(CNA/InfoCatólica) El purpurado dice que un «sínodo» es una reunión periódica de obispos de la Iglesia católica para abordar cuestiones de fe, moral y prácticas de la Iglesia. El sínodo del próximo mes, el primero desde 2018, abordará la sinodalidad en sí misma, que el Vaticano define en parte como «la implicación y participación de todo el pueblo de Dios en la vida y misión de la Iglesia».
Son muchos los que han expresado su preocupación de que el sínodo pueda ser la puerta abierta a propuestas contrarias a la doctrina perenne e infalible de la Iglesia, como es el caso de la ordenación sacerdotal reservada para los hombres o la condena de las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo así como de parejas heterosexuales fuera del matrimonio.
En una carta publicada el 30 de agosto en el periódico de la archidiócesis de Chicago, Chicago Catholic, Cupich acusó precisamente a los críticos del sínodo de «avivar los temores» al sugerir que la reunión podría «alterar radicalmente la enseñanza y la práctica de la Iglesia.»
«La historia ha demostrado que no es nuevo el uso de tácticas de miedo por parte de quienes se resisten a cualquier tipo de renovación que implique cambios», dijo el arzobispo.
Y en ese sentido citó la advertencia de San Juan XXIII, pronunciada al inicio del Concilio Vaticano II, de guardarse de los «profetas de calamidades que siempre están pronosticando desastres» en la vida de la Iglesia.
Los críticos del Sínodo «tergiversan totalmente» sus objetivos e intenciones, dijo Cupich. Los obispos en la reunión examinarán principalmente cómo los católicos deben «permanecer fieles al propio plan de Cristo para la Iglesia», argumentó.
La convocatoria del sínodo por parte del Papa Francisco, dijo Cupich, está «en consonancia con la visión de sus predecesores» y con el Vaticano II, argumentó el cardenal; el concepto de «sinodalidad» en sí mismo «habla de una antigua realidad» de la Iglesia Católica.
El arzobispo citó el argumento de la Comisión Teológica Internacional del Vaticano de que «hacer realidad una Iglesia sinodal es una precondición indispensable para una nueva energía misionera que involucrará a todo el pueblo de Dios».
«Ciertamente, no hay nada que temer», dijo Cupich.
Un temor con fundamento
Sin embargo, cabe recordar que durante los anteriores sínodos celebrados durante el actual pontificado se produjeron situaciones que hacen temer que el próximo sínodo sea la puerta abierta a cualquier cosa. Fue Francisco quien cambió las reglas sobre la marcha al final del primer sínodo sobre la familia, incluyendo en la Relatio sinodal final puntos que no habían obtenido el quorum necesario. En el segundo sínodo se consiguió solsayar las manifiestas y fundamentadas muestras de inquietud acerca del manejo de las sesiones.
Y tras el segundo sínodo sobre la familia, el Santo Padre publicó la exhortación apostólica post-sinodal, Amoris Laeitita, que con las cuestiones que no ha querido responder y tal como está redactada para muchos supone un ataque frontal a la moral católica y, más concretamente, a los cánones del concilio de Trento sobre el matrimonio, la confesión y la Eucaristía.
Y durante el sínodo para la Amazonia, muchos fieles se escandalizaron por los no explicados actos en los jardines del Vaticano, con el Papa presente, al realizar un culto pagano de veneración de la Pachamama.
Y, de hecho, el actual sínodo estará dirigido por dos cardenales, Hollerich y Grech, que se han mostrado de acuerdo con tesis contrarias a la fe católica. Hollerich es favorable a la ordenación sacerdotal de mujeres, ignorando la sentencia definitiva de San Juan Pablo II sobre el asunto en Ordinatio sacerdotalis, y quiere que cambie la doctrina católica sobre las uniones homosexuales. Y Grech es favorable tanto a dar la comunión a quienes viven en adulterio, como a la bendición de parejas homosexuales.
Todo ello contradice, por tanto, la tesis del cardenal Cupich. Lo cierto es que todo hace temer que el próximo sínodo puede suponer otro ataque más a la fe católica.