados en Amoris Laetitia en sus diócesis como los que plantearon los obispos de la región pastoral de Buenos Aires, siendo que el papa Francisco confirmó dichos criterios como «la única interpretación» posible de la exhortación postsinodal, que debería tomarse como «magisterio auténtico» y que no se daría ninguna otra explicación integral.
El cardenal Müller asegura al cardenal Duka que dichos criterios son contrarios al Magisterio de la Iglesia:
«¿Hay que prestar un religioso obsequio al texto de Buenos Aires? En términos de forma, es ya cuestionable que se exija la obediencia del intelecto y de la voluntad a una interpretación teológicamente ambigua de una conferencia episcopal parcial (la región de Buenos Aires), que a su vez interpreta una afirmación de «Amoris Laetitia»e que requiere explicación y cuya coherencia con la enseñanza de Cristo (Mc 10,1-12) está en cuestión.
Además, el texto de Buenos Aires se presenta en discontinuidad al menos con las enseñanzas de Juan Pablo II («Familiaris Consortio» 84) y de Benedicto XVI («Sacramentum Caritatis» 29). Y, aunque la «Risposta» no lo diga, a los documentos del magisterio ordinario de estos dos Papas hay que prestar también religioso obsequio de la inteligencia y de la voluntad».
Y luego añade:
«La respuesta de Doctrina de la Fe confirma que el magisterio de Francisco contradice expresamente el magisterio de los Papas que le precedieron.
El Magisterio de san Juan Pablo II y Benedicto XVI excluye la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar comulguen y reciban la absolución si no dejan de convivir conyugalmente».
Tras analizar y desmontar los argumentos dados por el cardenal Fernández, el purpurado alemán advierte:
«Pero la dificultad con la enseñanza de la «Risposta» y del texto de Buenos Aires, no está solo en su discontinuidad con la enseñanza de san Juan Pablo II y de Benedicto XVI. Pues sucede que esta formulación se opone a otras enseñanzas de la Iglesia, que no son solo afirmaciones del magisterio ordinario, sino que han sido enseñadas en modo definitivo como pertenecientes al depósito de la fe».
Y demuestra su afirmación:
«El Concilio de Trento enseña, en efecto las siguientes verdades: que la confesión sacramental de todos los pecados graves es necesaria para la salvación (DH 1706-1707); que vivir en una segunda unión como marido y mujer mientras existe el vínculo conyugal es un pecado grave de adulterio (DH 1807); que una condición para dar la absolución es la contrición del penitente, lo que incluye dolor del pecado y propósito de no pecar más (DH 1676); que a ningún bautizado es imposible observar los preceptos divinos (DH 1536,1568). Todas estas afirmaciones no requieren solo un religioso obsequio, sino que deben ser creídas con fe firme, en cuanto contenidas en la revelación, o al menos aceptadas y retenidas firmemente como verdades propuestas por la Iglesia en modo definitivo. Es decir, no se trata ya de una elección entre dos propuestas del Magisterio ordinario, sino que está en juego la aceptación de elementos constitutivos de la doctrina católica».
Por lo tanto, constata Müller:
«De aquí se sigue que no puede acusarse de estar en el disenso a quienes rechazan la interpretación de «Amoris Laetitia» que ofrece el texto de Buenos Aires y la «Risposta». Pues no es que ellos vean oposición entre lo que ellos comprenden y lo que el Magisterio enseña, sino que ven oposición entre distintas enseñanzas del mismo Magisterio, una de las cuales ya ha sido afirmada en modo definitivo por el Magisterio».
El Prefecto emérito de Doctrina de la Fe, advierte a los que usen una famosa cita de San Ignacio de Loyola para obligar a aceptar las tesis heterodoxas del papa Francisco:
«San Ignacio de Loyola invita a sostener que es negro lo que nosotros vemos blanco si la Iglesia jerárquica así lo determina. Pero san Ignacio no nos invita a creer, fiados en el Magisterio, que es blanco lo que el Magisterio mismo nos dijo antes, y de forma definitiva, que era negro».
El cardenal germano condena también otra de las tesis sostenidas por el actual Prefecto de Doctrina de la Fe en su respuesta al cardenal Duka:
«... dejemos esto aparte para fijarnos en la sorprendente afirmación del texto del DDF. ¡Resulta que el mismo fiel decide sobre la posibilidad de recibir o no la absolución, y el sacerdote solo tiene que aceptar esa decisión! Si esto se aplica en general a todos los pecados, el sacramento de la Reconciliación pierde su sentido católico. Ya no es la petición humilde de perdón de quien se pone ante un juez misericordioso, el cual recibe la autoridad de Cristo mismo; sino la absolución de sí mismo tras haber explorado la propia vida».
Aun más, asegura que la tesis de Fernández sobre diferentes criterios en las diócesis sobre la admisión a la Eucaristía es directamente cismática:
«La segunda novedad que incluye la «Risposta» es que se anima a cada diócesis a producir sus propias líneas guía para este proceso de discernimiento. Ante esto surge espontánea una conclusión: si son distintas las orientaciones, se dará el caso de que algunos divorciados podrán recibir la Eucaristía según las líneas de una diócesis y no según las líneas de otra. Ahora bien, la unidad de la Iglesia católica ha significado desde los tiempos más antiguos la unidad en la recepción de la Eucaristía: por comer el mismo pan somos el mismo cuerpo (cf. 1Cor 10,17). Si un fiel católico puede comulgar en una diócesis, puede comulgar en todas las diócesis que están en comunión con la Iglesia universal. Esta es la unidad de la Iglesia, que se basa sobre la Eucaristía y se expresa en ella. Por eso, que una persona pueda comulgar en una iglesia local y no pueda comulgar en otra, es una definición exacta de cisma».
Por último, y como oportunidad para arreglar la situación, el cardenal Müller sugiere al cardenal Duka plantear el siguiente dubium al Papa:
«¿se dan casos complejos en que, tras un tiempo de discernimiento, es posible dar la absolución sacramental a un bautizado que mantiene relaciones sexuales con alguien con quien convive en una segunda unión, si este bautizado no quiere hacer el propósito de no seguir teniendo estas relaciones?»