(Katolisch/InfoCatólica) Johan Bonny es obispo de Amberes. En la reunión del Camino Sinodal alemán en Frankfurt causó una gran impresión con su declaración el pasado mes de marzo, que reiteraba lo que ya había afirmado anteriomente, de que el papa Francisco acepta la bendición de parejas homosexuales. Por sus «extraordinarios servicios» a la renovación de la doctrina católica sobre el matrimonio, la familia y otras formas de relación y de vida, recibirá un doctorado honoris causa de la Universidad de Bonn después de Pentecostés.
En la siguiente entrevista, Mons. Bonny vuelve a explicar por qué los obispos flamencos bendicen a los homosexuales y por qué el Vaticano –o más bien el Papa–, según él, no tiene ningún problema con ello.
En marzo, su intervención como invitado en la última asamblea plenaria del Camino Sinodal causó revuelo porque explicó a la Iglesia alemana por qué los obispos flamencos pudieron publicar un folleto sobre bendiciones para parejas homosexuales sin oír objeciones del Vaticano. Usted mismo aboga por tales bendiciones desde 2015. Puramente sobre el papel, como obispo está yendo en contra de la voluntad del Vaticano, al que en realidad está obligado a obedecer. Usted dice que la cuestión debería interpretarse de otro modo, pero ¿no le lleva eso a un conflicto de conciencia?
No, porque se trata del Papa. No todos los hombres en Roma son el Papa. He hablado personalmente con el Papa dos veces sobre estas cuestiones. Por mis conversaciones, sé cómo es mi relación con el Papa Francisco –hablamos «cum petro et sub petro»– («con Pedro y bajo Pedro», ed.). Pero no todo el Vaticano es «cum petro et sub petro».
También en el Vaticano hay diferentes posiciones y desarrollos. Las facultades de teología de Roma también pertenecen al Vaticano y a la Iglesia católica de Roma. Roma no es sólo un documento o un cardenal. No, Roma es también unidad en la diversidad.
En cuanto a la obediencia al Papa: ninguno de nosotros quiere ser desobediente al Papa. Sería lo último que querría. Por eso he tenido dos conversaciones con el Papa. Han sido conversaciones personales. No diré públicamente qué y cómo dijo algo, pero sé que ni yo ni nosotros vamos en contra del Papa. Eso es muy importante para mí y para los demás obispos de Flandes.
Así es también como ha conseguido que hasta ahora no haya habido objeciones de Roma a sus planes de bendecir a las parejas homosexuales. Si nos fijamos en los planes de Alemania, usted parece estar en permanente conflicto con el Vaticano. – ¿Cuál es la diferencia? ¿Qué han conseguido ustedes que no hayamos conseguido nosotros?
Somos una conferencia episcopal pequeña. Sólo somos ocho obispos diocesanos. Eso es poco. Y estamos totalmente de acuerdo entre nosotros en estas cuestiones. Hablamos con una sola voz. No hay división ni subgrupos en esta cuestión. El Papa también preguntó esto en Roma, si estamos todos de acuerdo. Y dijimos: sí. Por supuesto, siempre hay opiniones ligeramente diferentes entre nosotros, pero básicamente estamos de acuerdo. Por eso sólo queríamos escribir un texto y no ocho diferentes.
Toda la dinámica y las tensiones entre Roma y Alemania sobre el Camino Sinodal, eso no lo tenemos aquí. El contexto no es problemático ni gravoso, lo que creo que nos facilita un poco las cosas. Somos una conferencia pequeña, estamos de acuerdo en las grandes cuestiones. También se podría decir: no somos una gran amenaza para Roma.
El alemán no se lee en Roma y el flamenco aún menos. Es una lengua menor. Hay estudiantes de teología, profesores y obispos alemanes en todos los continentes, incluida Roma. La voz alemana es más importante que la flamenca. Creo que la gente en Roma también se fija más en lo que ocurre en Alemania. Al fin y al cabo, hay varios obispos y cardenales alemanes en Roma. Esto tampoco nos sucede a nosotros. No tenemos a nadie en el Vaticano, no hay una gran presencia belga de obispos y cardenales en el Vaticano. Creo que eso también facilita las cosas.
Pero lo que es muy importante para mí y sobre lo que me gustaría ayudar: esta tensión entre Alemania y Roma no ayuda. También en Roma deberían escuchar mejor en alguna parte y no ser tan críticos. Eso no ayuda a nadie. En esta discusión hay más prejuicios que juicios. Hay más prejuicios, heridas personales, también historias personales de los obispos y cardenales alemanes en Roma. Se trata de una mezcla de experiencias personales y heridas personales con cuestiones teológicas y diversidad teológica.
¿Tal vez el conflicto radica también en la diferencia de mentalidades? Los alemanes siempre quieren que todo sea 100% correcto, lo ven todo blanco o negro. Usted conoce ambos lados porque trabajó en la Curia durante 11 años.
Ciertamente, y también se lo dije a los obispos alemanes durante mi saludo a la Asamblea Plenaria de Otoño de 2022 en Fulda. Roma tiene influencia latina en todos los ámbitos. Alemania es germánica, igual que nosotros en Flandes. Esta es una gran diferencia. En Roma, por ejemplo, se dice: puedes hacerlo, pero no debes decirlo. Con nosotros, en cambio, lo que se hace y lo que se dice deben coincidir en la medida de lo posible.
En el Sur no es así. En el Sur, se supone que tienes que dar una buena imagen: «bella figura». Aquí no es así, la «bella figura» no sirve de nada: por encima de todo, todo debe estar bien y ser correcto. Lo correcto es más importante para nosotros que lo bello. No debe parecer bello, sino que debe ser correcto. Aquí un gran profesor puede impartir su curso en vaqueros. En Italia, no: primero debe tener buen aspecto y luego puede hablar.
Son mentalidades diferentes. Y esta minuciosidad alemana con muchas notas a pie de página, eso no es latín. Ambos lados son importantes. Ambos lados aportan algo, pero deberían encontrarse mejor. En siglos anteriores, siempre ha habido tensiones que no eran teológicas en esencia, sino culturales.
Toda la Reforma del siglo XVI fue básicamente un problema cultural, no teológico. Más tarde se convirtió en un problema teológico, pero empezó culturalmente. Lo que Lutero pedía al principio era bastante germánico. Pero la gente quería encontrar una solución latina a su problema germánico, y eso no funciona. Igual que ahora no podemos encontrar una solución germánica a las cuestiones latinas. Pero las dos mentalidades deberían confluir en algún lugar de la Iglesia, por el bien de la Iglesia.
Volvamos a la Asamblea Sinodal y al impulso que usted dio allí. Hay voces que han dicho que fue precisamente este impulso el que llevó a que la votación sobre la cuestión de la bendición de las parejas homosexuales diera una mayoría a favor, porque muchos participantes en la sesión plenaria vieron que a ustedes les funciona en Flandes y que, por tanto, quizá nosotros también podamos dar este paso. ¿Cree que es bueno que Alemania haya seguido sus palabras? Por un lado, envía una señal muy fuerte; por otro, profundiza aún más en el conflicto existente con Roma.
No sé si mis palabras cambiaron el voto. No puedo mirar en los corazones. Muchos me dieron las gracias posteriormente. Pero hay que hacer algo. Y en Roma también saben que esto no puede seguir así. Si queremos ser una iglesia misionera que lleve la Buena Nueva de Jesús de una manera nueva aquí en Occidente, entonces también debemos encontrar una solución a la cuestión de la homosexualidad.
No es así en África –todavía no– y no es así en Asia. Ciertamente allí también sucede, pero aquí deberíamos encontrar una solución a esta cuestión que se base unánimemente en la ciencia humana y en la Biblia, así como en la teología moral y también pastoral.
El Papa también lo sabe. Debe ser pastor o padre de todos. Lo comprendemos. No tiene que decir siempre sí o no a todas las preguntas. El papado no está ahí para decir sí o no a todas las preguntas, como en la Edad Media, sino para ser un buen pastor, un buen padre para toda la comunidad, para mantener unida a la comunidad. Es un ministerio de unidad en la Iglesia, unidad en la diversidad. Es mantener unida a la familia.
En una familia, padres y abuelos quieren mantener unidos a sus hijos y nietos. Pero no pueden responder a todas las preguntas con un sí o un no. Pero pueden organizar su casa, su mesa y su cocina de tal manera que todos sean bienvenidos y puedan hablar entre ellos en su casa. Ese es un servicio de unidad.
Un Papa sin diversidad en la Iglesia no tiene sentido ni misión. ¿En qué consiste entonces si no hay diversidad? Su grandeza es ser capaz de crear comunión y ser un lugar donde todas las diversidades puedan encontrarse y convivir. La misión de los obispos es crear diversidad. No sólo debemos crear unidad, también debemos crear diversidad y llevar esta diversidad a Roma, a la casa del Padre, del Papa.
También estamos en el proceso sinodal mundial. En octubre tendrá lugar la primera gran reunión en Roma. ¿Con qué expectativas lo espera?
Lo espero con ilusión. Espero que allí se pueda decir todo lo que también se dice aquí. También tengo algunas preguntas sobre cómo se pueden encontrar vías para un mayor desarrollo en respuesta a esta diversidad. Y sobre todo cómo apoyar de nuevo la competencia de los obispos. Al final, todo lo que ha subido de los obispos y sus diócesis debe volver a bajar. Por tanto, los obispos tienen que encontrar las mejores soluciones con sus diócesis. Debería terminar donde empezó.